Reynosa, el purgatorio del inmigrante
Los fuertes pasajes que tienen los indocumentados en su camino al "sueño americano"
A la fronteriza Reynosa, Tamaulipas, México llegan los inmigrantes afortunados o los fuertes; por el camino se quedan los que se caen de “la Bestia”, los que sucumben a los golpes o los que acaban al servicio de los cárteles de la droga o en la prostitución.
“Se deben quedar muchos por el camino, porque al comienzo el tren (conocido también como “La Bestia”) está lleno de gente y poco a pocos ves menos“, explica Samir Núñez, un inmigrante hondureño que ha necesitado casi tres meses para llegar a los bancos del Río Bravo, que separa México de Texas.
A Ramón Huete, también hondureño, se le borra la sonrisa cuando oye hablar a su compañero de viaje de lo peligroso que es viajar en la “Bestia” y asiente serio cuando sobrevuela en el aire de la conversación la memoria de los muertos.
Estados Unidos, su destino soñado, está tan cerca que cuando se habla de él se le puede señalar y cuando se describen todos esos planes de prosperar y fundar una vida “normal” se utiliza el adverbio “ahí”.
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Los inmigrantes más pobres, la mayoría centroamericanos de unos 20 años, llegan a Reynosa con más de 2.000 kilómetros a sus espaldas, con los bolsillos vacíos, exhaustos física y mentalmente, y con miedo y desconfianza.
Hace unos días grupos armados secuestraron a uno de ellos y, como sabían que tenía familia esperándole en Estados Unidos, han pedido rescate.
Otros se han visto obligados a elegir bando en la guerra que se ha desatado en Reynosa desde abril, cuando la Marina capturó al jefe del cártel del Golfo, José Hugo Rodríguez “El Gafe”, desatando una lucha por el poder entre facciones del narco que aún hoy persiste.
El estado de Tamaulipas no es solo una ruta cotizada para los inmigrantes, que ven en el cruce del río una alternativa más fácil a la travesía por el desierto de Sonora, sino para los cárteles de la droga, como el del Golfo o los Zetas.
“Gracias al celular sabemos qué colonias van a ponerse calientes”, explica José Acevedo, vecino de Reynosa que muestra una foto de un camión en llamas atravesado en una de las salidas de la ciudad, modo en el que grupos armados intentaron evitar la captura de su jefe.
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La fuerte presencia policial se puede ver por las calles de Reynosa, y las portadas de este sábado anunciaban que se había rescatado a 46 centroamericanos y detenido a tres “coyotes” (traficantes de personas).
En esa guerra, los inmigrantes centroamericanos juegan el papel de “carne de cañón” y de engranajes del complejo criminal de los narcotraficantes, que deja como resultado final un gran número de niños huérfanos de corta edad sin posibilidad de abandonar este limbo.
Mientras tanto, Núñez carga contra los políticos de su país por no dar oportunidades para realizar su sueño de ser ingeniero de sonido y contra los estadounidenses que llaman a los inmigrantes “delincuentes” y que se olvidan de que EEUU también comparte la culpa de enriquecerse con la pobreza de Honduras.
“Cruzaré en cuanto llegue el momento adecuado. Espero que Dios me ayude, porque no conozco a nadie en Estados Unidos, pero cualquier cosa es mejor que la miseria de Honduras”, explica este joven de 28 años, que abandonó su colonia poco después de haber sido amenazado de muerte y sin decírselo a su madre, para que no le disuadiera.
“No quiero ni pensar que la migra (Patrulla Fronteriza) me captura y me manda en un vuelo a Honduras. Es preferible hacer ese camino sin saber lo que le espera a uno”, reflexiona el hondureño.
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Núñez descansa a la sombra de un árbol en el refugio “Senda de Vida” junto con otros cinco centroamericanos que, como él, hicieron el viaje solos, llenos de desesperanza y deseos a partes iguales, y han acabado aquí, a unos metros de Estados Unidos.
Mientras especulan sobre cómo escapar de la Patrulla Fronteriza, alguien apunta: “este es, en realidad, el comienzo del viaje”. Todos asienten y emiten una risa sorda que se apaga rápidamente.