Menor migrante enfrenta discriminación y violencia en LA
Los problemas de adaptación de algunos niños migrantes son iguales aunque no crucen ilegalmente la frontera
Osmín Zavaleta se siente engañado porque su familia le prometió que si salía de El Salvador y se venía a Los Ángeles estaría en un lugar amable y se olvidaría de andar huyendo de los delincuentes.
“Pero la verdad no es así, me vine a encontrar con discriminación, con pandillas. La verdad estamos igual que en nuestro país. Te puedo decir que quizás yo estaba mejor en mi país”, compara el chico.
Osmín tiene 16 años, estudia en la secundaria Hawkins y hace un año y medio llegó al Sur de Los Ángeles, donde la desigualdad social es evidente por el grafito, basura y crímenes que abundan ahí.
“Al venir aquí es un gran choque para uno y a veces te gana la mente para seguir en malos pasos”, dice el adolescente que habla haciendo los ademanes de un rapero.
Aunque Osmín vino a bordo de un avión y con una residencia legal que tramitó su madre, aquí se ha enfrentado a las mismas dificultades de los menores que cruzaron ilegalmente la frontera el año pasado.
Aunque no cruzó la frontera solo, a Osmín le expulsaron motivos similares: escapar de las pandillas y del hambre en su país.
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La rebeldía
Como algunos niños refugiados, Osmín se volvió un mal estudiante y un mal hijo. La rebeldía se convirtió en su mecanismo de defensa.
“Estábamos haciendo relajo, manchando paredes como la pandilla y ya se empezaba a armar el grupo, porque están llegando muchos de El Salvador y traen la misma mentalidad”, comenta.
Aquí ha discutido mucho con su madre. Ella lo dejó en El Salvador cuando tenía 5 años y allá lo crió la hermana de su papá. Como tantos otros allá, fue un hijo de remesas y padres postizos.
“Yo la miraba por cámara y no es lo mismo. Yo no he podido expresarle ‘madre’ o ‘mamá’. Yo le digo por su nombre, María Elena. La verdad me duele”, comenta.
Osmín atribuye su apatía escolar al distanciamiento con la mujer que le dio la vida. Él dice que otros muchachos que recién vinieron de Centroamérica sufren por lo mismo.
“Había tantas peleas con mi mamá que me daban ganas de seguir en los malos pasos, pero a veces pienso que es mejor seguir adelante, porque con la calle lo que vamos a lograr es la muerte o la cárcel”.
De regreso al redil
A través del programa “El Joven Noble”, del grupo Homies Unidos, Osmín se regeneró.
Hace poco, por primera vez en su vida, el adolescente interactuó con un policía durante una visita a la Alcaldía de Los Ángeles y se avivó su sueño de ser un agente del orden o un militar.
“Si yo hubiera hablado con un policía en El Salvador me hubiera dicho ‘tú no lo vas a lograr’”, supone. “Los policías allá quieren eliminarte. ¿Cómo el país va a progresar si están creando la delincuencia?”.
La nostalgia no le abandona y en más de una ocasión ha querido regresar pensando en que allá con los suyos estaría mejor, un sentimiento que comparte con algunos de sus contemporáneos.
“Yo también quisiera irme, pero digo: sí, es cierto, este es un país de oportunidades”.