Para minorías y cine: ¡luz, cámara y acción!
El latino da mucho dinero a la industria a cambio de apenas verse reflejado en la pantalla
Los premios de la industria del cine de Estados Unidos tienen impacto mundial. Cada Óscar trasmite cómo somos y vemos el mundo desde este país. Los de este año han provocado gran revuelo por la ausencia de nominados afroamericanos en las categorías de interpretación. Nadie habla de otras desigualdades.
Que el mundo ha cambiado desde que se inauguraron los premios en 1928 es palpable. Hoy ya no hay “blancos” coloreados para hacer los papeles de los que no lo son. Cualquier desigualdad es repudiable pero cuando aparece debe ser bien explicada. Por ejemplo, cuando el premio a la mejor actuación se concede dividido entre hombres y mujeres. ¡Como si hubiera “dos artes dramáticos”! No se dice que es un asunto de “cuotas”. Un reparto. Esta “discriminación positiva” nos deja preguntándonos por qué no hacer lo mismo, por ejemplo, entre directores y directoras. Dividir premios solo parece justificable en el caso de actores principales y “de reparto”.
¿Debe haber cuotas para minorías? Sería complicado porque dependería del número de actores de cada película, o del contenido, o del proyecto y su comercialización. Porque el cine debe ser rentable.
Los datos indican que los afroamericanos son la minoría que representa a todas las minorías con mayor frecuencia. El informe Annenberg sobre los 100 principales films de 2014 clasifica al 12.5% de los personajes como “black”, al 4.9% como hispanos/latinos, y al 5.3% como asiáticos. El reparto no se ajusta al censo pues si los afroamericanos son el 13.2% de la población, los latinos son ya el 17.4% (los asiáticos el5.4%).
Mezclar “raza y cine” es un despropósito que no conduce a nada positivo. Acabamos contando al director mexicano Iñárritu como “blanco”: ya hay quien lo ha hecho. Otros solo ven minorías amontonadas al buen tuntún (en Estados Unidos, se entiende). Se lee estos días que los “latinos nominados” a los premios son Iñárritu (director), Lubezki (fotografía), Martín Hernández (edición de sonido), y Paco Delgado (vestuario). Los tres primeros son mexicanos, el último, español. También hay que añadir a Ciro Guerra, colombiano, nominado por “mejor película de habla no inglesa”. ¿A quién representan?
Spike Lee habla de un club de blancos. Y de un país: Estados Unidos. La desigualdad se batalla aquí. Esto no es sobre la desigualdad en México u otras partes. Aquí no se discute si es bueno o malo que Pedro Infante hiciera el papel de indígenaen “Tizoc: amor indio” (1956).
Los latinos son el 25% de los que llenan las salas de cine. Es un poder desperdiciado. El latino da mucho dinero a la industria a cambio de apenas verse reflejado en la pantalla. Pareciera que entre los latinos no hubiera nada por lo que luchar. ¿Quién se sorprende luego de que los políticos solo sepan asociar a los latinos con la inmigración (irregular)? Se lo ponemos bien fácil.
La igualdad en la industria del cine debe adueñarse de todos los estamentos y no quedarse ensimismada en el espejismo del actor principal. ¿Cuántos profesionales latinos hay por cada una de las 24 estatuillas? Por ahí hay que empezar. Estamos hablando de participar en los estudios, productoras, agencias y sindicatos; de guionistas, músicos, y técnicos de toda especialidad.
En cuanto a nuestros latinos y latinas hay que ser coherentes. Cuesta poner en el mismo saco a Selena Gómez o Jessica Alba, escasamente latinas; con Penélope Cruz o Sofía Vergara, que aunque atienden por latinas acaban en española y colombiana. Y menos aún juntar a las anteriores con JLo o Eva Longoria. El cacao está servido.