Papeles: Historias de locos bajitos

Mi nieta Emiliana, tres años, molestaba a su hermanita de siete. Esta le dice: Emi, basta ya. Respuesta: No, no voy a bastar.

Crédito: José Méndez | EFE

Para exorcizar este desacreditado bisiesto que nos va pierna arriba, reincido con otra dosis de anécdotas de menudos que suelen llegarme a través del correo electrónico:

Estábamos jugando escondites. Mi hermana Martha, de cinco años, fue rápidamente encontrada debajo de la mesa del comedor. Airada reclamó: No juego más porque ustedes no saben jugar. Me tienen que buscar es donde no estoy.

Pregunta papá:— Manuela (4 años), ¿qué es Facebook?

— Es un programa que está en la aplicación .com de mi celular.

El abuelo llega a casa de su hija para recuperarse de una operación a corazón abierto. Cuando la pequeña Sofía, de seis años, escucha la razón de la visita pregunta: Y cuando al abuelito le abrieron el pecho ¿le encontraron el Corazón de Jesús?

Mi amiga, educadora de grado preescolar, acaba de tener a su hijita, y van a visitarla una alumna con sus padres. En el momento que la niña carga la bebé esta suelta un flato y la niña mira asustada a mi amiga. Esta le explica: Tranquila, mi amor, es solo un gas.  La niña responde: Entonces, papi, qué gases los que usted se tira.

Soy amigo de anotar cualquier dato jocoso que suelte alguien y parte de esta colección la obtuve al llamar por teléfono a un cliente y responderme al otro lado un niño. Al preguntarle por el papá o la mamá me respondió que él estaba haciendo una siesta y ella bañándose. Además que sabía escribir bien y fácilmente podía anotar mi nombre.

” Francisco”,-le dije. Luego le deletreé letra por letra unas cinco veces. “F-r-a-n-c-i-s-c-o- y le dices que  me llame luego”. Después de un largo silencio de parte de él, me causó risa el fino sentido del humor del pequeño:

-Señor ¿ Cómo hago la F ?

Mi nieta Emiliana, tres años, molestaba a su hermanita de siete. Esta le dice: Emi, basta ya. Respuesta: No, no voy a bastar.

Paula, 5 años, al observar que su tía todas las noches se quitaba los lentes de contacto, comenta: “Mami, la tía todas las noches se saca los ojos, los mete en una cajita y por la mañana se los vuelve a poner”.

Angela tenía 5 años y cursaba el preescolar. Una mañana la estaba despertando a las 7 am para ir al colegio y me contestó con mucha pereza: Mami, estás arruinando mi vida.

La mamá les explica a Santiago, de once años, y a Pablo, de nueve, los cambios relacionados con la pubertad, y que se presentarán primero en Santiago por ser mayor. Les dice, entre otras cosas, que les cambiará el tono de la voz. Pablo, con cara de tristeza, comenta: Lo siento, Santy, voy a extrañar tu voz.

Pedro, tres 3 años, de visita en casa de sus abuelos, pregunta: Tato Luis, ya que no están mi papá y mi mamá ¿puedo comer un paquetico de esas cositas ricas que no alimentan?

Una vez mi hijo iba corriendo y su perro se le adelantó, lo que le hizo gritar muy molesto: “No se vale: tú tienes cuatro patas y yo solo dos”.

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