La joven que le dijo “no” a un casamiento forzado
Balkissa Chaibou vive en el país con la mayor tasa de matrimonios infantiles del mundo pero se negó a participar en esta tradición
“Vine de la escuela en torno a las 6.00 p.m. y mamá me llamó”, recuerda Balkissa Chaibou. “Ella señaló a un grupo de visitantes y dijo de uno de ellos: ‘Él es el que va a casarse contigo’”, cuenta.
“Pensé que estaba bromeando, pero me dijo que me quitara las trenzas y me lavara el pelo. Fue entonces cuando me di cuenta de que hablaba en serio”.
La “aterradora realidad” de los matrimonios infantiles forzados en EE.UU.
Pero la joven, natural de Níger, siempre fue ambiciosa. “Cuando era pequeña, soñaba con ser médico: cuidar de las personas, usar la bata blanca”, afirma. Y el matrimonio con su primo, que había llegado con su padre desde la vecina Nigeria, lo haría imposible.
“Me dijeron que si él se casaba conmigo yo no podría estudiar más. Para mí, mi pasión está en estudiar. Realmente me gusta estudiar. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi relación con él no funcionaría bien”.
Tradición de matrimonio infantil
La tradición de Níger –que tiene la tasa de matrimonios infantiles más alta en el mundo– de casar a las niñas se basa en parte en su miseria absoluta.
“La dinámica funciona de esta manera: tengo un montón de niños y si puedo casar uno, es uno menos que tengo que alimentar”, explica Monique Clesca, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas en el país africano.
Los padres de Balkissa Chaibou tuvieron cinco hijas, por lo que desde su punto de vista, casar a una con su primo puede haber tenido sentido económico. Sin embargo, otra razón para la tradición del matrimonio precoz en Níger es la creencia de que reduce el riesgo de embarazo fuera del matrimonio.
“Hoy en día, algunos niños no están bien educados”, dice Hadiza Almahamoud, la madre de Chaibou. “Si no se casan a una edad temprana, pueden traer la vergüenza a la familia”.
Chaibou continuó estudiando duro en la escuela. Se despertaba a las 3 de la mañana para estudiar, pero a medida que crecía, la proximidad del matrimonio con su primo se convirtió en una distracción. Entonces, un día, cuando tenía 16 años, llegaron las maletas y el vestido de novia.
“Sentía dolor dentro de mí, realmente me rompió el corazón”, recuerda Chaibou. “Porque veía que estaba luchando para satisfacerme a mí misma y estas personas serían un obstáculo para mi evolución.”
Amenaza de muerte
Se armó de valor para tratar de salir de la unión después de conseguir su tercer diploma de escuela secundaria. “Me dije a mí misma que puedo ponerme fuerte, ver cómo puedo escapar de esta situación”.
Su madre entendía su objeción a la boda, pero no tenía el status, como mujer, para ayudarla. Así Chaibou se acercó a su padre, para sugerirle como un acuerdo que pudiera casarse pero sólo ver a su marido en las vacaciones hasta que ella terminara su bachillerato.
Pero la tradición de los tuareg –el grupo étnico al que pertenece Chaibou– es que el hermano mayor quien tiene poder sobre los hijos de sus hermanos más pequeños. Como el tío de Chaibou –el padre de su prometido– era mayor, su padre no se atrevió a ir en contra de sus deseos y los preparativos para la boda continuaron.
En su desesperación, Chaibou acudió al director de su escuela, Moumouni Harouna, en busca de ayuda. Él la refirió a una ONG llamada al Centro de Asistencia Judicial y Acción Civil, que tomó acción legal contra su padre y su tío por obligarla a un matrimonio que no quería.
Una vez en la corte, el tío de Chaibou negó la acusación, dice ella, y afirmó que todo había sido un malentendido, por lo que el caso fue desestimado.
Pero una vez que llegó a casa, su tío amenazó con matarla.
“Me dijo que incluso si él me tenía que envolver en una bolsa de plástico para cadáveres, yo iría a Nigeria”, dice Chaibou.
En campaña contra el matrimonio forzado
La joven se vio obligada a esconderse en un refugio para mujeres.
“La primera noche que pasé aquí no dormí bien,” dice ella. “Estaba pensando demasiado en mis padres, en la situación en que se encontraban, sobre todo con la ira de mi tío. Estaba segura de que iba a insultarlos y amenazarlos, así que no podía pensar con claridad.”
Ante la amenaza de ir a la cárcel, los parientes interesados en la boda regresaron a Nigeria y después de una semana Chaibou fue capaz de volver a casa.
“Cuando me puse el uniforme de la escuela… me sentí como si mi vida se renovara. Como si se tratara de un nuevo comienzo”, dice ella, al describir el día en que comenzó la universidad.
Su madre dice que ahora ella y su marido han cambiado sus puntos de vista sobre el matrimonio forzado. “Hemos terminado con (el matrimonio forzado) en esta familia. Le tenemos miedo”, dice. “Si una niña crece ella puede elegir a su marido. No podemos hacerlo por ella”.
Mariama Moussa –presidenta del refugio donde Chaibou estuvo– dice que la violencia doméstica es un problema grave en Níger y que el matrimonio forzado es una de las causas fundamentales.
“Cuando las obligas, como consecuencia hay una sucesión de violencia que puedan sufrir en su casa,” dice ella. “Hay violencia física, violencia psicológica… Cuando el marido no puede soportarla nunca más, él puede golpearla, o abandonarla, incluso durante el embarazo.”
Chaibou es consciente de que ahora que se ha ganado su libertad es importante para ella para tener éxito en sus estudios y retribuir el sacrificio de su familia. “Sé que la esperanza de mi familia está en mis hombros. Todo el mundo cuenta conmigo. Cada uno tiene sus ojos en mí”, señala.
Ahora con 19 años, hace campaña porque otras chicas sigan su ejemplo y digan “no” al matrimonio forzado. Visita las escuelas y ha hablado con los jefes tribales sobre el tema. También ha hablado en una cumbre de la ONU sobre la reducción de la mortalidad materna, un fenómeno relacionado con el matrimonio precoz.
Médico
“Antes de los 15 años el cuerpo no está preparado para tener un hijo”, dice Clesca.
“Alrededor del 34% de las muertes de adolescentes en Níger son de mortalidad materna, lo que le da un sentido del problema”, afirma Chaibou.
Balkissa Chaibou está cada vez más cerca de convertirse en un médico. Pasó su Bachillerato Internacional y se encuentra actualmente en la facultad de medicina. “No les estoy diciendo que no se casen”, les dice a un grupo de colegialas. “Pero elijan el momento adecuado para hacerlo. El consejo que tengo para ustedes es que luchen. Estudien con todas las fuerzas. Sé que estudiar no es fácil, pero tiene que obligarse a sí mismas porque el estudio es su única esperanza”.