Empleo sin riesgos para trabajadores latinos
La vida y la salud son precios muy altos para pagar por un empleo en Estados Unidos
En la primera semana de abril, un desconocido trabajador de la construcción fue noticia cuando colocó una bandera de México en la cima de un edificio del multimillonario y precandidato presidencial del partido Republicano Donald Trump: la Trump Tower de Vancouver. Un gesto elocuente: los migrantes que Trump quiere expulsar de Estados Unidos son quienes le construyen sus Trump Towers. En buena medida, ese rostro latino y desconocido es el rostro de un gran porcentaje (en algunos estados, el 30%) de trabajadores de la construcción en EE.UU. Muchos de ellos pagan caro por retener un empleo, especialmente si son migrantes indocumentados que envían remesas a sus familias en México, Guatemala, Honduras u otros países. Pero la muerte, o una lesión de por vida, es un precio demasiado alto.
Aún así, no son pocos quienes se arriesgan a morir o a serias enfermedades para salvarle la vida a un hijo, padre, hermano, que necesita un tratamiento médico imposible de pagar sin las remesas. En sus países de origen, muchos migrantes ya vivían al filo de la navaja entre los altos índices de pobreza, altas tasas de homicidio, y altas tasas de desempleo o subempleo. Por eso, muchos no pestañean para arriesgarse a los peligros en México, donde secuestradores y narcotraficantes, o tratantes de personas, no vacilarán en matarles una vez no les sean útiles. También están al acecho de autoridades corruptas (tan corruptas como en los países que los migrantes dejaron atrás) que los entregarán a los criminales a cambio de una comisión. Pero si sobreviven esta vorágine, al llegar a EE.UU., están convencidos de que deben seguir arriesgándose para conseguir o retener un empleo.
En marzo y abril, en Los Ángeles, California, varias organizaciones de derechos laborales se reunieron para decirle a los trabajadores latinos que no necesitan aceptar cualquier condición de trabajo—especialmente una riesgosa—para conseguir empleo, que tienen derechos y deben exigirlos. Eso incluye denunciar a los contratistas que no observan las normas de seguridad para los empleados que contratan, y que deshechan después que sufren un accidente.
Y aquí está el punto clave. Los trabajadores podrán exigir sus derechos, pero muchos temen hacerlo porque no quieren perder la oportunidad de conseguir trabajo después de cuánto les costó llegar a EE.UU. (en dinero, deudas, o vejámenes a lo largo del camino). Hasta ahora, en el ring de la migración indocumentada que forma parte de la fuerza laboral, la balanza sólo se inclina hacia el trabajador, y no hacia el empleador. ¿Por qué? ¿Le quita eso votantes a los pre-candidatos? ¿Los gobernadores y alcaldes, o congresistas, pierden apoyo financiero para sus campañas de elección o reelección si tocan a los miles (¿millones?) de empleadores que no son sancionados por contratar indocumentados y ofrecerles condiciones infrahumanas de trabajo? Eso se les pasa “debajo” del radar a las autoridades estadounidenses tan observantes de las leyes.
Por eso, la capacitación incluye la “identificación y denuncia de empleadores irresponsables”. Ojalá que esto marque un “hasta aquí” para los empleadores que esperan que un migrante indocumentado pague con su salud o vida por un salario. Y no sólo pasa en la construcción, sino también en la agricultura, donde muchos trabajadores están expuestos (sin protección adecuada) a pesticidas que causan serios daños a su salud.
La capacitación semanal la emprenden la United Steelworkers Union, el Instituto de Educación Popular del Sur de California (IDEPSCA) y el Central American Resource Center (CARECEN), entre otros. La primera, con participantes de varios estados, comenzó el 28 de marzo en Los Ángeles, California (en el UCLA Labor Center), y será un requerimiento para convertirse en un capacitador enlace de OSHA (Occupational Safety and Health Administration), o la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional en EE.UU. Otra capacitación comienza el 25 de abril. Uno de los objetivos es crear capacitación en español para llegar a un mayor número de obreros latinos en el país.
Este es el resultado de cinco años de esfuerzos después que cientos de trabajadores, muchos de ellos migrantes indocumentados, resultaron heridos (algunos murieron como resultado) por el uso inapropiado de herramientas de trabajo, o condiciones inseguras, o fueron expuestos a sustancias tóxicas cuando trabajaron en obras de reconstrucción después que el huracán Sandy golpeó la costa Este de EE.UU.
El alto índice de accidentes en construcciones que involucran a latinos se destaca en el reporte 2015 de la organización Worksafe. Por ejemplo, sólo en California, en 2013, 194 latinos murieron como consecuencia de accidentes laborales en la construcción. Estas son la mitad de las muertes en todo el estado, aunque los latinos son un tercio de la fuerza laboral en este sector.
Worksafe.org denuncia que los empleadores tratan de evitar la responsabilidad de pagar compensación por accidentes o daños a la salud de sus trabajadores”, y por eso contratan a trabajadores fuera de planilla para las tareas más peligrosas. Sí es un mito que los migrantes tienen estándares más bajos para aceptar insalubres y peligrosas condiciones de trabajo, pero las aceptan porque creen que no tienen otra opción. Ojalá que las capacitaciones empujen hacia un cambio y una lección para los empleadores, que creen que los migrantes indocumentados merecen morir o enfermarse a cambio de un empleo.