Karina Luna, de la repatriación a las pistas de carrera

Karina Luna tomó la decisión de regresar a México por mantener unida a la familia

Karina Luna, en una de las pistas de entrenamiento.

Karina Luna, en una de las pistas de entrenamiento. Crédito: Cortesía: Karina Luna. | Impremedia

MÉXICO.- Karina Luna abrió tanto como pudo sus enormes ojos negros. Su cara se contrajo en una expresión de sorpresa y apretó con más fuerza a la bebé que tenía en brazos para escuchar la mala noticia que traía su padre -así se lo había advertido camino a su casa- después de varias horas de angustia.

-A tu marido lo van a deportar: la policía lo detuvo manejando borracho- le dijo a rajatabla-. ¿Qué vas a hacer?

Corría el año 2009 en Iowa, ella recientemente había cumplido los 18 años, tenía a su hija Ayumi casi recién nacida, jamás había trabajando y no veía una vida sin Jorge, su pareja, aunque esté fuera alcohólico y le interesaran las drogas, aunque de vez en cuando le diera unas tundas “por necia”.
Karina y su hija Ayumi en Estados Unidos.
-Karina se regresa a México- contestó a su padre como si hablara de otra persona, “para mirarse desde afuera”, una costumbre que guardaba desde que era niña y vivía en Chalco, Estado de México, y veía a su entorno violento entre asaltos a mano armada, familias disfuncionales, siempre en tiempos de crisis.

El progenitor refunfuñó primero, gritó después y finalmente le imploró que no se fuera, él la protegería, él le daría dinero para la niña, él la haría regresar a la escuela para que terminara sus estudios porque él era un hombre exitoso: aunque indocumentado, había creado una empresa constructora y podría ayudarle.

“Prefiero verte llorar ahora a que te arrepientas después”, le dijo finalmente aunque sin éxito.

El regreso a México

Karina Luna puso a su hija en el portabebé, actas de nacimiento, biberones y tomó un vuelo a San Antonio, donde la recibieron unos parientes, mientras su marido era deportado a Nuevo Laredo por agentes de la Patrulla Fronteriza. Una vez que Jorge estuvo en Tamaulipas, ella lo alcanzó y juntos tomaron un autobús hasta la Terminal del Norte, en la capital mexicana, para sumarse los 601, 356 repatriados a México desde Estados Unidos aquel año.

No pasaron ni dos semanas cuando la familia completa ya estaba sobre el piso del Centro Histórico, donde colocaron un puesto ambulante de diseños de vinil para decorar paredes. Con Ayumi a cuestas, los retornados extendían sobre una tela los productos y cuando los policías se acercaban salían corriendo para evitar ser detenidos, siempre bajo el sol, un día tras otro, incluso los fines de semana, porque era cuando mejores ventas tenían: a veces sacaban entre sábado y domingo 8,000 pesos (unos 400 dólares) libres de polvo y paja.

“No te vayas a emborrachar con tus amigos y a gastar el dinero”, le pidió un día Karina Luna cansada de ver su dinero esfumarse y de verse mal vestida, ella, tan limpia y cuidadosa con su imagen y la de su hija; en cambio, recibió una retahíla de palabrotas y un adelanto sobre los nuevos planes que tenía en mente su pareja: “nos vamos a vivir a Circunvalación”.

La Avenida Circunvalación, a la altura del Centro Histórico, es un nido de vicios en la Ciudad de México entre cantinas de mala muerte, prostitutas y tráfico de drogas. Karina sintió que le faltaba el aire y entonces salió de su boca algo que jamás pensó que diría.

“Ya no quiero estar contigo”.

La transformación
Karina Luna a sus 25 años en un receso entre sus carreras profesionales.
Algunas veces Karina Luna recuerda lo bien que la trató el Estado durante el embarazo en Estados Unidos. “Fue bien bonito”, suspira por el tiempo cuando psicólogas, trabajadoras sociales y enfermeras le daban enseñanzas prenatales y después del parto le enseñaron cómo tratar al bebé, aunque en México también ha sido bien tratada.

“Aquí aprendí a ser más fuerte”, reconoce apenas se sienta para tomar un café y narrar su historia.

Empezó con un curso de Alcohólicos Anónimos que originalmente iba a tomar Jorge, su expareja, pero éste nunca llegó. Ella lo esperaba con su hija y se quedó a escuchar la charla. Así se enteró por primera vez que las personas deben tener proyectos de vida, ser independientes y sentirse bien y lo mucho que ayuda el deporte a visualizar metas.

Un día en el parque vio que la gente que corría ahí parecía feliz y ella comenzó a correr detrás de ellos, imitándolos. Llevaba unos tenis medio viejos, pero se animó a trotar y a conocer el mundo del atletismo, de las carreras, de los entrenadores y los premios.

A la par, siguió con su trabajo de vendedora para mantener a su hija, pero ya no “toreando” a la policía” en el comercio ilegal, sino de casa en casa con productos nutricionales, una inquietud que adquirió en talleres del Sistema DIF del estado y que le da ingresos suficientes para rentar una casa, cuidar a su niña y participar en concursos como corredora fondista en los 5,000 metros.
Karina y su hija Ayumi.
Karina es hoy una promesa del deporte en el Estado de México con tres carreras ganadas (primer Lugar en la afamada del Pavo, patrocinada por la empresa Fud) y buscará representar a su país en el deporte internacional.

¿Un nuevo esposo? No, por ahora no. Y no tiene novio, disfruta estar sola: tiene mucho camino por delante a sus 25 años.

“Para lograr tus propósitos lo primero que tienes que hacer es creer en ti mismo”, dijo recientemente a su padre, con quien hoy tiene una buena relación aunque separados por la frontera.

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