Justicieros, de las redes sociales y los carteles a los linchamientos
Ante el hartazgo de la impunidad contra los delincuentes, la población toma la justicia en sus propias manos
MÉXICO – De frente, con la cara amoratada, se observa a un presunto ladrón de microbuses de la capital mexicana. Detrás, un grupo de cinco justicieros anónimos que se hacen llamar “Barrio de Santa Julia” armados con machetes y armas largas. Todos son protagonistas de una filmación en video que se distribuye en redes sociales como muestra de lo que se puede hacer con los delincuentes.
La ley del talión, la del ojo por ojo y diente por diente que prohíbe explícitamente el artículo 17 constitucional para que nadie haga justicia por su propia mano aunque cada vez con menos éxito.
“(Lo que hacemos es) sólo por el beneficio de nuestras familias. Sólo queremos que los que vengan al mercado a comprar puedan visitarnos tranquilamente”, advirtieron los justicieros que hace poco fueron capturados por la policía pero sentaron un precedente en el barrio.
En los últimos años y cada vez más frecuente, vecinos organizados de diversas colonias se valen de distintos métodos para persuadir a los delincuentes frente a la impunidad que rondan el 98% y una tasa de delincuencia que crecen en promedio un 10% anual en homicidios, secuestro, extorsión y robos, según el Observatorio Nacional Ciudadano.
Al principio de sus acciones contra la delincuencia, las organizaciones vecinales frecuentemente colocan carteles de advertencia sobre las consecuencias que traería a quienes los molesten: el linchamiento. “Si te agarramos te vamos a linchar”, rezan en su mayoría en todo el país. En capital mexicana y la zona conurbada a las norteñas entidades de Sinaloa o las sureñas Puebla y Oaxaca.
Rodolfo Navarrete, presidente del Consejo de Participación Ciudadana en Lomas Verdes, Estado de México, explica que los mensajes son serios y están dirigidos tanto para ladrones como para las autoridades. Además, detalla, los mensajes impresos en carteles (afiches) incluso contienen mensajes subliminales como en la publicidad.
“El fondo rojo de los letreros, es para recordar a dos policías de la Comisión Estatal de Seguridad que fueron abatidos aquí y las letras blancas, es porque queremos recuperar la paz y la tranquilidad de nuestro fraccionamiento”, explicó recientemente a la prensa local poco después de colocar por todo el barrio sus mantas de advertencia.
Las medidas de vecinos y justicieros en contra los malandrines tienen por lo general una amplia aceptación social.
Gerardo de la Cruz, académico de la Universidad Panamericana (UP), afirma que esto se debe a que cada vez es mayor el número de personas tiene miedo porque, aunque no haya sido víctima de algún delito, “sabe de algún vecino, pariente o amigo lo ha sido y siente que la delincuencia está más cerca”.
En junio pasado, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (Ensu) reveló que el 74.9% de la población de 18 años y más consideró que vivir en su ciudad es inseguro.
Frente a esta percepción, cuando no son los vecinos organizados, son los usuarios de redes que hacen uso de la tecnología para llevar sus batallas contra la inseguridad como los justicieros de Santa Julia o un ciudadano que en Facebook se hace llamar “Beto González” en la ciudad de Monclova, Coahuila, que lanzó una campaña en contra de ladrones y autoridades.
“Un saludo Sr. Presidente y señor Victoriano sólo para que están enterados de que vamos a linchar a todo aquel que agarremos robando”, escribió al alcalde y al secretario de Seguridad Pública.
Las autoridades intentan combatir la justicia por propia mano a través de programas como el desarme voluntario (en la CDMX incluso llegan a dar computadoras a cambio de armas) o programas de reintegración de presos reincidentes, pero ninguno de ellos ha logrado disminuir los índices delictivos.
Por lo contrario, las advertencias se convierten cada vez más en hechos reales que llegan hasta la muerte de los presuntos bandidos. De acuerdo con el estudio “Linchamientos en México”, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM): hasta 1995 se presentaba en promedio un caso por año y para 2014 la cifra subió a siete muertes anuales.
La más reciente ocurrió el jueves 17 de agosto en el pasillo 2 de frutas y legumbres letra W de la Central de Abastos. Los comerciantes mataron a golpes a un ladrón de sus clientes. Tenía 22 años.