Los trabajadores cambiaremos la marea de odio

Para quienes vivimos y trabajamos en comunidades de gente de color, el odio blanco y la violencia blanca no nos sorprenden mucho.

Los hechos de Charlottesville dejaron al menos 20 heridos.

Los hechos de Charlottesville dejaron al menos 20 heridos. Crédito: Chip Somodevilla | Getty Images

La violencia de los supremacistas blancos desatada el mes pasado en Charlottesville causó un gran impacto para mucha gente en nuestra nación. El absurdo asesinato de Heather Heyer, los violentos ataques contra otros protestantes pacíficos y los esfuerzos de ahora por poner fin al Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia ha expuesto una peligrosa tendencia subyacente de odio en la arena política y la vida cívica de Estados Unidos hoy día, o por lo menos ha expuesto un odio hacia la gente que no siente odio todos los días.

Para quienes vivimos y trabajamos en comunidades de gente de color, el odio blanco y la violencia blanca no nos sorprenden mucho. Aunque lo de Charlottesville fue dramático, para nosotros no fue algo “salido de la nada”. Más aún, a diferencia de muchos comentaristas de los medios de difusión nosotros no pensamos que el racismo que vimos el mes pasado, o el que atestiguamos todos los días, es nada más cuestión de ignorancia o intolerancia. Aunque los blancos a menudo reaccionan a la defensiva cuando esto decimos, la mayoría de la gente de color ve el racismo como parte integral de nuestro sistema político y económico. Y nos perjudica a todos.

Mientras reflexiono acerca de lo que es el Día del Trabajo y lo que significa para el pueblo trabajador, queda claro que debemos tomar una postura contra el racismo sistémico que está devastando a nuestra democracia.

Para la gente de color, el Día del Trabajo es cuando celebramos el progreso que han hecho muchos trabajadores —incluidos los trabajadores blancos— desde los días de trabajo de servidumbre. Pero también reconocemos que la historia de explotación de nuestra nación no se hace a un lado tan fácilmente. La defensa de la Confederación, tanto en 1861 como ahora, es la defensa de un cierto orden de cosas en el cual unos pocos tendrán la mayor parte de la riqueza y del poder, mientras que al resto se le darán órdenes: a la gente de color, en primer lugar, pero también a los trabajadores de raza blanca.

Nuestro país tiene una muy larga historia de aceptación, fomento y legalización de sistemas de trabajo en los cuales un grupo obtiene ganancias al privar a otros de sus derechos y de su humanidad. Mucha gente de raza negra batalla diariamente para hacer valer sus derechos civiles, económicos y políticos ente la discriminación y la brutalidad policíaca, y no es de sorprender que vean el racismo como parte integral de nuestro país. Los trabajadores inmigrantes tienen también una aguda conciencia de la interacción entre los derechos y la explotación. Intimidados por empleadores que los amenazan con la deportación si se quejan de que haya condiciones laborales peligrosas en las fabricas y los campos, los trabajadores inmigrantes ven la exclusión civil y política como una parte fundamental de las industrias en las que trabajan. Desde la agricultura hasta la construcción, pasando por enormes franjas del sector de servicios, la deshumanización y el acceso desigual a los derechos son parte de un sistema construido en torno a la obtención de ganancias.

El prejuicio racial ha servido bien al poder dividiendo a los trabajadores unos contra otros, lo cual ha deteriorado nuestra capacidad de organizarnos juntos. El resultado: que mientras las comunidades de color han sufrido en particular el daño por el prejuicio racial, todos los trabajadores —incluidos los trabajadores blancos— hemos seguido sufriendo la explotación y la privación de sus derechos humanos.
Consideremos como ejemplo la legislación llamada “del derecho a trabajar” que actualmente está siendo promovida por muchos políticos importantes y por la mayoría de los empleadores del sector privado. Las leyes “del derecho a trabajar” no son, en modo alguno, nuevas en nuestro país, y la primera vez que aparecieron fue en el sur, como una reacción directa a la amenaza de una exitosa labor multirracial organizativa laboral, que estaba confrontando los brutales sistemas de trabajo en la era posterior a la Reconstrucción. Los patrones reconocieron que, si los trabajadores de raza blanca, negra y morena se organizaban y votaban juntos, quienes tenían un poder casi absoluto pronto se encontrarían formando parte de una minoría económica y política. Y no es ningún accidente que esos primeros esfuerzos legislativos por refrenar los derechos de los trabajadores —de todos los trabajadores— se desarrollaran a la par de feroces campañas en contra de los negros.

El doctor King lo dijo así: “La gente negra es casi enteramente obrera. […] Nuestras necesidades son idénticas a las necesidades del movimiento obrero: sueldos dignos, condiciones justas de trabajo, vivienda habitable, seguridad durante la vejez, medidas de salud y bienestar, condiciones en las que las familias puedan crecer, tener educación para sus hijos y respeto en su comunidad. Por eso los negros apoyamos las demandas del movimiento laboral y luchamos por leyes que pongan regulaciones al trabajo. Por eso, el que odia al movimiento sindical y el que provoca al movimiento sindical siempre es virtualmente una criatura de dos cabezas que vomita epítetos contra los negros por una boca y propaganda antisindicalista por la otra boca.”

A raíz de Charlottesville, muchos políticos se han distanciado rápidamente del terror supremacista blanco. Pero esos mismos políticos apoyan expresiones de deshumanización y odio más “moderadas” y están perfectamente dispuestos a despojar al pueblo trabajador de sus derechos civiles y laborales mediante esfuerzos como poner fin al programa DACA. Tanto la legislación “del derecho a trabajar” como las medidas antiinmigrantes y la supresión del voto son todas ellas frutos del sistema de explotación racial que todavía tenemos que conquistar.

En este Día del Trabajo, celebramos a los abolicionistas y a las mujeres sufragistas, a los líderes de derechos civiles y a los activistas del movimiento obrero que lucharon por la promesa de unos Estados Unidos donde seamos verdaderamente libres. Ahora que ha pasado el día feriado y las marchas y protestas han terminado, estos ataques al programa DACA son un adolorido recordatorio de que debemos refrendar nuestro compromiso con la lucha contra la supremacía blanca y por los derechos de todos los trabajadores.

Adanjesús Marín, director de Make the Road PA

En esta nota

Charlottesville Discriminación Racismo
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain