Donald Trump busca aliados de otros deportes en medio del fuego cruzado con NBA y NFL
Con el fútbol americano y el básquetbol bajo protesta, Trump encuentra quien apoye su mandato
Richard Petty se pasea por las pistas de la Nascar con su sombrero texano adornado con plumas, un cinturón con hebilla de metal, su inconfundible bigote y sus anteojos de sol.
Es un vaquero en medio de la velocidad. Aunque ya no corre, como cuando celebró sus 200 victorias junto al ex presidente Ronald Reagan, se mantiene firme junto a los stock cars. Máximo ganador de la categoría, no tiene dudas de qué lado de la grieta deportiva de Estados Unidos se ubica: este fin de semana avisó que despediría a cualquier empleado de su equipo que no respetara el himno.
Fue en el New Hampshire Motor Speedway, el escenario que llenó de satisfacción a Donald Trump. “Muy orgulloso de la Nascar y sus aficionados. Ellos no toleran la falta de respeto a nuestro país y bandera. ¡Lo dijeron alto y claro!”, escribió en pleno desayuno de ayer. Su incontinencia tuitera no conoce horarios.
Por la tarde, la Nascar sacó un comunicado políticamente correcto: destacaron que el deporte tiene “una influencia unificadora”, aunque remarcaron: “En un país de libertades, también podemos expresar pacíficamente nuestra opinión”. Pero la categoría, con apoyos a Trump que van desde los dueños de equipo hasta Brian France, el director general, no fue el único oasis que encontró el presidente en un fin de semana donde las protestas tomaron otra dimensión.
En un fútbol americano convulsionado, Alejandro Villanueva, un gigante de 2,06 m nacido en Mississippi, hizo caso omiso al pedido de los entrenadores de Pittsburgh Steelers de quedarse en el vestuario en el momento del himno y se lo vio a la salida del túnel con el puño en el pecho.
Hijo de un oficial de la armada española, Villanueva tuvo un camino algo diferente al de sus compañeros antes de llegar a la NFL: a los 23 años, y tras jugar en el equipo universitario de la academia militar, fue líder de pelotón de una de las brigadas de combate en Afganistán.
Su legajo muestra más medallas y condecoraciones militares que títulos deportivos, pero su gesto ante el himno retumbó en medio de las protestas de sus colegas. Con el pasar de las horas, Villanueva explicó que sólo quería mirar la bandera de Estados Unidos que tantas veces defendió en sus misiones militares y que cuando empezó a sonar el himno sólo hizo lo que acostumbra hacer: detenerse y llevarse la mano derecha al corazón.
De la vieja guardia de aliados deportivos de Trump, todavía quedan Mike Tyson, Dennis Rodman -amigo de Kim Jong-un, se ofrece como mediador con Corea del Norte- y Jack Nicklaus. Tom Brady, el quarterback de New England Patriots que en plena campaña republicana se paseaba con una gorra roja con la leyenda: “Hagamos Estados Unidos grande otra vez”, empezó a tomar distancia.
Pasó de evitar el tema a defender la protesta de 17 de sus compañeros: “Es parte de la democracia. Y se puede expresar una opinión siempre y cuando sea de forma pacífica y respetuosa”. Shahid Khan, dueño de los Jacksonville Jaguars, se sumó a la protesta que hicieron los jugadores de los Jaguars y de Baltimore Ravens en un partido de la NFL disputado en Londres.
“Fue un honor sumarme a su lucha”, dijo. Y añadió: “Es importante mostrarle al mundo que podemos y debemos estar unidos en el esfuerzo por ser mejores como pueblo y como nación”.
Khan, un multimillonario paquistaní que amasó su fortuna con la empresa de autopartes Flex-N-Gate en Illinois, ya tiene un nuevo mote en la prensa estadounidense: es “el dueño que le donó un millón de dólares a Trump en la campaña y que ahora se convierte en el primero en protestar contra él”.