Política de “EEUU primero” ha enfriado relaciones entre EEUU y América Latina, según expertos

No solo con México, la relación también se ha vuelto más hostil con Cuba y Venezuela, entre otros

El principal enemigo ha sido México con la continua amenaza del muro

El principal enemigo ha sido México con la continua amenaza del muro Crédito: MATTHEW CAVANAUGH | EFE

WASHINGTON – El presidente Donald Trump ganó las elecciones en 2016 con promesas de poner a EEUU y a los estadounidenses en primer lugar, impulsando políticas como la construcción de un muro en la frontera con México o el repliegue de la reapertura hacia Cuba, lo que ha causado tensión y distanciamiento con la región, según expertos.

La victoria de Trump en las urnas el 8 de noviembre de 2016 tomó por sorpresa no sólo a los analistas que habían vaticinado el triunfo de la demócrata Hillary Clinton sino también a expertos que monitorean las relaciones de Washington con América Latina.

Con un mensaje de alto contenido populista y nacionalista, Trump apeló a la ansiedad económica de los estadounidenses, en particular de aquellos que quedaron rezagados por la globalización y el deterioro del sector manufacturero por culpa de la competencia en el exterior.

Sus mensajes de “EEUU primero” y de “recuperar la grandeza” de EEUU (“Make America Great Again”) se entrelazaron con promesas de avanzar los intereses de los trabajadores estadounidenses, culpando a países como México y China por el deterioro de las condiciones económicas en este país.

Así, Trump prometió construir un muro en la frontera con México para atajar la inmigración ilegal y, ante el exilio cubano, se comprometió a revertir las políticas de apertura hacia Cuba de su antecesor, Barack Obama.

Según Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, un centro de estudios políticos en Washington, el sentimiento generalizado en la región es de “incertidumbre” porque la Administración Trump ha demostrado que es “impredecible”, y eso ha generado “un mayor distanciamiento entre EEUU y América Latina”.

“La mayoría de los gobiernos se acomodan y están abiertos a encontrar áreas de cooperación con la Administración Trump. Pero el trato de Trump hacia México, en particular, ha enviado el mensaje a otros gobiernos regionales de que EEUU no es un socio fiable y es capaz de dar un giro en contra de sus aliados”, explicó a La Opinión.

Eso, a su vez, ha acelerado una tendencia que ya había comenzado antes de que Trump asumiera el poder, en el sentido de que América Latina ha profundizado su colaboración e intercambio comercial con China y otros países fuera del hemisferio americano, agregó Shifter.

La política migratoria de la Administración, con su objetivo de deportar al mayor número posible de inmigrantes indocumentados y de restringir el ingreso de refugiados afecta a México y a inmigrantes de Centroamérica, muchos de los cuales han estado amparados por el programa de Acción Diferida (DACA) y el Estatus de Protección temporal (TPS).

Daniella Burgi-Palomino, analista del Grupo de Trabajo para América Latina (LAWG, en inglés),  dijo a este diario que estas políticas “anti-inmigrantes” han sido un “ataque” contra miembros de la comunidad hispana y contra los vecinos países, “que tendrán un impacto a largo plazo en la inestabilidad en la región”.

“Estas políticas de EEUU primero han sido contraproducentes y han carecido de una respuesta equilibrada hacia los derechos humanos en América Latina, enviando la señal de que los derechos humanos solo importan en ciertas circunstancias”, dijo la experta.

MÁS TENSIONES EN LA REGIÓN

Aunque la Administración ha fijado su atención en asuntos como el combate al terrorismo mundial,  la crisis en Medio Oriente, y la amenaza nuclear norcoreana, también ha provocado roces con países en América Latina.

Durante la contienda, Trump prometió construir un muro en la frontera con México para frenar  la inmigración ilegal, financiado por el gobierno de Los Pinos.  También prometió sacar a EEUU del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994 si no se lograba una reforma que beneficiara a los intereses estadounidenses.

En ambos frentes, la Administración Trump ha avanzado a paso lento: el Congreso aún no ha aprobado todos los fondos para el muro fronterizo, cuyo costo asciende a al menos $20,000 millones, pero ya logró la construcción de ocho prototipos en San Diego.

Mientras, las autoridades de EEUU, México y Canadá han realizado varias rondas de negociaciones para reformar el TLCAN, o NAFTA en inglés, pero aún no logran consenso en varios de los asuntos más contenciosos.

La Administración Trump también ha aumentado las tensiones con Cuba, ante acusaciones de que el gobierno de La Habana ha estado detrás de misteriosos ataques “acústicos” sufridos por unos 24 diplomáticos estadounidenses en el país caribeño.

Ya antes de expulsar de Washington a 15 diplomáticos cubanos, debido a ese incidente aún bajo investigación, la Administración anunció durante el verano varias medidas para replegar la reapertura iniciada por Obama.

Aunque ambos países mantienen relaciones diplomáticas y sus respectivas embajadas, Trump anunció en junio pasado restricciones de viajes y del intercambio comercial con la isla, y ha emitido alertas de viaje.

Este repliegue, después de un giro de 180 grados a su anterior política de aislamiento, “es un revés en la vía hacia la normalización de las relaciones con Cuba”, y sólo beneficia a quienes buscan endurecer más el “fallido embargo” hacia la isla, dijo Burgi-Palomino.

Ahora, el futuro de las relaciones entre Washington y La Habana es más impredecible que nunca desde el inicio del deshielo hace casi tres años.

En el caso de Venezuela, la Administración Trump impuso en septiembre pasado restricciones  al ingreso de funcionarios de alto rango del gobierno de Caracas, argumentando que ese país debe fortalecer la cooperación y las medidas de seguridad en el escrutinio de visas.

Venezuela fue incluida en la lista de ocho países con restricciones de viaje a EEUU, casi todos de mayoría musulmana, lo que generó sospechas entre activistas de que lo hizo para camuflar la discriminación contra inmigrantes de esa minoría religiosa. Mientras, la retórica de Washington ha generado acusaciones de injerencia y hostilidad por parte del gobierno venezolano.

Finalmente, la Administración Trump también ha querido mandar un mensaje de “mano dura” en la lucha contra el narcotráfico, en parte por la crisis del abuso de opiáceos en EEUU y por el aumento en la producción de coca en Colombia.

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