Los Ángeles tuvo un Hitler y su lupa estaba puesta en Hollywood

El nazismo no conocía fronteras

El régimen de Adolf Hitler quería controlar la industria cinematográfica de Hollywood para utilizarla como máquina propagandística.

El régimen de Adolf Hitler quería controlar la industria cinematográfica de Hollywood para utilizarla como máquina propagandística.  Crédito: Getty Images

Es una de sus facetas menos conocidas, pero Los Ángeles fue durante un tiempo la ciudad más importante de Estados Unidos para los nazis.

Eran los comienzos de la década del 30 y el régimen de Adolf Hitler en Alemania tenía los ojos puestos en la glamurosa ciudad californiana.

La compleja trama que se desarrolló desde entonces hasta el final de la Segunda Guerra Mundial es propia de una película de espías y estrategas.

El profesor de Historia en la Universidad del Sur de California Steven Ross nos ayuda a desentrañarla.

Nido de extremistas

California se suele considerar el estado más liberal de Estados Unidos. Y por ello llama más la atención que pudiera haber sido nido de nazis y fascistas.

Pero lo era, subraya el profesor Ross, autor del libro Hitler in Los Angeles: How Jews Foiled Nazi Plots Against Hollywood and America (“Hitler en Los Ángeles: cómo los judíos desmantelaron complots nazis contra Hollywood y Estados Unidos”).

Simpatizantes del nazismo celebraron el cumpleaños de Adolf Hitler en la Casa Alemana en Los Ángeles en 1935. (Foto: cortesía Steven Ross)

“Los Ángeles se convirtió en punto central de nazis y fascistas”, dice Ross, y explica por qué:

“Los puertos de Nueva York estaban estrechamente vigilados a comienzos de los años 30. El alcalde de la ciudad Fiorello La Guardia, que era medio italiano medio judío, se propuso no permitir que llegaran nazis a la ciudad mientras él fuera alcalde”, indica el académico.

De hecho, los nacionalistas blancos se referían despectivamente a Nueva York como “Jew York”. Los nazis decidieron entonces utilizar el puerto de Los Ángeles para introducir propaganda, dinero y órdenes secretas.

Otra razón para explicar el interés nazi por Los Ángeles era que tanto Hitler como su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, consideraban que Hollywood era la máquina propagandística más grande del mundo.

“Si querían ganarse a la opinión pública y evitar que la gente se pusiera en contra del régimen, tenían que asegurar que Hollywood no produjera ni una sola película antinazi o antiHitler”, cuenta el profesor.

“Y para garantizar esto, en 1933 mandaron a Los Ángeles al cónsul alemán Georg Gyssling, quien fue muy exitoso en su trabajo”.

Joseph Goebbels instó al cónsul alemán Georg Gyssling a que se asegurara de que ninguna película de Hollywood hablara mal del nazismo ni de Alemania.Joseph Goebbels instó al cónsul alemán Georg Gyssling a que se asegurara de que ninguna película de Hollywood hablara mal del nazismo ni de Alemania.
Joseph Goebbels instó al cónsul alemán Georg Gyssling a que se asegurara de que ninguna película de Hollywood hablara mal del nazismo ni de Alemania. (Getty Images)

Amenaza económica e infiltración en los estudios

El cónsul Gyssling tenía como arma el artículo 15 de la ley de importación alemana que decía que, si algún país producía alguna película denigrante para Alemania, se podía prohibir su difusión en el mercado alemán.

Esta era una seria amenaza ya que el mercado alemán en aquel momento era el segundo más importante de Europa después del británico.

“Los estudios intentaron cooperar con Gyssling todo lo que pudieron porque pensaban que Hitler no iba a durar mucho en el poder”, expone Ross.

Por otro lado, miembros de grupos nazis empezaron a introducirse en los grandes estudios de cine, algo que los directivos ignoraban hasta que Leon Lewis, de quien hablaremos más adelante, se lo contó.

Conspiración para matar

Además de infiltrarse en los grandes estudios de cine, Ross sostiene que los nazis organizaron complots para matar judíos en Hollywood y el sur de California.

“Las tramas más serias fueron dos: una en 1935-36 y la otra al año siguiente, en 1937”, detalla.

“En la primera, la idea era colgar a 20 figuras del cine y la política en Los Ángeles. Después de colgarlos y matarlos, los iban a acribillar a balazos como muestra de su rechazo a los judíos. El propósito era desencadenar una serie de matanzas de judíos por todo el país”.

“Un año más tarde”, continúa Ross, “un fascista británico ideó un plan para colgar a 24 productores, guionistas y actores famosos, entre ellos dos que no eran judíos pero eran afines: Charles Chaplin y James Cagney”.

Ambas operaciones fueron desmanteladas gracias a Leon Lewis y su grupo de ciudadanos espías, que se infiltraron en los dos grupos y lograron frenar los planes.

¿Quién era Leon Lewis?

Lewis era un judío procedente del medio oeste de Estados Unidos que estudió derecho en la Universidad de Chicago. Cuando terminó la carrera, se convirtió en secretario ejecutivo fundador de la Liga Antidifamación (ADL, por su sigla en inglés).

Era 1913 y el trabajo de Lewis consistía en monitorear situaciones de antisemitismo en todo el país.

“Lewis era un hombre muy modesto y nadie se podía imaginar que terminaría convirtiéndose en cerebro de una red de espías”, comenta Ross.

Lewis combatió en la Primera Guerra Mundial y a su regreso retomó el trabajo en la Liga con la intención de expandir su alcance al extranjero.

“En 1921, ningún estadounidense seguía el ascenso de Hitler en Alemania más de cerca que Leon Lewis, era su trabajo”, agrega el profesor.

Años después, Lewis se trasladó a Los Ángeles para retomar su trabajo de abogado, pero cuando los nazis tuvieron su primera reunión pública en julio de 1933, sintió que era el momento de que los grupos de judíos pasaran a la acción.

Red de espías

Como exmilitar, Lewis pertenecía a la Asociación de Veteranos Discapacitados y empezó a asistir a sus reuniones. Allí reclutó a cuatro veteranos y sus esposas que aceptaron infiltrarse en grupos nazis y darle la información a él.

Portada del libro de Steven Ross
El profesor Steven Ross investigó la cuestión de la presencia nazi en Hollywood durante seis años. (Foto: Editorial)

“Lewis pensó que los espías recopilarían datos, recogerían pruebas de complots nazis y les darían la información a las autoridades (policía, sheriff, FBI) para que se encargaran del asunto”, relata Ross.

Sin embargo, para su sorpresa, Lewis no recibió apoyo de las autoridades. Cuando destaparon el primer complot, Lewis acudió al jefe de policía de Los Ángeles y se lo contó.

A los dos minutos de la explicación, el jefe de policía lo detuvo y dijo: “No lo entiendes, los nazis están haciendo lo que tienen que hacer para proteger a Alemania de los judíos. El verdadero problema de Los Ángeles no son los nazis o fascistas sino los comunistas de Boyle Heights“, que era un barrio judío.

Con el alguacil le pasó lo mismo y en la oficina del FBI le dijeron que, sin órdenes del Departamento de Justicia, no tenían autoridad para investigar nad

Por eso Lewis siguió con la operación de espionaje hasta el final de la guerra: en total estuvo involucrado desde 1933 hasta 1945.

Apoyo de los estudios

La misión de Lewis no era barata y, a principios de 1934, se dio cuenta de que se estaba quedando sin dinero. Había dejado la abogacía y le estaba pagando un pequeño estipendio a sus espías, además de los gastos.

Fue entonces cuando acudió a los directivos de los grandes estudios para pedirles respaldo financiero.

Mantuvieron una reunión secreta en marzo de 1934 en un club de Los Ángeles en la que Lewis expuso lo que estaban haciendo los nazis y cómo estaban metidos en sus estudios.

El abogado consiguió varios cientos de miles de dólares al año, en el equivalente al dinero actual, y eso le permitió continuar con su operación.

Paralelismo con el presente

Los espías que se unieron a su misión eran veteranos y sus familias.

“Lo interesante es que cuando Lewis acudió a ellos, la mayoría de los espías eran cristianos, con pocas excepciones”, recuerda Ross. “Los soldados que reclutó habían luchado por su país y creían que, si eras estadounidense, no importaba que fueras judío, irlandés, negro, católico o lo que fuera”.

Pensaban que era antiestadounidense que los nazis llegaran a este país con amenazas y dijeran qué grupos estaban bien y cuáles no”.

Para el profesor de la Universidad del Sur de California, existe cierto paralelismo entre esa reacción y lo que está pasando en la actualidad en EEUU.

“Los estadounidenses de ahora se enfrentan a la misma cuestión que los de los años 30: ¿qué hacer cuando los grupos de odio salen de la clandestinidad y las autoridades gubernamentales parecen complacientes o cómplices?

“La respuesta es sencilla: cada ciudadano se tiene que mantener vigilanteSi el gobierno se va a mantener al margen y no va a hacer nada, nos corresponde a nosotros alzar la voz, actuar y proteger a otros estadounidenses”.

Para Ross, eso es lo que hizo Lewis con su grupo de espías y con su acción evitó grandes tragedias.

(Por Beatriz Díez  / @bbc_diez)

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