Pastores ayudan a nicaragüense que busca asilo a dejar la detención migratoria

Han apoyado a una docena de refugiados a recuperar su libertad de ICE, y a reunificarse con sus familias

Después de casi tres meses de detención, el nicaragüense Marlon Álvarez fue puesto en libertad por las autoridades de migración, para pelar su caso de asilo. (foto suministrada).,

Después de casi tres meses de detención, el nicaragüense Marlon Álvarez fue puesto en libertad por las autoridades de migración, para pelar su caso de asilo. (foto suministrada)., Crédito: Foto suministrada

Después de casi tres meses en detención migratoria, el inmigrante nicaragüense Marlon Álvarez fue puesto en libertad tras el pago de una fianza, lo que le permitirá pelear su asilo político al lado de su familia en California.

“Me sentí emocionado, con unas ganas inmensas de llorar. No lo creía. Fue una alegría muy grande ver a mi tía Scarlett que fue a recibirme al aeropuerto”, dice Marlon de 28 años.

El muchacho estuvo detenido en el Centro de Procesamiento de ICE (Servicio de Migración y  Control de Aduanas) del condado de Otero, en Texas. El sábado 10 de noviembre arribó al aeropuerto de Ontario donde fue recibido por la pastora Ada Valente y su esposo, el pastor Melvin Valente, de la Primera Iglesia Bautista de Maywood, quienes lo ayudaron a salir libre.

Scarlet Herrera, la tía de Marlon, vino desde San Francisco con su familia a recibirlo.

Un día después de arribar a Ontario, Marlon partió a San Francisco con su tía, quien le dará techo durante el tiempo que se lleve su proceso de asilo.

Marlon Álvarez fue recibido en el aeropuerto de Ontario por la pastora Ada Valente , su tía Scarlett Herrera y su familia. (foto suministrada).
Marlon Álvarez fue recibido en el aeropuerto de Ontario por la pastora Ada Valente , su tía Scarlett Herrera y su familia. (foto suministrada).

El escape

“Salimos un grupo de ocho jóvenes de Nicaragua el 15 de agosto. Llegamos el 24 de agosto a Ciudad Juárez. El ICE me dejó libre el 9 de noviembre. De mis compañeros no volví a saber nada”, cuenta Marlon.

El trabajaba de taxista en Nicaragua. Vivía con su madre y dos hermanos. La represión que el gobierno de su país ejerce contra los jóvenes lo obligó a salir, dice

“Nos están atacando por manifestarnos contra el gobierno. Los jóvenes ya no tenemos tranquilidad. Somos perseguidos. Yo participé enviando víveres a los estudiantes que se atrincheraron en la universidad”, confía.

Las cosas andan mal en Nicaragua, asegura.

“A nuestros pensionados les ha quitado ayuda médica. El porcentaje del salario que le daban se lo están reduciendo.  No es justo. Tantos años de trabajo para tener una pensión cuando estas en la vejez, y para que te la quiten”, comenta.

“El gobierno manejó la caja chica del seguro social y acabaron con esos fondos, y quieren recuperarlos con el dinero ahorrado de los abuelos y padres pensionados. Esa es la gota que derramó el vaso. Empezamos a luchar y nos empezaron a reprimir con la policía nacional”.

Marlon Álvarez recibe un fuerte abrazo de su tía Scarlett Herrera al arribar al aeropuerto de Ontario, California. (Foto suministrada).
Marlon Álvarez recibe un fuerte abrazo de su tía Scarlett Herrera al arribar al aeropuerto de Ontario, California. (Foto suministrada).

Jóvenes en peligro

Cuenta que hay muchos jóvenes desaparecidos que se ha llevado la policía. “Se vive un ambiente muy tenso. Al gobierno no le gusta que uno participe en las marchas, ni se manifieste. Ellos quieren dar la mejor cara al mundo. Dicen que todo está tranquilo, pero es mentira. Quieren reprimirnos, meternos miedo. Nos echan a la policía, nos desaparecen, nos toman presos, nos torturan”, externa.

En su caso, dice que lo amenazaron varias veces. “Me dijeron que si me agarraban en las marchas, me podían matar, que yo iba a ser el próximo. Tome la decisión de salir huyendo. Ya sabemos de lo que es capaz este gobierno”, dice.

El grupo de jóvenes al que se unió para dejar Nicaragua decidió salir a través de las veredas para no ser detectados. “El gobierno está limitando las salidas del país. Al llegar a Honduras, tomamos un autobús. En México nos dieron un permiso de 15 días para permanecer ahí. Viajamos directo a Ciudad Juárez”,  recuerda.

“El viaje fue pesado. Pasamos sueño y hambre”, dice.

El día 24 de agosto decidieron entregarse a las autoridades de migración en el puerto de entrada de Ciudad Juárez. “Nos entregamos mal. No sabíamos el proceso. Nos metimos a territorio estadounidense en lugar de ir a la garita. Pensamos, ¡qué alivio, llegamos a Estados Unidos! Cuando vimos una patrulla de migración, corrimos a entregarnos y pedimos protección. El oficial que nos atendió nos detuvo por entrar ilegalmente”,  sostiene.

Marlon y sus acompañantes estuvieron una semana en una cárcel federal. Después los separaron. A él, le hicieron una entrevista de miedo creíble, requisito para solicitar el asilo político, y lo enviaron al Centro de Detención Otero, en Texas.

“Ahí viví una experiencia que no le deseo a nadie. La comida es tan mala que a veces no quieres ni comer. No tienes privacidad. En los baños, hay una cámara arriba que capta todo. La atención médica y el trato son malos. Uno viene huyendo de su país, luchando por salvar su vida,  y aquí vienes a recibir maltrato”, se lamenta.

Marlon Álvarez, una imagen tomada por él mismo cuando vivía en Nicaragua. (foto suministrada).
Marlon Álvarez, una imagen tomada por él mismo cuando vivía en Nicaragua. (foto suministrada).

Su defensa

Detenido en Otero, Texas, el nicaragüense dice que llamaba desesperado a tu tía Scarlett para pedirle que lo ayudara a salir libre. “Ella consultó tantos abogados. Algunos le pedían mucho dinero. Yo empecé a orar y pedirle que le pusiera un ángel a mi tía para que me sacaran de esa cárcel”, relata.

Un mes después de estar encerrado, llegaron unos pastores y sacerdotes al centro migratorio de Otero. “Ellos pusieron a mi tía en contacto con la pastora Ada Valente. Ella no dudó en ayudarnos. Nos puso un abogado. Entre todos logramos que el juez me diera una fianza baja, de 5,000 dólares. Entre la pastora y mi tía consiguieron el dinero para la fianza”, recuerda.

El jueves 8 de noviembre, Marlon fue dejado en libertad en el aeropuerto de El Paso, Texas. “Ahí pase la noche en espera del vuelo que me traería a Ontario”, dice.

Marlon afirma que se siente muy agradecido con la pastora y su fundación We Care, con su tía, y sus patrocinadores.

Le estoy pidiendo a Dios que me den el asilo”, sostiene.

Revela que quiere estudiar y trabajar para ayudar a su madre que está en Nicaragua. “Ella está bien porque trabaja en una Iglesia, y ahí se lleva metida. Ese es su refugio”, comenta.

“Yo me veo en mi futuro, con el asilo político ganado y como un hombre preparado, con una ingeniería en sistemas”, externa.

Pero mientras sus sueños se cumplen, no oculta su felicidad.

“Gracias a Dios, estoy libre y a salvo. Si me hubiera quedado en Nicaragua, tal vez ya estaría muerto”.

Apoyo a refugiados

La pastora Valente dice que lo más difícil del caso de Marlon fue conseguir que no le dieran una fianza alta porque luego fijan unas hasta por 15,000 dólares.

“Después de lograr reunir los 5,000 dólares de la fianza, tuvimos que conseguirle patrocinadores. Tiene que ser alguien que gane más de 25,000 dólares al año, y ser ciudadano o residente permanente. La mexicana María Mayorga y su esposo Francisco Mayorga, un nicaragüense, no me dejaron terminar de explicarles, cuando aceptaron ser patrocinadores de Marlon”, explica.

En total, la Primera Iglesia Bautista de Maywood y la Fundación Care, creada por los pastores Ada y Melvin Valente han ayudado a 13 inmigrantes a dejar la detención al pagarles la fianza. “Tenemos en proceso otros 20 que están detenidos”, detalla.

La liberación de inmigrantes ha sido posible con el apoyo de abogados de inmigración que cobran cantidades bajas, como Nohemí Ramírez. “Nosotros hacemos la abogacía, pero para ir más allá y liberar a los inmigrantes que buscan refugio, necesitamos el apoyo de abogados”, subraya la religiosa.

La pastora Valente dice que se han enfocado en ayudar a los inmigrantes que buscan asilo debido a su experiencia traumática. “Vienen huyendo del hambre y la pobreza de sus países a pedir refugio a Estados Unidos y terminan presos recibiendo un trato inhumano”, resalta.

Como iglesia, a los pastores y religiosos, asegura que les toca restaurar emocionalmente a los inmigrantes cuando salen de los centros de detención. “Somos una comunidad terapéutica. Nos toca levantarlos espiritualmente”, dice.

Su esposo, el pastor Melvin, quien recién fuedeclarado libre de cáncer tras haber sido diagnosticado en etapa 4 el año pasado, y quien recibió un pronóstico de tres años de vida, dice que ayudar a los inmigrantes pobres que buscan refugio ha sido su mejor medicina.

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