Menor que venía en caravana centroamericana entra al país, pero lo retienen en albergue

Su madre vive en el norte de California, y a él lo mandan hasta la Florida

años que viene en la Caravana Centroamericana, llegue con bien a la frontera sur. (Foto suministrada)

Verónica Aguilar, espera ansiosa que su hijo de 15 años que viene en la Caravana Centroamericana, llegue con bien a la frontera sur. (Foto suministrada) Crédito: Foto suministrada

Algunos de los integrantes de la caravana centroamericana que llegaron a Tijuana en busca de asilo político en Estados Unidos, han comenzado a ser aceptados por las autoridades migratorias, pero está retenidos en centros de detención o albergues para menores, como es el caso del hijo de Verónica Aguilar.

Los niveles de ansiedad y estrés que ha vivido esta madre salvadoreña en los últimos meses no cesaron cuando su hijo de 15 años se entregó en la frontera sur y pidió asilo político.

“Desde hace dos semanas lo tienen en un albergue en Florida. Pero él es un muchacho muy hiperactivo y está muy desesperado por salir. Está cansado y aburrido”, cuenta Verónica.

El adolescente de 15 años se entregó a las autoridades de migración en San Ysidro a finales de noviembre.

“Lo tuvieron detenido como 4 días. Luego se lo llevaron a la Florida. Él se desespera cuando ve niños en el albergue que llevan ahí cuatro meses. Tiene miedo. Piensa que le puede pasar lo mismo, y ya no aguanta”, dice su madre.

Cuenta que puede hablar por teléfono con su hijo dos veces a la semana. “Me dice que les dan muy poca comida, y se queda con hambre. Eso sí, me dice que pasan casi todo el día en la escuela”, comenta Verónica, quien por el hilo telefónico se escucha decaída de ánimo.

“En ratos me siento muy tensa con la situación. Yo pensaba que mi hijo y yo íbamos  pasar juntos la Navidad”, comenta.

Travesía

El hijo de Verónica fue parte de la caravana centroamericana que viajó a través de México con la idea de llegar a la frontera sur y pedir asilo político en Estados Unidos.

En una entrevista con La Opinión en noviembre, describió la travesía en la caravana como muy dura. Comían de lo que la gente les daba en el camino. Tanto que la abuela del muchacho, de 54 años de edad, se unió a la caravana para no dejar al nieto solo durante el trayecto.

El muchacho, cuyo nombre no quiere ser revelado por su madre, se unió a la caravana en la ciudad mexicana de Tapachula.

La propia Verónica emigró a Estados Unidos en octubre de 2017 para solicitar asilo político. Salió libre después de siete meses de estar detenida por las autoridades de migración en el Centro de Detención Musick del condado de Orange con un grillete electrónico en el tobillo.

Ella dijo que la gente no sale de sus países por gusto. “Honduras y El Salvador están considerados entre los países más violentos del mundo. Uno se cansa de vivir mal. Nuestros gobiernos no tienen capacidad para hacer nada. Vivimos con miedo de que un día le vayan a poner una pistola en la cabeza, y por no saber si vamos a tener un plato de comida”, señaló.

Y lamentó que las oportunidades para el asilo sean pocas. “Las autoridades de migración no creen en la violencia de nuestros países. No creen que parte de lo que estamos viviendo sean las consecuencias del apoyo que el gobierno de Estados Unidos ha dado a los gobiernos de nuestros países. Ellos apoyaron al ejército durante la guerra civil  de El Salvador y el golpe de Honduras”, externa.

Verónica fue acogida por una familia anglosajona en la ciudad de Pinole, en el norte de California, que han sido sus patrocinadores. “Ellos no solo me han dado un techo, sino que me han hecho parte de la familia. Me siento bendecida. Cuando mi hijo salga libre, va a vivir con nosotros”, expresa.

Dice que decidieron que su hijo se uniera a la caravana por el miedo a que le pasara algo. “Él casi no salía de la casa, solo iba a la escuela. A veces me quería acompañar al centro. Yo le decía, ‘ni se te ocurra’. Los pandilleros le han arrebatado a los padres a muchos adolescentes”, dijo.

Cuenta que su hijo le pide que vaya a visitarlo a Florida. “ Yo que más quisiera, pero no puedo ir porque el boleto de avión es muy caro. Él insiste y me dice que cuando vaya  le lleve una barra de chocolate”.

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