Editorial: El testimonio de Cohen

El testimonio público que dio Cohen ante un panel de la Cámara de Representantes tenía el fin de aclarar las especulaciones que rodean a Trump

Michael Cohen, exabogado de Donald Trump

De estar al frente de todos los asuntos legales de Donald Trump, Michael Cohen pasó a convertirse en uno de sus principales detractores. Crédito: Justin Lane | Wikimedia Commons

Michael Cohen, el exabogado personal de Donald Trump, sabe cómo trabaja el hoy Presidente. Él realizó el trabajo sucio del magnate. Y éste no tuvo muchos escrúpulos, con tal de ser visto como un vencedor.

No es que el candidato presidencial republicano haya confabulado con el líder ruso Vladimir Putin para ganar la elección de 2016. ¿Sería capaz de hacerlo? Cohen dijo que sí, a la pregunta de una legisladora. Pero fue una especulación.

Precisamente, el testimonio público que dio Cohen ante un panel de la Cámara de Representantes tenía el fin de aclarar las especulaciones que rodean a Trump.

El exasesor legal testificó sobre lo que vio y lo que hizo en relación a la conexión con Rusia, a los pagos destinados a comprar el silencio de las amantes de Trump, y al supuesto uso ilegal de fondos de la Fundación Trump.

El testimonio fue contundente en asegurar que Trump sabía de antemano que WikiLeaks iba a revelar mensajes hackeados para perjudicar a Hillary Clinton. Que el Presidente dirigió el pago a la actriz porno Stormy Daniels hecho por Cohen y reembolsado por el Presidente a plazos -incluso con cheques firmados por él desde la Casa Blanca.

Estas revelaciones pueden complicar la situación legal del Presidente. O pueden ser solo una mancha más al tigre. Después de todo, la confirmación de que el presidente estadounidense faltó a la verdad ya no sorprende, viniendo del mandatario estadounidense más mentiroso de la historia.

Pero la credibilidad de Cohen tampoco está asegurada. En poco tiempo irá a prisión por tres años a cambio de haberse declarado culpable de evasión de impuestos, mentir a instituciones bancarias, mentir al Congreso y por contribuciones ilegales de campaña. Solo los últimos dos cargos están ligados a acciones tomadas para defender a Trump.

Cohen parece haber sido el abogado de ideal de Trump para limpiar sus negocios ilíticos. Se puede decir que uno se merece al otro.

Sorprende que los legisladores republicanos no intentaron defender la integridad de Trump, que fue arrastrada por el suelo. Su única y coordinada respuesta fue desprestigiar repetidamente al testigo con afirmaciones estridentes, ironía y hasta burla.

El colmo fue cuando un legislador usó la presencia de una asistente afroamericana para demostrar que la simpatía de ella por Trump negaba los ejemplos usados por Cohen para afirmar que el Presidente es un racista. ¡Lo que es no comprender el racismo!

No se necesita más que seguir las acciones y comentarios de Trump, antes y durante la presidencia para deducir que es un “racista”, “estafador” y “tramposo”.

Son palabras muy duras para definir el ocupante de la Casa Blanca de quien lleva más de 10 años a su lado siguiendo sus deseos y sus códigos. Cohen ya se despegó de él, ahora le toca al país.

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