Espera de 25 años por residencia, vale la pena porque incluye a esposa

Queda fuera de una petición familiar de su madre por tener 18 años, y debe esperar más de dos décadas para ajustar su estatus

Francisco González junto a su esposa Guadalupe Vargas y sus hijos Jenry y Jaylin. / foto: Aurelia Ventura.

Francisco González junto a su esposa Guadalupe Vargas y sus hijos Jenry y Jaylin. / foto: Aurelia Ventura. Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinión

Francisco González Cruz tuvo que esperar casi 25 años para hacerse residente de los Estados Unidos, pero la larga y angustiosa espera valió la pena porque la tarjeta de residencia le llegó no solo a él sino a su esposa quien también era indocumentada.

Ahora la alegría se ha apoderado de la pareja que se anda riendo sola con su tarjeta de residente en la mano, soñando con una vida mejor en el país en el que han vivido la mayor parte de su existencia.

“Veo la tarjeta y no lo creo. ¿Será posible?”, se pregunta Guadalupe Vargas, esposa de Francisco. “Estamos felices, pero todavía con dudas”, expresa. “Hasta que no vayamos a México, lo voy a creer”, dice Guadalupe quien sueña con regresar a su natal Jalisco para encontrarse con la familia a la que no ha visto por 25 años.

Francisco Gonzalez y su esposa Guadalupe Vargas ríen felices por tener ya una residencia en los Estados Unidos que los pone en camino de hacerse ciudadanos en cinco años. (Aurelia Ventura/La Opinion)

Francisco y Guadalupe están casados y son padres de dos hijos Jenrry de 12 años y Jaylin de 17 años.

Francisco de 42 años de edad vino de Nayarit, México en 1995 a los Estados Unidos, cuando ya había cumplido los 18 años. Su madre Elena Ruiz, residente del país, solicitó su residencia y la de otro hermano menor a través de una petición familiar. Francisco no calificó por ser mayor de edad. Así que tuvo que esperar en la fila migratoria para hacerse residente, lo cual significó permanecer en las sombras por décadas.

Su esposa Guadalupe llegó en 1994 de Jalisco, México. En 1997, ella y Francisco se conocieron en Los Ángeles, dos años después se juntaron y formaron una familia.

Durante estos años, Francisco fue a ver a varios abogados y notarios, pero no le daban ninguna esperanza de arreglar su situación migratoria.

Francisco González y Guadalupe Vargas se casaron después de 20 años de unión y procrear dos hijos. (Aurelia Ventura/La Opinion)

Cuando su madre se hizo ciudadana en 2005, le entró de nuevo el apuro por obtener sus papeles. Sin embargo, no pasó nada.

Hace dos años escuchó en la radio hablar del abogado en migración Eric Price, y cuando supo que había sido fiscal de migración, decidió pedirle una consulta.

“Cuando fui a sus oficinas, me dijeron que tenía que volver a comenzar de nuevo el proceso. Yo me desanimé y me fui, pero cuando iba saliendo, me llamaron. Después de una junta entre abogados del equipo de Price, decidieron que estudiarían mi caso, y en 15 días me darían una respuesta”, recuerda.

Pasada la fecha, regresó y la oficina de migración aceptó tomar su caso. Después de pedir todos sus antecedentes a través de una solicitud de información de gobierno (FOIA), le pidieron que se casara con su compañera para solicitar la residencia de ambos en un mismo paquete de petición. Hace dos años, Francisco y Guadalupe quienes le habían rehuido a formalizar su relación a través del matrimonio, pese a tener dos hijos, decidieron contraer nupcias. De no haber hecho la petición juntos, Guadalupe hubiera tenido que esperar un poco más por su residencia.

Francisco González y Guadalupe Vargas han disfrutado mucho saberse residentes permanentes de los Estados Unidos. (Aurelia Ventura/La Opinion)

Esta semana, a Francisco y a Guadalupe les llamaron para avisarles que había llegado su tarjeta de residencia permanente.

Espero tener más beneficios y ganar más con el permiso de trabajo”, dice Francisco quien se dedica a la construcción. “Ya vamos a poder viajar a México. Antes evitábamos viajar para no arriesgarnos”, comenta.

Revela que su plan es portarse muy bien y acatar las leyes de Estados Unidos para solicitar la ciudadanía en cinco años. “Siempre lo he hecho, pero ahora con más ganas”, expresa.

Francisco Gonzalez muestra a su madre Elena Ruiz su tarjeta de residencia. No podían estar más felices. (Aurelia Ventura/La Opinion)

La madre, un factor decisivo

Un factor clave para que Francisco y su esposa Guadalupe pudieran obtener la residencia fue Elena Ruiz de 74 años, la madre de Francisco.

“Yo tuve que firmar la petición”, dice Elena quien confiesa que vivía mortificada porque de todos sus hijos, Francisco era el único que estaba indocumentado.

“Me siento muy contenta de que mi hijo ya tenga la residencia. Tenía miedo de morirme y no poder ayudarlo. Si yo faltaba, no había firma para la petición. Ahora ya me puedo ir tranquila”, dice feliz.

El abogado en migracion, Eric Price comenta que la lección de este caso, es que nada se pierde con revisar una petición abierta en inmigración sin importar cuánto tiempo hace que se sometió.

“Algunas veces es solo darle seguimiento, o corregir algunos errores de origen para que se desencadene un resultado feliz como en el caso de Francisco y su esposa Guadalupe”, expone.

Eso sí, advierte que deben buscar un buen abogado en migración, experto en leyes federales, y evitar a los notarios públicos.

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