Editorial: Guantánamo, una afrenta

Hasta cucándo seguirá abierta esta prisión

Celdas de castigo de Guántanamo.

Celdas de castigo de Guántanamo.  Crédito: JIM WATSON/AFP/Getty Images

La prisión en la Base Naval de Guantánamo es una afrenta a los derechos humanos. Es un capítulo vergonzoso de la Guerra contra el Terrorismo que debe cerrarse de una vez por todas.

La idea de que hay crímenes tan horribles que merecen ser castigados con décadas de encierro, a pesar de no haberse declarado la culpabilidad de la persona, se opone a todos los valores de una respetuosa de los valores del individuo. Hasta la persona más despreciable tiene su oportunidad de ser acusado, de defenderse y de que se declare su culpabilidad o falta de ella.

La Suprema Corte de Justicia pudo intervenir en el caso del detenido yemení Moath Hamza Ahmed al Alwi, detenido en Paquistán en diciembre de 2001, alojado en la isla de Cuba desde entonces. Los magistrados rechazaron el caso. El juez Stephen Breyer escribió que en algún momento el Alto Tribunal tiene que decidir “si el Congreso autorizó y si la Constitución permite la continua detención dado la duración y otros aspectos relevantes al conflicto”.

Es lamentable que los jueces se nieguen a intervenir. Esta no es la primera vez que le llegan casos procedentes de Guantánamo. En 2008 la Suprema Corte determinó que los presos tienen el derecho legal de ir ante el juez a desafiar la legalidad de su detención y solicitar su liberación. Durante los últimos 10 años el Alto Tribunal rechazó subsecuentes apelaciones de los detenidos.

Los procesos judiciales autorizados por la Suprema Corte hoy están paralizados por las disputas ante la negativa del gobierno de proveer a la defensa documentación secreta, ante testimonios obtenidos con la tortura. Se gastaron $1,500 millones de dólares en casi 20 años. El Pentágono solicitó $88,5 millones de dólares para construir rampas para sillas de ruedas en la prisión ante el envejecimiento de los detenidos.

Los ataques terroristas del 2001 desencadenaron, acciones, leyes y decisiones al calor de las emociones. Uno de ellos fue la base naval de Guantánamo para encerrar a los “peor de lo peor” tal como se definió en su momento. No todos fueron los peores, y de los cientos de personas que pasaron por allí, hoy quedan 40, incluso Khalid Shaik Mohammed, sospechoso de ser el cerebro de los ataques.

La idea era tenerlos en un limbo legal, sin derechos ni protección alguna. Ya es hora de asumir la responsabilidad.

El expresidente Obama quiso cerrar la prisión. Declaró en 2014 el fin de las operaciones de combate. Ordenó el cierre y las opciones para trasladar a los detenidos. El Congreso se negó a traerlos a Estados Unidos. La administración Trump extendió la vida de la prisión por 25 años más y trató sin éxito llevar a la base a los detenidos del Estado Islámico.

La prisión de Guantánamo es un desprestigio internacional para nuestro país. Es una pérdida de dinero y una vergüenza que ya debe clausurarse.

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