El intimidante muro con el que Roma marcó la frontera entre la civilización y la barbarie

El Muro Antonino fue la frontera que dividió el imperio Romano de las tierras bárbaras de Escocia. ¿Por qué se abandonó? ¿Qué queda de él?

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Crédito: Steven Scott Taylor / Alamy Stock Photo

El Muro de Adriano, la antigua maravilla que serpentea a través del norte de Inglaterra, suele acaparar toda la atención cuando se trata de las fronteras de la Gran Bretaña romana.

Y no es de extrañar: con su poético contorneo por las laderas y sus fortificaciones, ofrece una vista espectacular.

En su apogeo alcanzaba los 4 metros de altura y se extendía por 117 km, de los que hoy todavía quedan unos impresionantes restos con grandes porciones del muro de piedra original aún intacto.

Su presencia, sin embargo, ensombrece la verdadera frontera que los romanos, esos astutos conquistadores que construyeron uno de los imperios más grandes del mundo en el siglo II d.C., edificaron unos 160 km más al norte.

Es fácil entender por qué persiste la idea errónea de que los romanos nunca fueron más allá del Muro de Adriano, y mucho menos llegaron a Escocia.

En definitiva, parece más natural pensar que detuvieron su incursión en la línea tangible que atraviesa las regiones británicas de Northumberland y Cumbria.

Después de todo, los romanos vivieron en los alrededores del Muro de Adriano durante casi 300 años, defendiendo los límites de su imperio y asentándose en la región.

Muro de Adriano

Trevor Hunter / Alamy Stock Photo
El Muro de Adriano, en el norte de Inglaterra, aún mantiene intacta su fascinación.

Pero el límite más noroccidental de Roma está lejos de allí: fue el Muro Antonino el que, aunque brevemente, ostentó el título de la frontera más remota del imperio.

Me crié en Edimburgo, por lo que tenía este antiguo monumento muy cerca de casa. La verdad es que no estaba muy consciente de su presencia, lo cual es asombroso si tenemos en cuenta que se trata de una gran hazaña de la ingeniería.

El Muro Antonino se extendía unos 60 km a través del centro de Escocia, desde el Fiordo de Forth hasta el Fiordo de Clyde. Lo construyeron los legionarios que estuvieron allí hace casi 1.900 años.

Actualmente es uno de los 6 lugares Patrimonio Mundial de la Unesco de Escocia, aunque podría decirse que es el menos conocido.

Esto puede deberse, en parte, al hecho de que, a diferencia de su muro hermano al sur, no hay mucho “muro” que ver.

Originalmente era una barrera hecha de tierra y arcilla, de 3 metros de altura y 5 de profundidad. Su diseño era similar al del Muro de Adriano -salpicado de fortalezas, portales y torres de vigilancia-, pero al Muro Antonino nunca se le añadió piedra en la misma medida, por lo que quedan menos restos.

Actualmente, y a diferencia de las partes sólidas que quedan del Muro de Adriano, los restos del Muro Antonino son, principalmente, unos montículos inconexos.

La falta de estatus del Muro Antonino también se debe a su corta vida útil. Aunque su año de finalización sigue siendo objeto de debate (se cree que se acabó de construir entre el 142 d.C. y el 150 d.C.), en general se acepta que esta enorme estructura fue abandonada dos décadas después.

Una demostración de fuerza

Lo que es seguro, como me explica la doctora Louisa Campbell, becaria postdoctoral en Arqueología en la Universidad de Glasgow, es que el muro fue una demostración de fuerza, “una presencia física masiva y que requirió mucha mano de obra”.

“Lo más probable es que el muro se percibiese como una estructura intimidante y una imposición hostil, ya que separaba a grupos que se remontaban a muchas generaciones”, afirma Campbell.

Y añade: “es poco probable que a los lugareños les pareciese bien”.

En realidad no sorprende si se piensa que estos lugareños residían en una tierra gobernada por guerreros y tribus que Roma no logró dominar.

Y es que a pesar de varias incursiones e incluso algunas relaciones comerciales mutuamente beneficiosas, Caledonia, el término romano para las tierras no conquistadas del norte, siguió siendo la piedra en el zapato de varios emperadores.

El Muro Antonino marcaba los límites de lo que Roma consideraba civilización.

Además, fue una medida fuera de lo común.

“Las fronteras artificiales eran bastante inusuales en el mundo romano, ya que el ejército se movía según límites naturales como ríos o montañas”, explica el doctor Fraser Hunter, el curador principal de las Colecciones Romanas del Museo Nacional de Escocia, en Edimburgo.

Y añade: “Por lo tanto, el Muro Antonino arroja luz sobre los intentos del imperio Romano por controlar los límites de su mundo”.

Así, cuesta disipar la especulación sobre por qué abandonaron el muro.

“Se trataba de una frontera difícil del imperio”, afirma Hunter. “En parte por el paisaje, en parte por la hostilidad que encontraron en algunos lugares, pero también por la logística, ya que tener ese muro significaba ampliar las líneas de suministro“.

Campbell concuerda con él. “Las presiones en otras partes del imperio, unos lugareños poco receptivos, un terreno complicado y las condiciones ambientales probablemente contribuyeron a la decisión de Roma de retirarse del Muro Antonino y reforzar la frontera anterior, el Muro de Adriano“, asegura.

“Una colección excepcional”

La historia del Muro Antonino no se perdió del todo. El Museo Hunterian de la Universidad de Glasgow alberga una exposición permanente sobre él, que cuenta con antiguos objetos cotidianos, desde zapatos de cuero, joyas y monedas hasta piedras talladas que marcaban el final de cada una de las partes del muro.

Campbell, quien trabajó en muchas de estas exposiciones romanas, lo considera “una colección excepcional de artículos”.

Además, hay 47 sitios marcados a lo largo de la ruta para los viajeros, a pesar de la falta de restos de piedra del muro. Decidí planear una ruta en automóvil desde Edimburgo para no perderme nada.

Seguro que será interesante: para empezar, la ruta del muro cubre gran parte del territorio que fue el corazón de la Revolución Industrial Escocesa.

Luego, las ruinas corren paralelas a algunas de las principales arterias de la región, como la principal línea ferroviaria entre Edimburgo y Glasgow, lo que demuestra que este tramo sigue siendo tan importante hoy como lo fue para los romanos.

Hace la primera parada unos 40 km al oeste de Edimburgo, en la ciudad de Falkirk, llena de restos del muro. De hecho, el parque Callendar contiene una parte generosa de la muralla y la zanja, y me ofrece el primer vistazo al Muro Antonino.

También se puede visitar una pequeña exposición sobre su historia supervisada por el arqueólogo local Geoff Bailey.

Muy cerca de ahí se encuentran Watling Lodge, donde se puede ver fácilmente la zanja, y Rough Castle. Los restos de este antiguo fuerte se consideran la joya de la corona del Muro Antonino, y se puede acceder a él fácilmente por un sendero.

Aunque Rough Castle fue el segundo fuerte más pequeño a lo largo del muro, es evidente desde el primer instante por qué es tan venerado: su escala es impresionante.

Y ahí, en una zona húmeda cubierta de musgo que mira hacia el oeste de Escocia, no pude evitar preguntarme cuán lejos de casa debieron sentirse esos legionarios en este sitio con mal tiempo y ante la hostilidad de unos nativos malhumorados.

Unos kilómetros más al oeste, llego a Seabegs Wood. Aquí todo gira alrededor de la Vía Militar, la carretera ancha y recta que discurría detrás del muro y cuyos restos aún se pueden ver.

Trece kilómetros más adelante, un corto paseo por una empinada colina me revela por qué Bailey afirma que la zona de Croy Hill era “visualmente la más atractiva”. Además de que las vistas hacia el oeste son espléndidas, los dramáticos riscos muestran dónde se cortó la zanja a través de la roca, toda una hazaña hace casi dos milenios.

Otra parada muy cerca, en Bar Hill Fort. “Es un lugar de una belleza excepcional”, afirma Campbell. “Es el punto más alto del Muro Antonino y ofrece unas impresionantes vistas panorámicas del paisaje circundante”.

El punto culminante, sin embargo, está en el suelo de un pequeño parque escondido en una concurrida calle principal del acomodado barrio de Bearsden, solo unos kilómetros al noroeste de Glasgow.

Detrás de un muro bajo se encuentran los restos más sustanciales de una casa de baños romana, un lugar -ahora rodeado por una urbanización de 1970- donde los legionarios se relajaban.

Por supuesto, este recorrido para conocer el Muro Antonino fue solo una introducción. Me dio una idea de qué buscar y me mostró cómo encontrar restos puede ser adictivo.

El Muro Antonino dejó un legado de intriga, arqueología, historia, caminatas y actividades, prueba suficiente de que fue, durante un tiempo, una frontera fundamental del poderoso Imperio Romano.

“El muro es un hermoso ejemplo de los esfuerzos de Roma por controlar lo que hoy es Escocia y los desafíos que enfrentó el imperio”, asevera Hunter.

“Fue un experimento, un ejercicio de ingeniería a gran escala para tratar de separar los mundos romanos de los no romanos”.

Puedes leer el artículo original en inglés en BBC Travel


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