Los maestros lo saben: el desamparo entre los niños está creciendo

En todo el país, las cifras del desamparo entre los alumnos son las más altas de la historia.

María Castellanoz ha enseñado en la primaria Sherwood por 22 años.

María Castellanoz ha enseñado en la primaria Sherwood por 22 años.  Crédito: David Rodriguez/The Californian | Cortesía

María Castellanoz, maestra de tercer grado en Salinas, siente un olor a kerosene. La lleva de regreso a su infancia en un campamento de trabajo de inmigrantes. Sus padres calentaban la casa con una lámpara de kerosene. Cuando hacía mucho frío, el padre movía la lámpara de cuarto en cuarto para que su familia no sufriera.

Al igual que muchos que están en la primera fila del trabajo con niños, Castellanoz es a menudo la primera en percatarse que uno de los alumnos en su clase no tiene casa. O que está viviendo en condiciones precarias de hacinamiento.

Según un informe nacional dado a conocer en enero, la falta de vivienda entre estudiantes jamás ha sido tan alta. Pero los activistas dicen que una de las principales razones del aumento es que los maestros y otros funcionarios escolares son más conscientes que antes del problema, y que están mejor preparados para identificar a los niños “homeless”.

Cuando era niña, Castellanoz y sus cuatro hermanas se amontonaban en un dormitorio de su casa de dos ambientes. Los padres dormían en otro y su hermano menor utilizaba una pequeña habitación para dormir.

Con los años, el techo comenzó a gotear incesantemente. La familia de ocho personas terminó pernoctando en literas en una sala del inmueble. Finalmente, los propietarios de la vivienda decidieron demolerla. Castellanoz aún pasa por ese campamento en el East Bay, solo para recordar de dónde vino y con qué están lidiando sus estudiantes.

La experiencia hizo de ella una experta en identificar a estudiantes que viven en similares condiciones de hacinamiento.

Un récord de desamparo

Las escuelas públicas han identificado a un millón y medio de niños desamparados en el ciclo escolar 2017-2018. Esto es un incremento de 11% con respecto al año anterior, de acuerdo con un informe dado a conocer este enero por el Centro Nacional de Educación del Desamparo (NCHE, por sus siglas en inglés), una agencia federal.

Una pequeña parte de estos estudiantes carecen de refugios y viven en automóviles, parques, las calles o estaciones de autobús. Este segmento se ha duplicado en un año. La cantidad de niños sin casa en refugios de emergencia o viviendas transitorias bajó en 2%, en tanto que subió en 17% el número de los que pernoctan en moteles. Finalmente, el número de estudiantes que viven por breves períodos con otros – por ejemplo, si fueron evacuados de sus casas – subió en un 9% anual.

Sin embargo, una auditoría estatal de noviembre de 2019 encontró que las escuelas del Estado Dorado presentaron un número por lo menos 37% más bajo que el real en el período escolar 2017-2018.

Un reciente estudio de UCLA, por su parte, halló que más de 200,000 alumnos en California viven en condiciones de desamparo. De todos los condados, Santa Barbara fue la primera. El 12% de sus estudiantes informaron vivir en condiciones que califican como desamparo bajo la ley McKinney-Vento.

El condado de Monterey tiene el segundo número más alto de alumnos “homeless”. De los 77,954 que estudian allí, 6,764, que representa casi 9%, cumple con la definición oficial de indigencia.

Según el criterio contenido en la ley McKinney-Vento, son desamparados la mitad de los estudiantes de la escuela Sherwood en Salinas, en donde Castellanoz impartió enseñanza primaria durante 22 años. Así lo informó Cheryl Camany, encargada del Centro de Recursos de la Familia del distrito. Allí, las famlias “homeless” reciben comida, ropa y ocasionalmente un juguete.

“De a poco, puedo comenzar a identificarlos”, dijo Castellanoz. “Comienzas a atar cabos”. Según Camany, ha habido un incremento en el número de alumnos que se identifican como sin hogar en este ciclo escolar. Muchos de ellos también dicen que su condición es peor que la que tenían el año pasado.

“Los padres dan a conocer más información sobre sus condiciones de vida. Nos dicen que están viviendo en un automóvil. O en el refugio. Sin agua, con moho, sin electricidad ni agua corriente”, dijo Camany. “Hasta ahora”, agregó, “no lo revelaban, por temor a que la ciudad o las autoridades, o el departamento de Salud, se enteren”.

Camany cree que la población de estudiantes sin casa crece por una crisis de vivienda de precios razonables, y una población de trabajadores del campo que ocupan los cuartos disponibles en hoteles y moteles. Todo ello empuja a las familias a entrar en una sola habitación de una casa o un departamento.

El “Plan de Vivienda y Acción para Trabajadores del Campo” de los valles de Salinas y Pajaro, muestra que más de 91,000 campesinos vivían y trabajaban en los condados Monterey y Santa Cruz en 2016.

“Necesitan trabajar. Necesitan venir cada temporada a esta región para trabajar”, dijo Camany. “Esto está relacionado con la dificultad de hallar unidades de renta asequibles, y con la carencia de habitaciones en los moteles o los hoteles, durante la temporada. Son el tipo de moteles a los que nuestras familias sin casa irían. Y los refugios están colmados, todos ellos, con listas de espera”.

Los maestros reconocen a los niños sin casa

Donna Smith, coordinadora para niños y jóvenes desamparados en la Oficina de Educación del Condado de Monterrey, dijo que el crecimiento en el número de “homeless” se debe, parcialmente, a que los trabajadores del condado y los maestros hacen una mejor tarea en la identificación de estudiantes con problemas de alojamiento.

Para ello, las escuelas priorizan entrenar a aquellos que interactúan con los estudiantes de manera diaria. Por ejemplo, docentes, secretarios de oficina y empleados de las cafeterías. Además, la oficina de educación del condado ha simplificado el proceso requerido para reportar la información, al requerir que los padres den información acerca de las condiciones de vivienda al comienzo del año escolar, o cuando sus hijos cambian de escuela.

Si los estudiantes pierden sus casas durante el año, depende del cuerpo docente darse cuenta de los cambios en el comportamiento, el aseo, el hambre o la concurrencia de los alumnos.

‘Duermo en la sala de recibimiento’

Otros se dan cuenta que un alumno no tiene hogar con base en declaraciones, sean intencionales o no, de los niños. Castellanoz se entera a través de sus escritos, de sus entradas en el archivo diario, dijo. A veces, alcanza con decirles “cuéntame de tus actividades fuera de casa”, para que un alumno le diga que jamás sale de su casa porque vive en un departamento demasiado concurrido. Si se le dice “describe tu dormitorio”, quizás nos demos cuenta de que el estudiante no tiene dormitorio, o que escriba “duermo en la sala de recibimiento”.

“Muchos de ellos no sienten que son “homeless”, no lo van a decir”, dijo Castellanoz. “Pero viven con dos o tres familias más”.

Cuando Smith llegó a su puesto actual en agosto pasado, dijo que, se habían identificado como desamparados a 9,907 niños del distrito. “Y el número sube año tras año”, agrega. “Todos están trabajando muy arduamente para ayudar a esas familias”.

“Estamos haciendo mejor que antes el trabajo de identificar a estudiantes sin hogar. Pero la mayoría de nuestros alumnos viven con varias familias, porque carecen de medios o por una crisis”.

Smith observa que el aumento en el índice de desamparo coincide con el aumento en el costo de la vivienda y en los alquileres. “Muchas familias sin casa trabajan, pero no les alcanza para comprar una vivienda o para pagar un depósito de alquiler y el primer mes juntos”, dijo. “Es muy difícil para ellos conseguir esa suma”.

Para ayudarle a identificar a los estudiantes, Castellanoz utiliza sus propias experiencias. Luego se asegura de que los niños reciban lo que necesitan. Comparte los relatos de su infancia con sus alumnos, para que se sientan más seguros y compartan los suyos con ella. Eso le ayudó a conectarse con sus alumnos y a producir una mejor experiencia en el aula de enseñanza.

“Hay niños que se quedan dormidos en la clase. Yo les dejo dormir”, dice. “Necesito que estén descansados. Quizás puedan funcionar correctamente el resto del día”.

“Me regresa a mi infancia”, repite Castellanoz. “Por eso comprendo su desamparo. No tienen control sobre la situación”.

Kate Cimini es periodista multimedia para The Californian. Este artículo es parte de  The California Divide, una colaboración entre salas de redacción que estudia la desigualdad de ingresos y la supervivencia económica en el estado de California

Si quiere leer el artículo en inglés, oprima aquí…

En esta nota

maestros niñez Pobreza

Suscribite al boletín de Los Ángeles

Recibe gratis las noticias más importantes de Los Ángeles diariamente en tu email

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y Google Política de privacidad y Se aplican las Condiciones de servicio.

¡Muchas gracias!

Más sobre este tema
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain