Víctima del coronavirus: Era padre, abuelo y un jugador de futbol en un equipo de veteranos

Para Héctor Germánico de 67 años, viajar en transporte público pudo ser letal.

Héctor Germánico Madrid / Cortesía

Héctor Germánico Madrid / Cortesía Crédito: Aramis Madrid Durán | Cortesía

Aramis Madrid Durán dice estar segura de que su papá se contagió de COVID 19 al viajar en el transporte público de Tijuana.

El señor Héctor Germánico Madrid Espinosa “se cuidaba mucho, usaba cubrebocas, se fijaba en lo que tocaba, pero tenía que usar el transporte público –a veces atestado— porque no tenía carro”, dijo su hija.

El municipio de Tijuana apenas ordenó este martes que desde ahora los pasajeros de transporte público deben de llevar puesta una mascarilla o los choferes les pueden negar el servicio.

Una medida que se tardó en llegar al municipio que registra más muertes en México, de acuerdo con un estudio que divulgó este martes la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El reporte de Epidemiología dice que el 6 de junio, fecha del estudio, la moralidad por COVID 19 en Tijuana alcanzó una tasa del 30.1 por ciento, “tres veces más alta que en el resto del país”.

Las muertes por la pandemia en Tijuana, 668 hasta este martes, de acuerdo con un informe del secretario estatal de Salud, Alonso Pérez, son ya 2.5 veces las que registra todo el condado de San Diego con una población que equivale a 270 por ciento la población de Tijuana.

En un ambiente así, especialmente si mucha gente no cree que la pandemia es real, “es difícil no enfermar en el transporte público”, dijo Aramis Madrid con un tono de tristeza.

El señor Héctor Germánico, un mecánico automotriz jubilado de 67 años, comenzó sentirse mal el 2 de mayo. Su hija lo llevó a buscar algún médico de los que regularmente atienden en farmacias, para que le recetara algo para síntomas de tos, dolor de garganta y calentura.

Héctor aparece con su hija Aramis. /Cortesía

Sin encontrar ayude de algún médico cercano, el señor prefirió que lo llevaran a una clínica de seguridad social donde le dijeron que “aquí no atendemos nada de coronavirus”, y lo enviaron a su casa sin decirle que a unas millas de ahí, en el Hospital General, podrían ayudarle.

A don Héctor lo revisó un par de médicos, el segundo le recetó antibióticos, analgésicos y nebulizaciones, y ordenó que le tomaran radiografías de pulmones.

Para entonces descartaban que tuviera COVID 19 porque su tos no era seca, como la experimentan muchos enfermos con coronavirus, sino que tosía con flemas.

Con el tratamiento y la ayuda de sus familiares y amigos, el señor parecía recuperarse, por lo menos en ánimo, recuerda su hija.

Don Héctor “era jugador de futbol en un equipo de veteranos, y sus compañeros de equipo y amigos le llamaban en video llamadas, y eso lo ponía de buenas”, dijo Aramis.

Pero por el resultado de las radiografías y que don Héctor expresaba molestia y su orina ya era muy distinta, el médico determinó que el señor tenía neumonía.

“El médico nos dijo que le hiciéramos la prueba del COVID 19 antes de decidir internarlo en el Hospital, porque, nos dijo, si tiene neumonía pero no COVID 19, en el hospital se va a contagiar y va a agravar”, recordó Aramis.

Pero para esas fechas, alrededor del 4 de mayo, “los resultado de las pruebas de COVID tomaban por lo menos siete días”, platicó Aramis.

Héctor estaba lleno de vida. / Cortesía

Su papá estaba aislado en una recamara en su casa y empeoraba. Unos días después, cuando don Héctor sentía una sed incontenible y el médico prohibía que le dieran líquidos, fue que cambiaron de parecer y decidieron buscar la oportunidad de internarlo.

Para entonces don Héctor tenía mucho líquido en los pulmones y la enfermedad le afectaba otros órganos del cuerpo.

En el Hospital General, sin celular ni forma de comunicación, don Héctor le pedía a una enfermera que llamara por teléfono al celular de Aramis, el único número que recordaba.

“Con la enfermera me mandaba decir que estaba bien, que estaba estable, que no nos preocupáramos”, platicó Aramis, “mi papá todo el tiempo estuvo muy estable, muy consciente”.

Don Héctor falleció el 11 de mayo, cuando la pandemia comenzaba a arreciar en Tijuana. Unas horas después a su correo electrónico llegaban los resultados de la prueba de COVID 19, que confirmaban que estaba contagiado.

Aramis piensa que en el acta de defunción indicaron que pereció por COVID 19, neumonía e hipertensión.

“No hay algo en particular que recordemos de mi papá; lo recordamos todo”, dijo su hija.

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