Comerciante zapatero: “La pandemia retrasó mi marca, pero no la cancela”
Más de dos décadas vendiendo zapatos a los trabajadores esenciales de Los Ángeles
A pesar del fuerte golpe económico que el coronavirus le asestó a su pequeño negocio zapatero al obligarlo a cerrar por dos meses y medio, José Montañez está firme en lanzar su marca de productos de piel “Zapatería Montañez” en unos cuantos meses.
“La pandemia retrasó mis planes, pero no los canceló. Seguimos adelante y calculo que en tres meses, podremos estar vendiendo zapatos, chamarras y botas de trabajo con la etiqueta Zapatería Montañez”, dice el comerciante.
José es un inmigrante de León Guanajuato, México que empezó vendiendo calzado a crédito en su camioneta por distintas ciudades del condado de Los Ángeles. Se estacionaba donde hubiera grupos de mexicanos trabajando, abría la cajuela de su vehículo y mostraba sus botas de trabajo y las vaqueras.
Así estuvo dos años hasta que hace casi 20 años, en el 2001, abrió la Zapatería Montañez en el sur de Los Ángeles.
Todo comenzó cuando a José lo invitó un primo a venir a Los Ángeles por el año 1980.
“Yo estaba bien en León. Pertenezco a familias de artesanos zapateros que hacían todo a mano. Estuve yendo y viniendo a Los Ángeles, hasta que me casé y me quedé aquí”, recuerda.
Como muchos inmigrantes hizo de todo en sus primeros años para ganarse la vida. “Fui lavaplatos, trabajé en un taller de pintura de tráileres, vendí oro y plata, pero dejé la joyería porque la gente no me pagaba. Entonces me metí a la venta de calzado de México que es más noble”.
En 2008 abrió la Zapatería Montañez en las calles 42 y Central del sur de Los Ángeles. En la actualidad, se encuentra al sur de la calle Broadway en el 4305.
“La mayor parte del calzado lo traigo de León Guanajuato, México; pero cuando se me complican las cosas, recurro a comprar en unas bodegas en Los Ángeles que lo importan de allá”, explica.
José dice que de la zapatería ha salido suficiente para mantener a su familia, pero aclara que el negocio tiene sus altas y bajas. “Durante la pandemia estuvimos cerrados dos meses y medio. Sobreviví gracias a que mi esposa trabaja en el Hospital Kaiser y me ayudó con la renta del local porque del gobierno no obtuve ningún apoyo”.
Realmente abrieron hasta mediados de junio porque las protestas contra la brutalidad policiaca los obligaron a cerrar de nuevo, cuando apenas acababan de reiniciar tras el cierre obligado por la crisis de salud.
Este comerciante zapatero de 58 años de edad tiene tres hijos: Andrés, un sargento en el ejército estadounidense; su hija Alejandra que vive en México; y en la casa familiar queda su hija menor, Cristina. “Tengo cuatro nietos”, dice orgulloso.
José comenta que la pandemia del coronavirus ha reducido sus ventas en 60%. “Yo vendo cintos, bolsas, huaraches, sombreros, chamarras, zapatos de vestir e industrial y botas vaqueras, pero ahorita la gente no está comprando lujos. Mis clientes son albañiles y jardineros que vienen a comprar calzado industrial solamente”.
¿Cómo ha podido sobrevivir una pequeña zapatería de un inmigrante mexicano por tantos años, frente a las grandes corporaciones y ahora a la pandemia?
“Aparte de que mis productos vienen directamente de León, Guanajuato, yo les doy a mis clientes una atención personalizada. Y la gente me regatea, me pide un mejor precio. Por ejemplo, hay quienes dicen, déjamelos en 40 dólares. Yo accedo porque no tienen dinero o se les ve la necesidad. Esas rebajas directamente del dueño no las van a encontrar en las grandes tiendas donde el precio es fijo”.
Agrega que busca los mejores costos para su calzado para a su vez ofrecer precios económicos a sus clientes.
El sueño de José no es solo tener su propia marca Zapatería Montañez sino abrir una segunda zapatería en las ciudades de Ontario o Chino en el condado de San Bernardino, California.