La pasión por la cocina lleva a dueño de restaurante a sobrevivir COVID-19

Inmigrante mexicano no se da por vencido frente a las adversidades

Orvelín Parra sobrevive a la crisis de salud de COVID-19. (Cortesía Orvelín Parra)

Orvelín Parra sobrevive a la crisis de salud de COVID-19. (Cortesía Orvelín Parra) Crédito: Cortesía

A Orvelín Parra, la necesidad económica lo hizo dejar su pueblo en Mocorito, Sinaloa, México para emigrar a Estados Unidos.

Más de tres décadas después no se puede quejar. Su propio restaurante Mariscos Mocorito en la ciudad de Orange, ha sobrevivido a dos crisis, la inmobiliaria de 2010 y la de la pandemia del coronavirus, este año.

“Yo llegué a este país en 1989. Solo venía por un año, pero me fui quedando”, recuerda.

Al poco tiempo de llegar al área de San Bernardino conoció a Lily, una paisana de Culiacán, Sinaloa con quien se casó y tiene tres hijos.

Orvelín Parra ha extremado las medidas de limpieza durante la pandemia. (Cortesía Orvelín Parra)

Su primer empleo en la jardinería duró seis meses; y de ahí, se fue a trabajar a los restaurantes de comida internacional.

“Empecé lavando platos, luego me hicieron encargado de la cocina, cocinero, supervisor. Yo era quien hacía todo el trabajo”.

Al darse cuenta de sus habilidades para la industria restaurantera, se animó a asociarse con un pariente para abrir un restaurante de mariscos, pero al poco tiempo decidió lanzarse por su propia cuenta.

“Me independicé porque ya tenía entre 35 y 36 años de edad; y empecé a pensar en mí. ¿Por qué no hacerlo si tenía toda la pasión por la cocina?”.

El 20 de abril, en plena pandemia, cumplió 10 años y medio con su restaurante de Mariscos Mocorito.

“Cuando lo abrí estaba en pleno apogeo la crisis inmobiliaria de 2010. Todo mundo me decía que no era el momento, pero yo siempre he confiado mucho en mi; y decía, bueno hay crisis, pero la gente sigue comiendo”.

Orvelín Parra gastó todos sus ahorros para recuperarse de la pandemia. (Cortesía Orvelín Parra)

Orvelín no niega que los primeros años fueron muy difíciles. “El restaurante estaba en un lugar medio escondido. No tenía permiso de cerveza. Se me complicó mucho, pero salimos adelante”.

Los primeros dos años y medio de apertura, dice que su esposa Lily, su hermana Mirna y él, no tuvieron descanso alguno.

“Apenas dos años después, pude contratar al primer empleado. No había dinero para hacerlo antes”, reconoce.

Al principio, admite que parte de su éxito fue regalar comida en los lugares cercanos. “Les llevaba ceviche y cocteles para que los probaran. Les gustó y empezaron a venir a comer al restaurante. Algunos cuando entraban, me preguntaban si vendíamos comida mexicana. Cuando respondía que eran mariscos como que se desilusionaban, pero al probarlos, la cosa cambiaba”.

Tacos de marlin. (cortesía Orvelín Parra)

A Orvelín, la pandemia de COVID-19, le pegó una buena apaleada a sus ingresos. “De 20 empleados, descansé como a 12 por 3 o 4 meses. Ya gracias a Dios los he vuelto a llamar, y contraté a otros nuevos porque algunos ya cuando los busqué, tenían otros empleos”.

En la actualidad, las autoridades de salud solo le permiten llenar el restaurante al 25% de su capacidad y poner mesas en la banqueta para los comensales.

“Ha sido muy duro. Cuando pegó más fuerte la pandemia, las ventas se nos cayeron 70%. Compraban únicamente para llevar, y solo era ceviche, ni un platillo caro, ni cerveza. ¡Fue espantoso!”.

Cuando les autorizaron poner mesas en las aceras y servir comida a la cuarta parte de la capacidad del restaurante, dice que sus clientes regresaron.

Los trajo el antojo. Me decían que se morían por comer ceviche, pero tenían miedo al virus y no querían salir”.

Los mariscos de Orvelín Parra. (Cortesía Orvelón Parra)

Orvelín dice que con la contingencia sanitaria, la gente se acostumbró a comprar comida para llevar.

“Entre las órdenes para llevar, el servicio en las mesas de la banqueta y en el interior, a solo 25% de la capacidad, estamos regresando a como estábamos antes de la pandemia”.

El sinaloense considera que ha sido la consistencia y la perseverancia lo que le ha permitido salir avante en medio de dos crisis, la inmobiliaria y la de salud con el coronavirus.

“Nos ayuda mucho que todo está fresco, el marisco y las verduras. Manejamos un menú de solo 12 platos,  ceviche, cocteles y tacos de pescado, camarón y marlín”.

Orvelín Parra con su esposa Lily y su hermana Mirna arrancaron Mariscos Mococorito hace más de 10 años en Orange. (Cortesía Orvelín Parra)

Al abrir sus Mariscos Mocorito, comenta que le apostó a que su negocio estaría dirigido a atraer clientes originarios del estado de Sinaloa, pero empezaron a llegar de todas partes de México y otros países. “Les gustó nuestra comida”.

En esta etapa en la que aún no estamos del todo a salvo de COVID-19, Orvelín reconoce que se siente más presionado por cumplir con los protocolos de salud. “Estoy siempre vigilante de la limpieza, que los empleados se laven las manos y revisar que las mesas mantengan la distancia social”.

Orvelín Parra no se rinde a las adversidades. (Cortesía Orvelín Parra)

Aunque manejar un restaurante, y más en medio del coronavirus, es mucho trabajo de manera constante, dice que está contento. “Si tuviera que empezar de nuevo, lo volvería a hacer”, dice Orvelín, un hombre a quienes sus amigos consideran que se ha hecho a base de mucho esfuerzo.

Aparte de su espíritu emprendedor, es conocido por su generosidad. La maestra Rosa Higuera, líder del Grupo “Mocorito Granito de Oro” creado para ayudar al municipio de Mocorito en Sinaloa, dice que cada vez que se ocupa de ayudar a alguien, no le tiembla la mano para meterse la mano a la billetera. O si se ocupa de prestar su restaurante, para alguna actividad caritativa para sus paisanos, lo cede sin problema alguno.

De niño fue bolero, trabajó en la dulcería del cine del pueblo. Siempre ha sido muy trabajador, ordenado, un padre ejemplar, y con muy buen corazón; y no le gusta que se sepa que ayuda“.

Los Mariscos Mocorito se encuentran localizados en: 320 E. Katella Ave. Orange, California. 92687. Abren de domingo a jueves de 10 a.m. a 8 p.m.; y vienes a sábado de 10 a.m. a 9 p.m.

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