Trabajadores esenciales en Los Ángeles honran a sus difuntos

En las oficinas del sindicato Local 770 de la UFCW montaron un altar de muertos para recordar a quienes perdieron la vida durante la pandemia.

Altar en honor a los trabajadores esenciales.

Altar en honor a los trabajadores esenciales.  Crédito: Jorge Macías | Impremedia

El altar de muertos que fue edificado en las oficinas del sindicato UFCW Local 770 contiene las fotografías de al menos una docena de trabajadores esenciales de supermercados, farmacias y empacadoras de carne y alimentos que perdieron la vida durante la pandemia de COVID-19.

“Mi esposo y yo habíamos pensado en retirarnos juntos; él apenas tenía 47 años”, dijo Delia Covarrubias, quien no ha podido recuperarse de la muerte de su esposo Javier, quien murió el 24 de mayo, a causa de la enfermedad de COVID-19, que contrajo cuando trabajaba en la carnicería de Gelson’s Market.

Nikki Garrido apunta a la fotografía de su pareja por 30 anios, Cruz Garrido Ocampo, (J. Macías)

“Él siempre preguntó porque no les daban mascarillas para protegerse; yo quisiera que las compañías supieran que somos humanos, no números”.

Javier, quien era un aficionado a las motocicletas y disfrutaba del senderismo, padecía de diabetes, una condición médica subyacente que agrava los estragos de COVID-19. Además de dejar a una mujer viuda, su partida dejó en la orfandad a tres hijos: Jessica, Javier y Juliana.

En las oficinas sindicales hay también una exposición de 1,308 cubrebocas que simbolizan a miembros del Local 770 de la Unión Internacional de Trabajadores Comerciales y de la Alimentación y sus seres queridos que han fallecido a lo largo de la pandemia. Las mascarillas se encuentran junto a un gran altar decorado con fotos, sarapes, flores de papel y pan dulce con ajonjolí que rinden homenaje a los miembros sindicalizados que fueron impactados por COVID-19.

Delia Covarrubias (d) recordó a su esposo Javier, quien fungía como enlace sindicalista en Gelson Market.

En punto de las 2:20 de la tarde del lunes, los participantes en la inauguración del altar de muertos guardaron un minuto de silencio, a modo de recordar a los ya 225,634 fallecidos en Estados Unidos durante la pandemia.

“Nosotros lloramos en comunidad y en comunidad nos apoyamos unos a otros”, dijo a La Opinión el padre Tom Carey, vicario de la iglesia de la Epifanía, Resistencia Sagrada de la Diócesis de Los Ángeles, quien dirigió una oración por el descanso eterno de los fallecidos. “Yo he aprendido de los latinos el proceso de honrar a los muertos”.

El memorial es el más grande altar dedicado a los trabajadores esenciales en Los Ángeles y permanecerá en las oficinas del sindicato UFCW hasta el 6 de noviembre, en el 630 Shatto Place en Los Ángeles. Los visitantes que deseen colocar objetos en el altar deberán seguir los protocolos de distancia social y traer puesta una mascarilla.

John Grant, presidente de los 31,000 miembros de UFCW Local 770 declaró a La Opinión que la muerte de los trabajadores de la unión nunca debió haber sucedido.

“Las causas principales son el racismo y la explotación sistemática en el país”, dijo Grant.

Al 7 de septiembre, en Estados Unidos habían fallecido 238 trabajadores de primera línea, casi 29,000 estaban infectados o expuestos a COVID-19 en los sectores de alimentos y atención médica.

Nikky Garrido, de origen portugués, lloró al recordar a su pareja de 30 años, el mexicano Cruz Garrido Ocampo, quien falleció en agosto pasado en Iguala, Guerrero, a causa de COVID-19.

“Cruz era muy activo; era un activista y delegado sindical a quien le gustaba ayudar a su gente de su pueblo como con la construcción de escuelas y un panteón donde nunca se imaginó que allí quedaría”, narró Nikki. “Era un gran trabajador y tenía un gran corazón”.

Por su parte, Jackie Mayoral, de 55 años, quien trabaja en una tienda Ralphs y es sobreviviente de COVID-19, expresó que llegó a pensar que moriría.

“Tuve fiebre, intensos dolores de cabeza, sufría de alucinaciones”, recordó Jackie, quien estuvo aislada por 14 días en el hogar que comparte con su pareja, Rima. “Aparte de la enfermedad, también tenía miedo de contagiarla a ella, y más porque es una sobreviviente de cáncer”.

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