Deportado regresa para luchar por su residencia y reunificarse con su familia
Estuvo casi un año en El Salvador tras una deportación ilegal
A Sidney Henry Zelaya Múñoz, lo tachaban de loco y se reían él, cuando deportado en El Salvador, platicaba que iba a regresar a Estados Unidos, y a casi un año de su deportación, logró lo que él mismo muchas veces creyó imposible, volver para reunirse con su esposa y su hija.
“Mi abogada y mi esposa siempre me pidieron que mantuviera la fe y la esperanza”, dice feliz.
La pesadilla migratoria de Sidney Henry comenzó el 27 de febrero del año pasado, cuando a las cinco de la mañana fue detenido por agentes del Servicio de Migración y Aduanas (ICE), afuera de su casa en Anaheim, al disponerse a ir a su trabajo de electricista.
“Unos tres días antes, con el pretexto de que mi carro era robado, ya me había detenido un agente del ICE en la carretera, pero yo no me quise bajar del carro”, recuerda.
Cuando lo arrestaron y le hicieron una deportación exprés a El Salvador, dice que se sintió frustrado. “Lo único que pensé es que había perdido a mi familia. A El Salvador llegué sin un centavo. No tenía a nadie que me apoyara. Fue algo muy duro”.
De 42 años de edad, Sidney Henry llevaba más de 15 años de haber emigrado de El Salvador a EE.UU. cuando fue arrestado por ICE. El 16 de noviembre de 2005, había cometido el error de no presentarse a una corte de migración, lo que resultó en una orden de deportación, explica su abogada en migración, Frances Arroyo.
Cuenta que cuando el ICE arrestó a Sidney Henry, desesperada, su esposa fue a verla porque varios abogados habían rechazado atenderla. Su oficina de inmediato presentó una moción para reabrir su caso ante un juez de migración y prevenir su deportación.
“La moción fue aprobada por el juez de migración el 9 de marzo de 2020, pero nuestra celebración no duró mucho cuando nos enteramos que al siguiente día, el ICE lo había puesto en un avión rumbo a El Salvador, a sabiendas de que habíamos ganado y que era ilegal deportarlo”.
Sidney Henry regresó a El Salvador a pocos días de que estallara la pandemia de COVID-19 en Estados Unidos y que el mundo cambiara para siempre. “Los consulados en El Salvador cerraron por completo, y él se quedó injustamente atrapado por casi un año, aún cuando el ICE admitió que su deportación fue inapropiada”, dice la abogada Arroyo.
Sin embargo, después de meses de pelear por el regreso del salvadoreño al país, la abogada consiguió su retorno. “Lo regresaron el 24 de diciembre, pero en lugar de dejarlo disfrutar la Navidad con su familia, lo volvieron a detener en medio del más grande repunte de casos de COVID en California”.
Sidney Henry recuerda que él venía feliz en el avión. Lo que nunca imaginó es que a su arribo, lo iban a estar esperando los oficiales de migración para volverlo a encerrar. Cuando los agentes del ICE, lo llevaban esposado por los pasillos del Aeropuerto Internacional de los Ángeles (LAX), se topó con su esposa y apenas lograron abrazarse y darse un beso entre lágrimas, mientras era apresurado por los oficiales.
Esos días bajo custodia de ICE, lo llevaron a la depresión y a sufrir problemas de salud. “No podía ni ir al baño. El estrés me afectó los intestinos. Estaba traumado”.
Después de una batalla cuesta arriba con el ICE, durante una beligerante audiencia, fue liberado tras pagar una fianza de $5,000 el miércoles 5 de febrero.
“Su regreso ha sido un milagro porque pelear una deportación no es fácil, y menos cuando estás frente a un gobierno tirano como era el de Trump. Pero nosotros teníamos las evidencias de que fue una violación a la ley; y le advertimos al ICE que si no lo regresaban, íbamos a demandar”.
Una vez lograda la reunificación con su esposa, la abogada explica que van a ir a juicio antes un juez de migración para solicitar la residencia de Sidney Henry, en base a que su esposa es ciudadana, y que el reingreso al país fue a través de una entrada legal.
“A mi se me vino el mundo encima cuando detuvieron y deportaron a Sidney. Me sentí muy triste y angustiada. Me vi sola sin apoyo. Se quiebra todo cuando hay una separación en la familia. No le deseo a nadie vivir esa experiencia”, dice Aída.
“Cuando a él lo detuvieron, llevábamos dos años de casados; y cuando lo regresaron lo mandaron al Imperial Regional Center en San Diego donde estuvo 45 días. Por el COVID no lo podía visitar, pero hablábamos todos los días por teléfono. Era la única manera de mantenerlo con sanidad mental en ese peligroso encierro”.
Al reunirse la semana pasada, Aída y Sidney Henry lloraron como niños. “Yo me he pasado llorando toda la pandemia por su deportación, pero ahora las lágrimas eran de alegría por estar juntos. Aunque nos tacharon de locos, y nos decía que mi esposo nunca regresaría, que ya estaba deportado, lo logramos y estamos felices”.
Sidney dice que su prioridad es arreglar su estatus migratorio, disfrutar más a su esposa y a su hija de 8 años que procreó en un matrimonio previo. “Tal vez hay más personas que están pasando por lo mismo que yo. Les pido que tengan fe, pero que también busquen a un buen abogado”.