Líder proinmigrante supera el miedo a Ciudad Juárez y logra la residencia en EE.UU.
'Todavía no me lo puedo creer', dice Salvador Candia Mosso, quien vivió semanas de intensa angustia por no saber si regresaría con su familia
Salvador Candia Mosso estaba tan emocionado cuando un oficial del Consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez, le dijo que su residencia en Estados Unidos había sido aprobada, que salió corriendo de la entrevista y se olvidó de su mochila.
“Estaba en la calle, llorando de felicidad cuando me acordé, regresé y un guardia me la entregó”.
Y dos días después de que su residencia fue aprobada, Salvador aún no lo puede creer. Cualquier momento es bueno para soltar el llanto; y no es para menos, durante más de 20 años vivió en las sombras; y las últimas semanas fueron agonizantes porque no estaba seguro si su residencia sería aprobada o negada en Ciudad Juárez, un destino al que muchos le temen porque representa el peligro de no volver a Estados Unidos, al lado de sus seres queridos.
La historia de Salvador
“Nací en la ciudad de Tlapa de Comonfort en el estado de Guerrero, en México. La primera vez que entré como inmigrante fue en agosto de 1997. Me agarró la migra; y al otro día, intenté de nuevo entrar por Douglas, Arizona; y lo logré. Entré solo, pero me les pegué a otras personas que miré en el camino”.
Al cruzar la frontera, Salvador se fue directo a Nueva York donde tenía hermanos, primos, tías y sobrinos.
“Solo estuve 4 meses y me salí voluntariamente porque me enfermé de varicela. A mi hermano le dio miedo. Pensó que lo iba a contagiar, y me compró un boleto de avión de regreso a México”.
Entre junio y julio de 1998, trató de regresar a Estados Unidos, pero era verano en el desierto de Arizona, y tras sentir que casi se moría, ampollado y con los talones sangrantes, a punto de la deshidratación, se rindió y desistió.
“Me espanté, más cuando otra persona cayó desmayada. Me regresé a mi pueblo”.
En 2001, Salvador le pidió ayuda a sus tres hermanos que tenía en Nueva York para intentar otra vez llegar a Estados Unidos.
“En marzo de 2001, gracias a Dios conseguí cruzar sin problema”.
Salvador platica que fue la pobreza la que lo obligó a emigrar.
“Yo soy parte de la gente indígena de Guerrero. Nomás tengo la secundaria. En mi pueblo, trabajábamos en el campo, sembrando la milpa, teníamos vacas, becerros, chivas. Pero yo no quería morir cuidando burros y labrando la milpa porque es muy mal pagado. Un peón gana una miseria. Quería tener un futuro y no lo encontré en mi pueblo. Por eso emigré a este país”.
Cuenta que en Nueva York trabajó en la construcción, en una compañía de pintura, fue lavaplatos y repartidor de comidas.
“Me tocó entregar comida en las Torres Gemelas, una hora antes de los atentados del 11 de septiembre. Fui uno de los que entrevistaron después de la tragedia”, recuerda.
En enero de 2010 en Nueva York, conoció a su ahora esposa Mara Salinas Preciado, una mexicoamericana nacida en Downey, California.
Un año después, los primeros días de febrero de 2012, vino a vivir al área de San Diego con su esposa, quien ya venía a punto de dar a luz a Yanalí Anahi Candia Salinas, quien ahora tiene 10 años.
Actualmente viven en el tradicional Barrio Logan de San Diego.
La petición de residencia
Fue hace como 5 años que se animó a solicitar la residencia basado en una petición que hizo su esposa.
“Al principio sentí mucha felicidad ante la esperanza de salir finalmente de las sombras, pero cuando supe que tenía que venir a Ciudad Juárez, me entró temor, comencé a preocuparme y a sentir ansiedad, nerviosismo y estrés”.
Le dieron su cita para la entrevista de residencia en el Consulado de EE UU en Ciudad Juárez para el 2 de febrero.
“Me avisaron tres semanas antes y cuando se acercaba el tiempo, empecé a no dormir bien y el apetito se me comenzaba a apagar”.
¿Qué va a pasar? se preguntaba una y otra vez. Le asaltaba el miedo a que no le fueran a aprobar la residencia. Había escuchado tantos casos de inmigrantes que se quedan en Ciudad Juárez y no regresan a Estados Unidos.
“¿Regresaré o no?”, se repetía sin descanso.
Cuando pisó suelo mexicano, tras más de dos décadas de ausencia, lloró de nostalgia, más cuando vio la bandera mexicana. Pero al mismo tiempo, al ver el muro fronterizo, el miedo lo invadió.
“Vi a unos muchachitos queriendo cruzar, y me dije, ‘tú vas a ser uno de ellos’, si no te aprueban la residencia”.
A Salvador le torturaba la posibilidad de que le rechazaran la residencia, porque eso significaba que su familia se dividiría y que su negocio de jardinería que le había costado crear 10 años, desaparecería.
Le preocupaba también la organización que creó hace 8 años para ayudar a los inmigrantes hispanos, Herencia Hispana California.
“Apoyamos con despensas, envío de cuerpos a México, donamos ropa, sillas de ruedas, camas eléctricas de hospital, bastones, andaderas para personas con discapacidad, pañales para bebés y adultos mayores, juguetes, productos de higiene personal, llevamos comida a los jornaleros del campo y hacemos el desfile y festival internacional del mes de la Herencia Hispana en San Diego”.
El temor a no regresar
El mayor temor de Salvador era que le fueran a dar un castigo de 10 años, y no pudiera volver al lado de su esposa y su hija.
“Mi abogado (Kevin M. Tracy) me dio mucha confianza. Me dijo que yo ya llevaba un perdón y que no aplicaba en mi caso el castigo de 10 años porque de acuerdo a una ley de 1997, yo no duré en el país de manera indocumentada más de seis meses y me autodeporté”.
El abogado le dijo que todo iba a depender de cómo respondiera las preguntas al oficial de migración; y le aconsejó decir la verdad durante la entrevista. “Estudia y deja de preocuparte”, fue su recomendación.
Su abogado le había dado una lista de preguntas sobre su historial de migración que debía estudiar.
Con los nervios de punta arribó el sábado 29 de enero a Ciudad Juárez.
“Llegué con un poco de trauma porque en 1998 me secuestraron en la ciudad de México. Me calmó mucho saber que la persona con la que llegué era de mucha confianza”.
Pero conforme se acercaba la fecha de la entrevista, la ansiedad se apoderaba de Salvador. La noche antes, apenas logró dormir dos horas.
“Me hinqué; y le dije a Dios que solamente él sabía mi necesidad y porque me había traído a este país. ‘No quiero separarme de mi familia. No quiero que desaparezca mi negocio. No quiero que mi fundación para apoyar a muchas familias se vaya a la basura”, suplicaba.
También le pidió a Dios que se llevara su nerviosismo y ansiedad, y le diera serenidad y paz.
“Lloré como 30 minutos sin parar, rogando a Dios que me diera las palabras correctas para contestar durante la entrevista”.
Salvador dice que temblaba como si le fuera a dar un paro cardiaco. Sabía que en la entrevista se jugaba su futuro.
Por sorprendente que parezca, llegó a la cita el 2 de febrero, a las 7 de la mañana, ligero de nervios.
“Había como 500 personas en la sala. Yo fui la cuarta persona que pasó a la entrevista. Me atendió un gringo muy amable que me hizo jurar decir la verdad. Me preguntó dónde conocí a mi esposa, cuántos años llevamos de casados, cómo se llama mi hija, dónde había nacido, su fecha de nacimiento, con quién entré al país, que hacía mi esposa, si declaraba impuestos”.
Al agotarse las preguntas, observó que el oficial de migración ponía un sello a sus papeles y le entregó sus documentos para luego decirle las palabras que siempre soñó escuchar.
“Usted ha sido aprobado. Bienvenido a Estados Unidos de América. Con los ojos llenos de lágrimas, salí corriendo y olvidé mi mochila”.
Reconoce que le ganó la emoción. “Comencé a llorar, a darle gracias a Dios. Cuando llegué a la casa, me desahogué. ‘Gracias Padre por tus milagros’. Mi esposa, toda mi familia y mi hermano sacerdote en Guerrero que estuvieron en oración por mi residencia, lloraron de la emoción”.
Salvador, quien este mes cumple 43 años, dice que la residencia cambiará su vida para siempre.
“¡Qué no hice en las sombras!… se imaginan lo que ahora voy a hacer. Quiero comprarme una casa, y enfocarme en ayudar al prójimo. Dios me ha dejado en este país para ser un instrumento de ayuda”.
¿Cómo evitar que les nieguen la residencia en Ciudad Juárez?
El abogado en migración Kevin M. Tracy con oficinas en San Diego, aconseja ponerse en contacto con un abogado calificado para asegurarse de que revisen todos los hechos y el trasfondo de su historia de inmigración, para aclarar cualquier problema que puedan tener cuando salgan de Estados Unidos.
“En la entrevista en Ciudad Juárez para tratar de obtener la residencia permanente, les van a hacer preguntas sobre su historial como inmigrante, dónde viven, en qué trabajan, les van a preguntar sobre los miembros de su familia, sus contactos previos con migración, sus planes, etc.”.
Precisa que el inmigrante necesita conocer muy bien qué hay en el paquete que se envió a migración, es decir sobre su historia de migración.
¿Por qué algunas personas fallan en la entrevista en Ciudad Juárez?
“Porque no van preparados para la guerra, es decir, para la entrevista. El oficial solo está haciendo su trabajo. Nosotros entrenamos al inmigrante sobre las preguntas que le harán y las respuestas en base al historial que le proporcionaron a migración”.
En el caso de Salvador, él nunca ha declarado impuestos en este país, ¿eso no representaba un problema?
El abogado Tracy dijo que el Servicio de Recaudación de Impuestos (IRS) es diferente del Departamento de Seguridad Nacional.
“Un inmigrante sin papeles no tiene legalmente el derecho de trabajar en el país, por lo tanto, no tiene que declarar impuestos, si no quiere hacerlo, y puede solicitar la residencia por medio de un esposo, esposa, o un empleador”.