Crean un reloj inteligente vivo que es alimentado por moho y está inspirado en el Tamagochi

Este dispositivo busca generar un mayor apego entre las personas y los gadgets, que son desechados cuando llega un modelo nuevo generando basura electrónica

Crean un reloj inteligente vivo que es alimentado por moho y está inspirado en los Tamagochi

Utilizando el organismo unicelular conductor de la electricidad conocido como moho de limo, los investigadores crearon un reloj que sólo funciona cuando el organismo está sano Crédito: Sean Gallup | Getty Images

Investigadores han creado recientemente un reloj inteligente impulsado por un organismo vivo, en un intento de explorar la relación de las personas con sus accesorios modernos, como los teléfonos y los relojes inteligentes, que regularmente son desechados cuando llega un modelo nuevo.

Inspirándose en el Tamagochi, un juguete japonés que se convirtió en un fenómeno internacional durante la década de 1990, científicos de la Universidad de Chicago crearon un tipo único de reloj inteligente que sólo funcionaba si el organismo vivo que llevaba dentro se mantenía con vida.

El estudio realizado por los investigadores sostiene que cuando estas tecnologías se estropean o llega a las tiendas un modelo más nuevo, muchas personas se apresuran a desechar o sustituir su dispositivo sin pensárselo dos veces. Esta facilidad para deshacerse de ellos provoca un aumento de la basura electrónica, la categoría de residuos que más rápido crece, con 40 millones de toneladas generadas cada año.

Jasmine Lu y Pedro Lopes, científicos de la Universidad de Chicago, se preguntaron si podrían cambiar esa relación voluble dando vida a los dispositivos, literalmente. Utilizando el organismo unicelular conductor de la electricidad conocido como moho de limo, los investigadores crearon un reloj que sólo funciona cuando el organismo está sano, lo que requiere que el usuario le proporcione alimento y cuidados.

A continuación, los científicos comprobaron cómo afectaba este dispositivo vivo a la actitud de los usuarios hacia la tecnología, cambiando el habitual servicio unidireccional por una asociación mutuamente beneficiosa.

Al hablar de sus experiencias con smartwatches normales, Fitbits u otros dispositivos para llevar puestos, la gente decía que sólo los utilizaba con un propósito explícito. Con este dispositivo, la relación era más bidireccional, porque tenían que cuidarlo. También sentían algún tipo de apego por él, porque está vivo, y sentían que no podían tirarlo o simplemente guardarlo en el armario”, explica Lu, estudiante de cuarto curso del Laboratorio de Integración Persona-Ordenador del profesor adjunto Pedro Lopes.

Los relojes fueron diseñados y construidos por Lu para dar la hora y medir la frecuencia cardiaca del usuario. Sin embargo, la segunda función depende de la salud y las características únicas del Physarum polycephalum, una especie de moho limoso a veces llamado “la mancha”, por su rápido crecimiento, resistencia y curiosa capacidad para resolver laberintos.

El organismo se coloca en un recinto en el reloj, y el usuario debe alimentarlo regularmente con una mezcla de agua y avena para inducir su crecimiento. Cuando el moho de baba llega al otro lado del recinto, forma un circuito eléctrico que activa la función de pulsómetro.

Descubrieron un mayor apego al reloj

Una vez construidos los relojes, Lu y Lopes realizaron un estudio con cinco participantes que llevaron el reloj durante dos semanas. Durante la primera semana, los usuarios cuidaron el molde de baba hasta que se activó la monitorización de la frecuencia cardiaca.

Después, durante la segunda semana, los investigadores pidieron a los participantes que dejaran de alimentar al organismo, lo que provocó que se secara e interrumpiera la función de frecuencia cardiaca. A lo largo del estudio, los participantes escribieron en diarios sobre sus sentimientos hacia el dispositivo y respondieron a preguntas de entrevistas.

Los investigadores constataron un alto nivel de apego al reloj, y algunos usuarios afirmaron que lo sentían como una mascota, incluso poniéndole nombre o encargando a su pareja la alimentación cuando se ponían enfermos.

Los participantes en el experimento afirmaron que la conexión era más significativa que con mascotas virtuales como los Tamagotchis o Los Sims, que pueden reiniciarse casualmente tras la muerte. Aún más sorprendente fue la respuesta emocional cuando se dijo a los participantes en el estudio que descuidaran al organismo, expresando culpa o incluso pena.

“La gente se escandalizaba; casi todos decían: ‘¿En serio? ¿Tengo que hacer eso?” dijo Lopes. “Hubo respuestas muy humanas. Algunas personas estaban tristes, otras sentían que se había roto la conexión”.

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