Latino es sospechoso de asesinar al obispo David O’Connell
Carlos Medina, de 65 años, esposo de la señora que hacía la limpieza en el hogar del religioso, es el presunto culpable; posible deuda de dinero fue la causa del homicidio que mantiene incrédulos a millones de feligreses católicos y residentes del sur de California
Una presunta deuda de dinero podría haber sido la causa por la que Carlos Medina, de 65 años, asesinó de un balazo en el pecho al obispo católico David O’Connell, el sábado en su residencia de Hacienda Heights.
Testigos que vieron actuar de forma errática a Medina lo denunciaron y, después de que se atrincheró en una casa de la cuadra 2400 de la Avenida Kenwood, en Torrance, donde fue arrestado esta mañana.
Detectives de Homicidios en el Departamento del Alguacil del Condado de Los Ángeles recuperaron dos armas de fuego en la casa de Medina, las cuales serán examinadas para determinar si las dos fueron utilizadas durante la tragedia que enlutó a millones de católicos.
En rueda de prensa, el alguacil Robert Luna dijo que la puerta de entrada de la residencia del obispo O’Connell no fue forzada. Allí trabajaba la esposa del sospechoso de asesinato.
“Obtuvimos un video donde se muestra la llegada de una camioneta Dodge compacta y oscura, que se estacionó por algún momento a la entrada de la casa”, dijo Luna.
“La persona que nos dio información [sobre Carlos Medina] nos dijo que él actuaba de manera irracional y mencionaba que el Obispo le debía dinero”, declaró el alguacil. “Aparentemente había hecho un trabajo en su casa”.
Un diácono que acudió el sábado a la casa del obispo O’Connell fue quien llamó al 911 para reportar el crimen. El llegó porque el presbítero estaba tarde para un compromiso.
La Oficina de Ejecución Especial del departamento del alguacil había confirmado que el sospechoso estaba “armado y atrincherado”
Sin embargo, fuentes ligadas personalmente al obispo O’Connell, habían dicho antes a La Opinión que el homicidio probablemente está ligado a la mujer que hacía la limpieza en su hogar, en la ciudad de Hacienda Heights.
O’Connell, de 69 años, fue encontrado muerto en su cama, en la residencia ubicada en la cuadra 1500 de la Avenida Janlu, con un disparo en el pecho, justo antes de la 1:00 de la tarde del sábado.
A punto de desbordar en llanto, el arzobispo José H. Gómez, líder de la iglesia católica expresó que el obispo O’Connell “era un pacificador, con un corazón para los pobres y los inmigrantes; le apasionaba construir una comunidad donde la santidad y la dignidad de cada vida humana fuera honrada y protegida”.
Antes de pedir silencio en memoria de su hermano en la fe, Gómez destacó que O’Connell “era una buen amigo y lo extrañaré mucho. Sé que todos lo extrañaremos. Únanse a mí para orar por el obispo Dave y por su familia en Irlanda. Que Nuestra Señora de Guadalupe lo envuelva en el manto de su amor y que los ángeles lo conduzcan al paraíso y que descanse en paz”.
La puerta no fue forzada
El fallecimiento del obispo O’Connell fue considerado “sospechoso” desde el inicio de la investigación, ya que en el sitio no había indicios de que la puerta de entrada de la casa hubiera sido forzada con violencia. La casa pertenece a la Arquidiócesis de Los Ángeles.
El teniente Michael Modica dijo a los periodistas que O’Connell fue encontrado muerto en una habitación de la casa con una aparente herida de bala en la parte superior del cuerpo.
“Nos sorprende que algo así haya pasado en nuestro vecindario”, dijo José Mercado, quien había salido el sábado por la mañana con su esposa, pero su hijo se había quedado en casa, cuando se enteraron del crimen.
“Vivimos a unos pasos de la casa del Obispo, pero aquí la gente dice que nadie escuchó ningún disparo”, comentó José, a La Opinión. “Esta zona no es como otros lugares donde se escuchan noticias de que mataron a alguien”.
Con todos estos detalles, las autoridades creían que el crimen fue planeado con premeditación, alevosía y ventaja.
O’Connell era nativo de Irlanda. Fue pastor asociado en las iglesias St. Raymond, en Downey; St. María Goretti, en Long Beach; San Hilario de la Adoración Perpetua, en Pico Rivera, y párroco en las iglesias St. Frances X. Cabrini, St. Eugene y St. Michael. Todas en Los Ángeles.
“En el evangelio del domingo se habló de amar a nuestros enemigos, y él, sin duda, hubiera abrazado y perdonado a quien le hizo daño”, dijo a La Opinión, Louis Velásquez, vicario para el clero en la Arquidiócesis de Los Ángeles.
“Conocí al obispo O’Connell por más de 30 años y sé que en él no cabría el enojo ni buscaría venganza; ese es un lenguaje extraño para muchos, pero no para nosotros, como católicos”, dijo Velásquez. “No es un juego de palabras, sino que él hubiera abrazado al enemigo por su vida ofrendada a Dios, nosotros en la tierra ya tenemos un nuevo abogado en el cielo”.
El domingo, decenas de personas se congregaron en la intersección de las avenidas Janlu y Los Robles para depositar ramos de flores y veladoras en memoria del obispo O’Connell.
“En la antigüedad se hablaba del “ojo por ojo y diente por diente”, pero Jesús nos llamó a dar una respuesta de amor y compasión”, dijo el sacerdote Albert Avenido, de la Iglesia del Sagrado Corazón en la ciudad de Covina, a donde se tenía planeado que el obispo O’Connell administrara el rito de la imposición de ceniza este miércoles.
La Oficina de Homicidios del alguacil instó a cualquier persona con información sobre el asesinato, que llame al (323)890-5500 o Crime Stoppers al 800-222-8477. Cualquier reporte también se puede hacer mediante un teléfono inteligente descargando la aplicación móvil “P3 Tips” en Google Play o Apple App Store o utilizando el sitio web http://lacrimestoppers.org.
Hombre pacificador
El legado del obispo David O’Connell por los inmigrantes y los más desprotegidos de la sociedad se manifestó en su vocación y ministerio sacerdotal desde aquellos momentos en que testificó en el Capitolio sobre la violencia en las zonas urbanas marginadas de Estados Unidos, y los disturbios raciales que estallaron en 1992 por la golpiza de policías blancos al afroamericano Rodney King.
Además de trabajar en los esfuerzos de recuperación de los vecindarios incendiados, aquel padre O’Connell de la iglesia St. Frances X. Cabrini (de 1988 a 1998) ayudó en los esfuerzos por restaurar la paz y la confianza entre los residentes del sur centro de Los Ángeles y las fuerzas del orden.
Sin embargo, desde 2012, O’Connell se involucró en la defensa de los inmigrantes junto al cardenal Roger Mahony, particularmente entre los jóvenes “soñadores” que solicitaron protección contra la deportación bajo el programa DACA.
En 2016 -un año después que fue instalado como obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Los Ángeles por el papa Francisco- luchó por los niños y familias que fueron separadas en la frontera por la administración del expresidente Donald Trump.
“Cuando la Iglesia empezó a hablar de los inmigrantes para tratar de transformar los corazones de quienes se oponían a ellos -incluso católicos que los veían como personas que violentaron las leyes- fuimos parte del grupo de trabajo del obispo O’Connell, quien consideraba que estaban recibiendo un trato inhumano y él no preguntaba de lo que habría que hacer, sino cómo ayudar y lo que íbamos a hacer por ellos”, declaró Alba Ramiro, integrante del equipo de trabajo del Sur de California sobre Migración (SocalTask Force).
Entregada a la defensa de los inmigrantes
“Yo era una litigante comercial y él [David O’Connell] me pidió que comenzara a involucrarme en asuntos de inmigración. Yo no sabía nada de inmigración, pero aprendí y comencé a tomar caos de niños pro-bono”, recuerda la abogada Linda Dakin-Green, brazo derecho del Obispo en la batalla migratoria.
Ella era litigante comercial y cambio su práctica por completo, por recomendación y pedido del Obispo O’Connell.
Primero tomó el caso de un adolescente de Guatemala que arribó solo a Estados Unidos. Y después de él vinieron muchísimos casos más, incluyendo una familia completa que recibió asilo.
“Todo fue por el sufrimiento que vi en las personas”, dijo sobre su motivación para colaborar.
“Y, francamente, entendí cuál es el papel de este país en hacer que el sufrimiento empeore, y veía la resistencia de la gente con ellos; así que, antes y después de que Trump se convirtiera en presidente teníamos mucho trabajo por hacer”.
El programa de DACA había sido impugnado, de modo que el trabajo de la abogada Dakin-Green fue principalmente con niños no acompañados y familias que buscaban asilo, justo en 2018 cuando Trump implementó la política de separación familiar. De igual manera lo había hecho la administración de Barack Obama, cuando los migrantes eran encerrados en jaulas.
“El Obispo O’Connell era un hombre sencillo, muy generoso, que ayudó a varios niños a que fueran a escuelas católicas y apoyaba económicamente a familias necesitadas”, valora Isaac Cuevas, director del Ministerio de Inmigración de la Arquidiócesis de Los Ángeles. “Él siempre estaba dispuesto a hacer todo lo posible para atender a quien tuviera una necesidad”.
Cuevas relató que el Obispo O’Connell tenía un fondo para la educación católica de jóvenes no acompañados, y muchas veces pagó la renta de familias pobres.
En el Grupo de Trabajo de Inmigración que trabaja en conjunto con las diócesis de San Bernardino, Orange y San Diego, según Cuevas, el Obispo O’Connell siempre decía que en los inmigrantes “tenemos que ver y reconocer la vida de Jesucristo, quien antes de nacer también fue un refugiado cuando sus padres Josee y María huyeron a Egipto porque el rey Herodes lo quería matar”.
“El Obispo nos decía que debíamos entender a la persona migrante cuando vive esos momentos difíciles y hacer por ellos todo lo posible que por sí mismos no pueden hacer, y acercarlos a ellos a Dios, tal como lo hacía Jesús, y para el Obispo O’Connell era un orgullo defender ese tipo de agenda”.