Redes sociales agotan tu cerebro y es cuando compras cosas que no necesitas

El uso de las redes sociales puede ponerte en un estado de agotamiento mental porque estás constantemente evaluando distintos tipos de mensajes de texto, fotos y vídeos de muchas personas diferentes

Nuevo estudio relaciona la pobreza con una mayor adicción a las redes sociales

Un estudio encontró que la situación de adicción a redes sociales es peor en los colegios donde las diferencias de riqueza entre los compañeros de clase son mayores. / Foto: Getty Images Crédito: CHANDAN KHANNA | AFP / Getty Images

Las redes sociales pueden ser mentalmente agotadoras. Y cuando uno está mentalmente agotado, es más probable que se deje influir por un elevado número de “me gusta” en las publicaciones -hasta el punto de hacer clic en anuncios de productos que no necesitas o no quieres.

De acuerdo con un reciente experimento encabezado por Matthew Pittman, profesor adjunto de Publicidad y Relaciones Públicas, Universidad de Tennessee, algunos usuarios de redes sociales están más dispuestos a comprar un producto anunciado en esas plataformas después de un tiempo de estar interactuando y de que su cerebro comienza a cansarse.

Para la investigación iniciada a finales de 2022, Matthew y Eric Haley realizaron tres estudios en línea con estadounidenses de entre 18 y 65 años para comprobar cómo las personas sometidas a distintas cargas mentales responden a los anuncios de forma diferente.

El experimento

Al grupo de control de cada estudio no se le encomendó ninguna tarea introductoria: simplemente les hicieron mirar un anuncio. Un segundo grupo tuvo que memorizar un número de nueve dígitos y luego mirar el anuncio. El tercer grupo se desplazó por su feed de Instagram durante 30 segundos y luego miró el anuncio. En el primer estudio se utilizó un anuncio de un servicio de preparación de comidas, en el segundo de helados y en el tercero de café en grano.

La foto del anuncio y el pie de foto eran los mismos para todos los participantes de cada grupo, y solo se manipuló el número de “me gusta”. Los participantes vieron al azar un anuncio con unos cientos o decenas de miles de “me gusta”. Después de ver el anuncio, cada participante valoró hasta qué punto estaría dispuesto a comprar el producto y cuánto esfuerzo mental le costó pensar en la información. El grupo que utilizó Instagram en primer lugar fue el más propenso a querer comprar el producto destacado cuando había muchos “me gusta” o comentarios, y también el que declaró haber realizado un mayor esfuerzo mental para evaluar el anuncio.

En un estudio pidieron a la gente que explicara por qué querían comprar un producto, y los del grupo de control dieron respuestas simples y racionales para su elección: “Estaba pensando en los sabores del helado y en cómo sabrían”. O: “Me gusta el anuncio. Es sencillo y limpio. Va directo al grano…”.

Sin embargo, los que acababan de navegar por las redes sociales durante 30 segundos dieron respuestas sin sentido. Por ejemplo, algunos dieron respuestas de una sola palabra como “comida” o “plato”. Otros nos dijeron explícitamente que era difícil de procesar: “Tenía demasiadas palabras y opciones en la imagen”.

Los investigadores se refieren a este estado de agotamiento mental como “sobrecarga cognitiva”. El uso de las redes sociales te pone en este estado porque estás constantemente evaluando distintos tipos de mensajes de texto, fotos y vídeos de muchas personas diferentes. En cuestión de segundos puedes ver un mensaje de tu pareja, una foto de un compañero de trabajo, un vídeo de un famoso y un meme de tu hermano. Todo este desplazamiento y evaluación nos deja agotados y dispersos.

Imagina que le preguntas a tu compañero de piso si quiere ir a por pizza. En condiciones normales, el compañero de piso podría tener en cuenta varios factores, como el coste, el hambre, el tiempo o su horario. Ahora imagina que le haces la misma pregunta a tu compañero de piso mientras habla por teléfono con un familiar enfermo después de haber pisado caca de perro y acaba de recibir un mensaje de su ex mientras recuerda que llega tarde al trabajo. Ya no tienen la energía mental ni los recursos para considerar lógicamente si cenar pizza es una buena idea. Puede que simplemente griten “¡Sí, claro!” mientras entran corriendo a limpiarse los zapatos.

Los autores concluyen que al comprender cómo pueden influirles las redes sociales de forma inconsciente, los consumidores pueden ser más reflexivos y deliberados a la hora de regular su uso y, con suerte, no comprar otra botella de agua que no necesitan.

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