Enfermeras en México: de jugarse la vida en pandemia, al desempleo

Fueron personal de primera línea en covid y poco a poco los han despedido.

Personal de salud frente al Palacio Nacional reclaman por empleo después de ser parte de la pandemia.

Personal de salud frente al Palacio Nacional reclaman por empleo después de ser parte de la pandemia. Crédito: UNAM. | Cortesía

MEXICO- “Podría decir que no me importa, pero me duele: se cayeron mis ilusiones, mis expectativas y el sueño de ser enfermera en uno de los principales hospitales de especializaciones del país”.

Janna Orfín, de 24 años, resume en estas palabras el sentir de miles de enfermeras que se jugaron la vida en la época de la pandemia en México, uno de los países más mortales por covid 19, y que luego fueron despedidas.

Fueron enganchados por su pasión, compromiso y profesionalismo con una promesa que sirvió de zanahoria para mover la maquinaria del Estado:

“Serán contratados”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a todos aquellos que se enfrentarían cara a cara con la muerte, cuando no había vacuna. ¡Todo por 30 pesos por hora (menos de dos dólares) y con pagos atrasados de tres meses!

Janna Orfín trabajó de mayo de 2020 a marzo de 2023. Durante el primer año y medio le renovaban el contrato temporal cada mes, sin prestaciones, ni seguridad social.

O sea, si se enfermaba, no podía ser atendida en el Hospital 20 de Noviembre, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE), donde ella atendía a los contagiados por covid 19. ¡Así de absurdo!, señala.

Menos ahora, que la hicieron a un lado totalmente: no puede tratarse las secuelas que le dejaron tres contagios del coronavirus. Tiene que hacerse rehabilitación pulmonar y no tiene dónde. Padece de apnea en el sueño y tampoco.

Después de que cesaron los contratos temporales, le ofrecieron hacer “suplencias” para las enfermeras “basificadas” (contratadas), cuando ellas no podían ir al hospital; a cambio, mantenían sus papeles en la bolsa de trabajo del ISSSTE.

“En cualquier momento puede llegar la basificación”, prometían los jefes.

Pero en enero pasado, hubo un cambio de sindicato de enfermería y empezó a correrse la  voz de que, para su contratación, les iban a hacer exámenes, “¡como si rifarnos la vida en época más dura de covid no hubiera sido suficiente prueba!”, señala Janna.

Hicieron un examen de conocimiento y otro sicométrico. Luego le dijeron que aprobó muy bien el de conocimiento, pero el otro no. “Creo que fue un pretexto para corrernos definitivamente”, señala. Este diario buscó a las autoridades del Hospital 20 de noviembre, pero no ha tenido respuesta.

De infierno en infierno

Cuando arrancó la estrategia de hacer exámenes al personal de salud que enfrentó la pandemia, los médicos, enfermeras, camilleros, químicos, fisioterapeutas y auxiliares sanitarios de varios estados solicitaron la intervención de la Comisión de Salud del Senado de la República para que las autoridades competentes los respaldaran en sus demandas.

Los recibió la senadora de Morena Lilia Margarita Valdez, presidenta de la Comisión de Salud, pero no cambió nada: los despidos siguieron. Para el 12 de mayo, la fecha en que se celebra el Día de la Enfermera, la Cámara de Diputados hizo un homenaje. El diputado Emmanuel Reyes agradeció el “espíritu indomable” del personal de salud a través de una llamada pregrabada.

El Gobierno de México reconoció en 2020 que el país tenía un déficit “histórico” de 6,600 médicos y 23,000 enfermeras y que por ello garantizaría la contratación permanente de este personal, pero lo ha hecho a cuenta gotas y no existen hasta el momento cifras oficiales de las condiciones y el número de contratados.

La titular de la Coordinación Técnica de Enfermería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), Fabiana Maribel Zepeda, consideró que hace falta un reconocimiento en el tema monetario. “La enfermería no nació con la pandemia de Covid-19, ya era una profesión fuerte, que encara cualquier epidemia”, dijo.

“Pero debe ser compensada”.

Durante los primeros meses que duró la emergencia sanitaria por la pandemia de Covid-19, antes de la vacuna, México reconoció que perdieron la vida al menos 4, 057 trabajadores de la salud, entre especialistas en medicina, enfermería, odontología, laboratoristas y empleados de unidades médicas.

“Yo los vi morir”, comenta Janna Orfín, quien arrancó su experiencia en las salas del covid en cuanto se graduó de la Universidad del Valle de México. Cumplió 21 años en medio de la hecatombe de casi de 335,000 víctimas que se tienen registradas hasta la fecha. “Era una época oscura y muy fea”.

De pronto se vio inmersa en una sala de emergencia del Hospital 20 de noviembre, donde al menos tres de cada cinco pacientes no alcanzaban a ser intubados y, regularmente, morían de paro cardiaco, de trombos o por no poder respirar.

“De pronto veías a compañeros que estaban en la misma situación que los enfermos que atendían, pero sin contratos, por pagos de entre 30 y 20 pesos y sin derechos sociales”, destaca Janna Orfín.

Me tocó amortajar a algunos de ellos, enfermeras y enfermeros que habían tenido que comprar su propio material de trabajo porque no había termómetros, estetoscopios, oxímetros. Ni siquiera guantes, mascarillas u overoles, si querían estar protegidos, tenían que comprar sus propias cosas”.

Otro dolor fue ver las muertes de sus pacientes. Una noche llegó muy enferma una mujer que era idéntica a su abuela, una calca. El parecido la dejó perpleja. Más aún porque ella regresaba todos los días a casa de ella, donde vivía con su mamá.

A ella le dio covid tres veces cuando no había vacuna y “por suerte” no contagió a nadie. Pero tenía miedo. Mucho. De que murieran por su culpa. “Yo somaticé todo con un mal carácter, tuve problemas con la familia y la pareja, sacaba el estrés con su familia”.

Cuando la vacunaron fue un alivio. Después se embarazó y cuando la pequeña cumplió un año, la echaron del ISSSTE. Ahora el padre de la niña cubre los gastos porque encontró un trabajo hace poco como mercadólogo. La familia no morirá de hambre, aunque pasa dificultades y sobrevive con un sentimiento que seca el alma: la sensación de injusticia.

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