La lucha por el medio ambiente crea empleos y estimula el desarrollo económico
Parecería que estamos en el umbral de una nueva era para la industria, y que la transición más allá del petróleo y el gas, lejos de ser un elemento negativo, es sinónimo de desarrollo y progreso, incluso antes de tomar en cuenta que este proceso salva vidas y previene graves enfermedades
Ha pasado un año y pocos días desde que el Congreso estadounidense aprobó y el presidente Biden puso en efecto con su rúbrica, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que está inyectando sumas antes desconocidas de recursos en proyectos de energía limpia, como parte de la lucha crucial contra el cambio climático.
La ley abrió el camino para un viraje firme en la dirección que lleva la economía del país.
Rápidamente, han surgido nuevas plantas industriales dedicadas al desarrollo de la energía eólica, solar, así como a la producción de baterías y la fabricación y armado de vehículos eléctricos, entre otros proyectos.
La semana pasada se publicó un informe de Climate Power, según el cual desde que se promulgó la ley se crearon 46,660 nuevos empleos en energía limpia predominantemente en comunidades latinas y de color en estados como Arizona, Nevada, Texas, California y Colorado.
La Ley de Reducción de la Inflación fue una victoria única en la presidencia de Biden. Tuvo que poner de lado otros objetivos legislativos no menos importantes para invertir todo el capital político que tenía. Recuerda en ese sentido a la disyuntiva histórica que tuvo que enfrentar también Barack Obama, que logró impulsar y aprobar la ley llamada Obamacare en 2009, viéndose obligado a dejar de lado, por ejemplo, la reforma migratoria.
Sin embargo, a causa de la oposición de quienes lucran con la contaminación y sus aliados, la lucha emprendida por el gobierno para salvar al país de las peores consecuencias del cambio climático, tardó quizás demasiado en llegar y culminar.
Sería ingenuo suponer que la batalla por la opinión pública está ganada. Porque por medio de los medios de comunicación masivos, por la fuerza de su peso económico y político, por su capacidad de definir los términos del debate, del diálogo, hasta del vocabulario, los contaminadores – especialmente o de manera directa las grandes compañías petroleras – luchan y lucharán hasta el último suspiro por su fuente de lucro.
Y lo que pretenden establecer es que son ellos quienes están creando buenos empleos para las comunidades latinas y afroamericanas, y que las nuevas inversiones en energía limpia las perjudicarán. No podrían estar más equivocados.
En este terreno en el que se disputan las realidades y el mismo concepto del conocimiento, los números reales cobran más importancia. En especial este dato crucial: “El 65.5% de los nuevos empleos de energía limpia y el 73.8% de los nuevos proyectos se encuentran en comunidades de color en todo Estados Unidos.” De este dato se puede deducir una ecuación social correcta: la energía limpia y en general la lucha por un medio ambiente mejor y contra el calentamiento global es una lucha progresista, justa. Pero lo es, no porque nos duela el destino de una especie en peligro de extinción como el águila de California, no porque nuestros sentimientos están lastimados. Es justa progresista y hasta diría inevitable porque el camino de la contaminación es el camino de la pobreza y la crisis económica, y el camino de la energía limpia es el del desarrollo. Todo esto sin siquiera contar los efectos nocivos sobre la salud que causa la contaminación ambiental.
En cuanto a las comunidades latinas, el estudio profundamente detallado de Climate Power establece que “en total, hay 61 proyectos en comunidades con poblaciones hispanas/latinas por encima del promedio nacional… Arizona, Nevada, Texas, California y Colorado son los principales estados en cuanto a nuevos empleos energéticos en comunidades hispanas/latinas”.
Los autores compararon la información sobre inversiones en industrias relacionadas con la electrificación en general con datos estadísticos sobre la población del lugar en que sus proyectos se desarrollan, tomados del último Censo.
Los empleos creados en la economía de la energía limpia son buenos empleos, con un aumento de salarios de entre 8% y 19% para los trabajadores, comparado con los trabajos que tenían antes, como lo confirma este estudio del instituto Brookings. En comparación y contrariamente a lo que aducen las empresas contaminantes, los empleos en el petróleo y el gas están estancados. En su mayoría se trata de empleados de gasolineras, cuyo salario anual promedio es de alrededor de $25,000, lo cual se encuentra en el área del límite de pobreza determinado por el gobierno federal para una familia de cuatro personas. El informe asegura que en la industria de automóviles eléctricos los salarios medios superan los $80,000 anuales, lo cual es comparable con los mejores ingresos que pueden recibir los mineros en las minas de carbón en el norte de California, mientras que su promedio nacional es de $58,000 por año.
Parecería que estamos en el umbral de una nueva era para la industria, y que la transición más allá del petróleo y el gas, lejos de ser un elemento negativo, es sinónimo de desarrollo y progreso, incluso antes de tomar en cuenta que este proceso salva vidas y previene graves enfermedades.
Así es: en 2021 y 2022, los puestos de trabajo en el sector energético crecieron más rápido que el empleo general, llegando a un total de 8 millones de empleos en todo el país…
Un análisis del World Resources Institute encuentra que a nivel mundial, las inversiones verdes generalmente crean más empleos por cada millón de dólares que las inversiones relacionadas a combustibles fósiles.
Esto llevó a Joel Jaeger, autor principal del informe, a decir: “Invertir en el clima no es un costo sino una oportunidad económica”.
La situación no es perfecta: muchos de estos empleos son informales y no protegidos, especialmente en los países en vías de desarrollo, comparado con los que se están reduciendo. Pero la tendencia es clara. Y da razón para el optimismo.
Sí, en última instancia la transición fuera del carbón, el gas y el petróleo, fósiles que se extraen de las profundidades de la tierra, dejará sin trabajo a miles de personas. Es cierto también que algunos de los nuevos empleos no se están creando necesariamente en las mismas zonas. Y que otros nuevos empleos como la fabricación de paneles solares no proporciona el ingreso correspondiente a personal altamente calificado.
Pero en cualquier momento del ciclo económico hay industrias enteras que surgen y que caen, porque significan tecnologías en desuso o productos peligrosos o simplemente inexistencia de demanda. Por supuesto, es tarea de los gobiernos defender y ayudar a quienes se quedan sin empleo y apoyar que estos a su vez se organicen.
Pero eso no significa mantener con vida las industrias caducas.
La preocupación por la estabilidad de miles de trabajadores está en su lugar. Pero no es eso lo que motiva la oposición de las empresas contaminadoras. Para ellos son solo pretextos manipulados.
Por último, el cierre de la infraestructura antigua significa una oportunidad para regiones y países, para dar un gran salto tecnológico adelante, como vía para su desarrollo ulterior.