Regresaron del infierno: Jóvenes forzados a unirse al narcotráfico que lograron zafarse de sus garras

Unirse a las filas del narcotráfico en México es sencillo, pero salir de ese mundo no, y generalmente quien lo hace vive escondido por el resto de su vida

Violencia en México

Los cárteles han recurrido al reclutamiento de niños y adolescentes para volverlos sicarios. Crédito: Alfredo Estrella | AFP / Getty Images

México es un país en donde el crimen organizado está presente en prácticamente todo el territorio. Si bien para un sector de la sociedad unirse a las filas del narcotráfico es un sueño o una necesidad, hay quienes son víctimas de secuestro para forzarlos a trabajar con los cárteles de la droga.

Aunque en el país se emprendió una guerra contra el narcotráfico desde el 2006, los grupos criminales no cejan en sus esfuerzos para sobrevivir, por ello han recurrido al reclutamiento de niños y adolescentes para volverlos sicarios, algunos caen seducidos por el dinero que los cárteles les ofrecen, pues generalmente son personas que viven en comunidades de bajos recursos, pero otros son llevados con engaños.

Juan, tortura y canibalismo

La historia de Juan fue contada por la Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), él fue reclutado con engaños, prometiéndole un trabajo como chofer, a lo que su madre aceptó pues la necesidad no solo de su familia, sino del pueblo en general era muy grande. Ella no vivía con él, pero meses después le informaron que ya tenía tiempo que no lo veían.

Durante ese periodo el joven conoció el infierno, pues vivió un entrenamiento para “no sentir dolor”, en el cual los reclutas eran dejados desnudos en hormigueros para que las hormigas rojas los mordieran. Pero lo peor era para quienes se negaban, ellos eran asesinados y descuartizados, aunque antes de eso les cortaban un brazo el cual les obligaban a comerse.

Para que las familias no puedan localizar a sus seres queridos, las víctimas son descuartizadas y los restos se los dan a los perros para que se los coman, quedando así solo los huesos, según narró el joven que logró escapar engañando a sus escoltas cuando fueron a cobrar. Tras correr al monte logró comunicarse con su madre, a quien no puede ver por miedo a que le hagan algo.

Ocho meses trabajando para el narco

Otra historia similar fue publicada por BBC. Se trata de un joven de 28 años que se identificó como Eduardo, y quien trabajó ocho meses para el narco. Relató que desde el principio supo que bajo la fachada de una empresa de marketing se escondía el crimen organizado por las enormes cantidades de dinero que manejaban.

Él se dedicaba a hacer promocionales para los bares y restaurantes de un cártel, negocios que usan para lavar dinero, después comenzó a publicitar conciertos de cantantes de narcocorridos.

Conoció al líder, fue a su lujosa casa en la que tenía un jaguar como mascota y, por supuesto, una hermosa esposa. Vio cómo era aquel mundo, el de los cabecillas, llenos de armas y lujos, pero con la amenaza latente de la muerte.

“Comencé a distanciarme de mis colegas de la agencia de marketing. Ya no me sentía protegido por estar cerca de estos tipos: era consciente de que, si alguna vez los llamaba para que me ayudaran, les debía un favor para siempre”, señaló el entrevistado.

Sobre cómo pudo salir de ese mundo relató un día recibió una llamada del jefe. “¿Todavía quieres trabajar con nosotros?”, preguntó.

Respiró hondo y decidió decir la verdad. “Para ser honesto, no”, a lo que obtuvo como respuesta, “Está bien, buena suerte”.

Secuestrado por el CJNG

El caso de Luis (nombre ficticio) fue documentado por El País, él fue secuestrado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en 2017, tras responder a una falsa oferta de trabajo en la que le ofrecían 4,000 pesos mexicanos a la semana como guardia de seguridad.

Una vez que acudió a la cita fue levantado y llevado a una casa de seguridad. De allí a campamentos de entrenamiento junto con otros jóvenes. Las familias reportaron la desaparición de todos ellos.

“Cuando me escapé me fui muy lejos porque sabía que donde me vieran me iban a matar. Pensé que si iba directamente al Gobierno ellos me iban a entregar al cartel”, reveló el joven a El País.

“Todo el día hacíamos ejercicio y decían que quienes obedecían salían de vacaciones o descanso. Estábamos clasificados por nuevos, seminuevos y viejos. A los nuevos nos golpeaban todo el tiempo, siempre había hombres armados vigilando”, agregó.

Finalmente, relató que en una de esas “vacaciones” decidió huir, aunque lo ha estado haciendo desde entonces, pues sabe que si es encontrado su destino será la muerte.

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