Sufrían extorsiones desde hace años: Mataron a miembros de La Familia Michoacana porque no aguantaron más

Pobladores de la comunidad de Texcaltitlán que se enfrentaron y mataron a 11 miembros del cártel La Familia Michoacana, relataron todas las extorsiones a las que fueron sometidos durante 7 años

Violencia en México

Desde hace años, La Familia Michoacana siembra el terror en esa región. Crédito: Mario Vazquez | AFP / Getty Images

Texcaltitlán, un municipio en su mayoría campesino ubicado en el Estado de México, atrajo la atención de los medios nacionales e internacionales el pasado 8 de diciembre debido a un violento hecho, pues sus pobladores se enfrentaron a miembros de La Familia Michoacana y mataron a varios de ellos, incluido su líder, un hombre conocido como “El Payaso”.

Pero esta respuesta al crimen organizado no fue una idea reciente, sino que se habría gestado desde hace tiempo, ante la impotencia que tenían los habitantes que eran extorsionados por el cártel.

El diario mexicano Milenio visitó el sitio y conversó con cuatro pobladores, quienes bajo condición de anonimato narraron cómo empezó una pesadilla que parece no tener fin, pues aquel enfrentamiento no fue una guerra ganada para los asolados habitantes del lugar, quienes por siete años han vivido bajo el dominio del grupo criminal.

Todo  comenzó como un medio propagandístico a la vieja usanza, adolescentes menores de edad se apersonaron en el mercado principal y entregaron a los comerciantes papeles del tamaño de un billete, en ellos se leía que se les cobraría una cuota de 100 pesos mexicanos para “protegerlos” de un grupo criminal que llegaba de Guerrero. El mensaje tenía un número telefónico al cual se debía llamar para pactar con La Familia Michoacana.

Todos los comerciantes aceptaron, no por temor a la amenaza proveniente de Guerrero, sino para “llevar la fiesta en paz” con los criminales, pues ellos mismos se describen como un pueblo tranquilo, además no les parecía una cuota alta ni difícil de pagar, que perfectamente valía su tranquilidad.

Los sellos que vieron por primera vez en aquellos papeles doblados se convirtieron en los símbolos del terror, de la zozobra, de la desolación y desesperanza; se trata de un pez y una fresa, los cuales hacen alusión a los hermanos Hurtado Olascoaga, líderes de La Familia Michoacana, quienes han sido causantes de varias tragedias en México.

Extorsiones escalaron hasta limitar las vidas

Para los habitantes del sitio aquella decisión que creían les evitaría problemas, se convirtió en el peor error, pues la sutil extorsión comenzó a escalar, primero pidiendo ese pago por empleado que el negocio tuviera, después saliendo de la plaza principal, llegando al hotel del lugar, a quién mensualmente le cobraban por habitación, aunque estuviera vacía.

También se cobró por cada cabaña que se ocupara por los pocos turistas que llegaban. Todo se pagó sin chistar, no querían que se suscitara violencia que espantara a los visitantes, pero los cobros cada vez mermaban más la economía.

Las extorsiones escalaron a un punto en que supieron que sus vidas ya no serían iguales, llegaron a las tiendas, los productos que allí se vendían estaban marcados con calcomanías con un sombrero y la leyenda “Distribuidora del Sur”, una empresa fachada de La Nueva Familia Michoacana que obliga a las tiendas a comprar su producto y venderlo hasta 30 por ciento más caro para entregar sus ganancias al cártel.

Al principio solo eran las cajetillas de cigarros y las botellas de licor las que estaban sometidas a ese abuso, y de nuevo no se dijo nada, ya que eran productos caros y en un pueblo de campesinos y empleados de limpieza eso era un lujo, por lo que los ricos del lugar eran los que seguían siendo afectados.

Pero esta situación llegó a productos básicos como la leche, el huevo, el agua, la tortilla, la carne, el pollo y todos los productos de primera necesidad. Pagar eso fue otra sentencia, pues los criminales inventaron más impuestos, por cada carro, por cada guajolote, incluso porque los niños fueran a la escuela. Hacer arreglos o reparaciones también era motivo de cobro.

Uno de los habitantes cuenta que el sitio se convirtió en un cementerio de autos, pues arreglar una descompostura se volvía impagable, ya que el cártel también vendía las refacciones.

La gota que derramó el vaso

A finales de noviembre un nuevo “impuesto” se le ocurrió a La Familia Michoacana, se cobraría por metro cuadrado de cultivo, sin importar que la cosecha de haba, chícharo o avena fuera para venta o autoconsumo familiar.

Poco importaba si la helada echaba a perder la cosecha, pues como se indica en el reportaje, Texcaltitlán es una zona de temporales inciertos.

Esa fue la gota que derramó el vaso, la que culminó con un enfrentamiento, muertos, huidas y raptos –incluso de menores de edad–.

Hoy el sitio parece un pueblo fantasma, las personas tienen miedo de una venganza, de no volver a ver a sus seres queridos, pues ya lo han vivido, ya que quienes comenzaron a protestar por los impuestos de La Familia Michoacana desaparecieron.

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