¿Sentencia de violencia y muerte para los muxes de Oaxaca?
Los muxes de Oaxaca viven bajo el temor de ser asesinados o resultar víctimas de un crimen de odio por su orientación sexual
Violencia, discriminación y muerte han sido los tres denominadores más comunes que describe el día a día de las mujeres transgénero muxes de Oaxaca, un panorama en el que se ha desarrollado Joselin Gómez Sosa, activista social y defensora de los derechos humanos de la comunidad LGBTQ+.
Nacida en Santo Domingo Tehuantepec, Joselin Gómez Sosa, activista muxe de origen zapoteca, denuncia que, en el Istmo de Tehuantepec “se sigue sufriendo muchísima violencia contra la muxendad”.
En los últimos 15 años se habían registrado 37 asesinatos de integrantes de la comunidad muxe, incluido Óscar Cazorla López, un activista muxe de 62 años, quien fue hallado muerto en su casa de Juchitán de Zaragoza, el 10 de febrero de 2019. El cuerpo de Cazorla fue encontrado en medio de un charco de sangre y con huellas de violencia.
Cuatro años después, el crimen no ha sido esclarecido.
En marzo de 2023, también fue encontrada muerta “Paris”, integrante de la comunidad muxe de Juchitán. La víctima presentaba varios impactos de bala.
“Las han matado con mucha violencia”, denunció Joselin, durante una mesa redonda denominada “La comunidad muxe y su papel en la comunidad”, organizada por Mireya Olivera, editora del semanario Impulso de Los Ángeles.
“Si no es por martillazos, les han dejado caer un bloque en la cabeza o [han sido asesinadas] de 15 a 30 puñaladas”, dijo Joselin. “A ellas las han matado con mucha violencia, con mucho odio”.
En las culturas zapotecas de Oaxaca, un muxe es una persona asignada como varón al nacer, que se viste y se comporta de maneras asociadas con las mujeres y pueden ser vistos como un tercer género, según la antropóloga de la universidad de Chico, California, Beverly Newbold Chiñas, quien cita a Stephen O. Murray, editor del libro “Homosexualidades Masculinas Latinoamericanas”.
En el Istmo de Tehuantepec es difícil hablar de la muxendad, dijo Joselin, quien refuta la idea de que “el tercer sexo no existe”.
“Para mí no es una identidad de género. El tercer sexo no existe, porque existen el hombre y la mujer”.
“¿Yo tengo una identidad muxe? ¡No! Yo me identifico más como trans porque no hablo la lengua materna. Yo no hablo el zapoteco; hablo castellano o español”, expresó. “En Juchitán de Zaragoza hablan en zapoteco. Por eso es por lo que ahí son más reconocidas las muxes a nivel internacional, pero esa no es la realidad en el Istmo de Tehuantepec”.
A su juicio, “se ha romantizado la palabra muxe”. En las culturas zapotecas, el significado de la palabra muxe es “mujer”.
“Desafortunadamente, esa palabra muxe la han vendido como quieren, pero nunca se han preguntado su raíz, como tampoco de lo que sufren estas mujeres por convicción o elección”, precisó Joselin, quien , en 2018 fue la primera mujer transgénero en ocupar un cargo público como directora de la diversidad sexual en su natal Tehuantepec.
“Biológicamente no somos mujeres, pero elegimos ser nosotras mismas, ser, en este este caso, mujeres trans”, dijo la excandidata muxe, a una diputación federal en 2021, por el partido Fuerza por México.
Joselin, además, afirma que la discriminación hacia ellas no proviene de la sociedad estadounidense, sino que es “interna”.
“Desde que tú naces, ya viene la discriminación y el señalamiento dentro del núcleo familiar”, dijo. “Es una mentira que vivimos en un paraíso, porque dentro de tu hogar puede estar el tío, hermano, papá o padrastro que te violó”.
Reencuentro con la cultura
Nacido en Santa Ana del Valle, Oaxaca, bajo el nombre de Hugo Sánchez García, -ahora Lia Maritza Sánchez- de origen zapoteco y residente de Los Ángeles, describió que también sufrió la violencia y discriminación en México.
“Yo me sentía incómoda en las pláticas de los hombres, pero hasta que llegué a Estados Unidos, a los 18 años, conocí a personas que teníamos los mismos gustos”, dijo Lia, un muxe quien estaba en el travestismo.
En 2013, Lia participó en la primera vela muxe de Los Ángeles, una fiesta que comenzó en 1976, en San Pedro Comitancillo, como una respuesta al rechazo que sufrían los integrantes de la comunidad muxe.
“Volví a reencontrarme con mi cultura, volví a mis raíces, a mi gente”, declaró quien fue elegida primera reina de la vela muxe. “Soy buenísima, soy zapoteca y tengo muchos sueños como todos los hermanos de los Valles Centrales”.
Lia Maritza Sánchez exhortó a los asistentes a la mesa redonda para que eduquen a sus hijos “para que entiendan que no solamente existe un hombre o una mujer, sino también nosotros”.
En el panel, Miriam López, fundadora con su esposo Raúl Cortés del Ballet Nueva Antequera, y quien ha sido parte de las directivas del grupo folclórico Huaxcayac y de ORO indicó que se necesita tener más conocimiento de los muxes.
“Ellos son parte esencial de la sociedad, inclusive para la iniciación sexual de los jóvenes en las comunidades de Juchitán”, dijo, e indicó que la violencia contra ellos se había incrementado exponencialmente en Estados Unidos.
En efecto, datos de Everytown for Gun Safety señalan que, en 2023, hubo 35 homicidios de personas transgénero. El 80% murieron a causa de disparos y uno de cada 10 asesinatos fue de mujeres transgénero latinas.
Por su parte, Mia Pérez, de la organización Bienestar y educadora de salud y facilitadora de un grupo que trabaja especialmente con la comunidad latina transgénero, informó que, por séptimo año consecutivo los latinos experimentaron un alto grado de delitos de violencia en el condado de Los Ángeles: 93%, el porcentaje más alto que cualquier otro grupo racial.
Sobre la base de datos de la Comisión de Relaciones Humanas de Los Ángeles, Mia Pérez, dio a conocer que los delitos de orientación sexual constituyeron la segunda motivación más importante (18%) y crecieron un 20%. El 81% de estos delitos tuvieron como objetivo a hombres homosexuales.
Además, hubo 44 delitos contra las personas transgénero, el mayor número jamás documentado. El 91% ciento de estos crímenes fueron violentos, una tasa mucho más alta que los ataques raciales, de orientación sexual y religiosos.
“Muchos de los delitos no los reporta la comunidad por el miedo de ser deportados”, dijo Mia Pérez. “No es fácil hacer una denuncia de un delito, porque tienen miedo”.