Un archivo de cerebros antiguos podría guiar avances en las enfermedades mentales

La investigadora Alexandra Morton-Hayward ha compilado una base de datos única con información sobre 4,405 cerebros antiguos, revelando cuatro mecanismos principales de preservación

Un archivo de cerebros antiguos podría guiar avances en las enfermedades mentales

Estos cerebros investigados en un nuevo análisis -algunos con una antigüedad de hasta 12,000 años- ofrecen una ventana única al pasado. Crédito: Gorodenkoff | Shutterstock

Alexandra Morton-Hayward, una ex-funeraria convertida en académica, ha encontrado una fascinación inesperada en los cerebros humanos, específicamente en cómo resisten el paso del tiempo y se conservan a lo largo de milenios.

Su experiencia previa con los muertos la llevó a este camino inusual de investigación, y ahora, como antropóloga forense que cursa un doctorado en la Universidad de Oxford, está desentrañando los secretos detrás de estos órganos vitales que han sobrevivido a través de las eras.

Morton-Hayward ha compilado un archivo sin precedentes que documenta 4,405 cerebros desenterrados por arqueólogos en diversos lugares del mundo, desde turberas en el norte de Europa hasta cimas de montañas andinas. Estos cerebros, algunos con una antigüedad de hasta 12,000 años, ofrecen una ventana única al pasado, revelando cómo se han conservado a lo largo del tiempo.

Su investigación, publicada recientemente en la revista Proceedings of the Royal Society B Biological Sciences, ha identificado cuatro mecanismos principales de preservación, que van desde la deshidratación en climas cálidos hasta la congelación en entornos fríos.

Sin embargo, lo más intrigante es el descubrimiento de un quinto mecanismo desconocido, que Morton-Hayward especula podría estar relacionado con la presencia de metales como el hierro, que facilitan la conservación molecular del tejido cerebral.

Pero más allá de la mera preservación física, estos cerebros antiguos podrían albergar secretos aún más profundos. Morton-Hayward sugiere que es posible extraer ADN y proteínas antiguas de estos cerebros, revelando información sobre las personas a las que pertenecieron.

La salud y la enfermedad en el pasado

Este material podría proporcionar una comprensión más completa de la salud y la enfermedad en las civilizaciones del pasado, incluso permitiendo la identificación de enfermedades cerebrales que persisten hasta nuestros días.

La colección de cerebros antiguos en el laboratorio de Morton-Hayward en Oxford alberga una variedad asombrosa de especímenes, desde un cerebro de la Edad de Piedra de Suecia, con una antigüedad de 8,000 años, hasta ejemplares más recientes de épocas históricas documentadas.

Cada uno de estos cerebros tiene una historia única, desde santos polacos hasta víctimas de sacrificios incas, recordándonos constantemente la humanidad detrás de cada muestra.

El valor de esta investigación va más allá de la mera curiosidad científica. Martin Wirenfeldt Nielsen, médico y patólogo principal del Hospital Universitario del Sur de Dinamarca, destaca que esta base de datos ofrece la oportunidad de estudiar enfermedades cerebrales en contextos históricos y culturales diversos, lo que podría arrojar luz sobre la evolución de tales enfermedades y su relación con el entorno y el estilo de vida.

Morton-Hayward enfatiza la importancia de recordar la humanidad detrás de cada muestra. Para ella, estos cerebros antiguos son más que simples objetos de estudio; son testimonios de vidas pasadas, cada una con su propia historia y significado.

Como alguien que ha trabajado de cerca con la muerte, Morton-Hayward entiende la importancia de honrar a los individuos que alguna vez fueron, incluso cuando sus cuerpos se convierten en objetos de investigación científica.

A medida que la investigación continúa y se desvelan más secretos de estos cerebros antiguos, se abre una ventana fascinante hacia el pasado humano. Cada cerebro desenterrado es una pieza más del rompecabezas que nos ayuda a comprender quiénes éramos, quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos como especie. Y en el corazón de esta investigación hay una simple verdad: detrás de cada muestra hay una historia humana que merece ser contada y recordada.

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