Estudio con pollitos revela la capacidad del cerebro para reconocer rostros

Investigación sugiere que el reconocimiento facial es una habilidad innata por respuesta neuronal a estímulos que simulan rasgos faciales desde el nacimiento

Estudio con pollitos revela la capacidad del cerebro para reconocer rostros

El reconocimiento facial es un mecanismo innato del cerebro, en lugar de una habilidad adquirida con la experiencia. Crédito: sdecoret | Shutterstock

Un reciente estudio de la Universidad de Trento ha aportado nuevas pruebas al debate sobre si el cerebro está biológicamente predispuesto para reconocer rostros o si esta habilidad es adquirida.

Esta investigación, realizada en el Centro de Ciencias de la Mente y el Cerebro (CIMEC), ha identificado en pollitos de solo una semana de edad una reacción neuronal específica ante estímulos visuales que simulan una cara, compuesta por tres puntos que se asemejan a ojos y un pico o boca.

Lo notable es que estos animales, que nunca antes habían estado expuestos a rostros, no reaccionan ante características faciales aisladas ni puntos dispuestos de forma aleatoria. Estos hallazgos refuerzan la hipótesis de que el reconocimiento facial es un mecanismo innato del cerebro, en lugar de una habilidad adquirida con la experiencia.

Este descubrimiento se suma a otros estudios previos que ya sugerían una predisposición innata en el cerebro para reconocer rostros. Investigaciones con recién nacidos humanos y polluelos recién eclosionados han demostrado que estos, sin haber tenido exposición previa a caras, muestran una atracción espontánea hacia estímulos visuales que imitan rostros.

En estos casos, los rostros esquemáticos están compuestos por tres características: dos ojos y una boca o pico, lo que indica que el cerebro podría estar diseñado desde el nacimiento para reconocer este tipo de configuraciones visuales. Sin embargo, antes de este estudio, no se conocía el mecanismo neuronal que respaldaba esta capacidad.

El equipo de la Universidad de Trento, liderado por Giorgio Vallortigara, llevó a cabo experimentos controlados en los que se utilizaban representaciones simplificadas de rostros en diferentes configuraciones.

La clave está en la corteza prefrontal

Los resultados revelaron que una población específica de neuronas en el cerebro de los pollitos, ubicada en el “nidopalio caudolateral” —un área que en las aves es equivalente a la corteza prefrontal en mamíferos— reaccionaba únicamente ante estímulos que simulaban un rostro, ignorando configuraciones en las que los puntos estaban desordenados o mezclados.

Estos hallazgos no solo contribuyen al entendimiento del reconocimiento facial en animales y humanos, sino que también explican fenómenos psicológicos como la “pareidolia”, la tendencia a ver rostros en objetos inanimados, como nubes o manchas en las paredes.

Según Vallortigara, este fenómeno es producto de un mecanismo cerebral que responde de manera automática a configuraciones simples de puntos que simulan rasgos faciales, aunque no sean realmente rostros. Este proceso refleja la capacidad innata del cerebro para identificar estímulos relevantes en el entorno, incluso en ausencia de rostros reales.

El estudio propone que esta sensibilidad innata a los estímulos faciales tiene una función evolutiva crucial. En los primeros días de vida, tanto los polluelos como los bebés humanos parecen sentirse atraídos por estos esquemas visuales básicos de tres manchas oscuras dispuestas en un triángulo invertido.

Esto les permite, con el tiempo, aprender a diferenciar los rostros de sus cuidadores de los de otros individuos. Este proceso, facilitado por neuronas especializadas, actúa como un “detector de rostros”, permitiendo a los animales identificar rápidamente a sus madres o a miembros importantes de su grupo social, lo que es vital para su supervivencia.

Este trabajo, además de arrojar luz sobre los mecanismos innatos del cerebro, abre nuevas vías de investigación sobre cómo las habilidades cognitivas complejas, como el reconocimiento facial, se desarrollan y evolucionan en los vertebrados.

Los resultados del estudio son un avance significativo en el campo de la neurociencia y proporcionan una base sólida para futuras investigaciones sobre la relación entre la biología y el comportamiento social.

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