Lo que descubrí en mi visita a la isla Diego García, uno de los lugares más secretos del mundo
Una reportera de la BBC logró acceder al remoto territorio en el océano Índico a pesar de los intentos de Reino Unido y Estados Unidos de impedirlo
Diego García, una isla remota en el océano Índico, es un paraíso de exuberante vegetación y playas de arena blanca, rodeadas de aguas azules cristalinas.
Pero no es un destino turístico. Está estrictamente prohibido para la mayoría de los civiles: es el sitio de una base militar altamente secreta de Reino Unido y Estados Unidos, envuelta durante décadas en rumores y misterio.
La isla, que se administra desde Londres, está en el centro de una disputa territorial de larga data entre Reino Unido y Mauricio, y las negociaciones se han intensificado en las últimas semanas.
(El 3 de octubre Reino Unido anunció que cederá a Mauricio la soberanía de las islas Chagos, incluido el atolón de Diego García, en un acuerdo alcanzado tras años de negociaciones).
La BBC obtuvo un acceso sin precedentes a la isla a principios de septiembre.
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“Es el enemigo”, bromea un oficial de seguridad privada cuando regreso a mi habitación una noche en Diego García, con mi nombre resaltado en amarillo en una lista que sostiene.
Durante meses, la BBC había luchado por el acceso a la isla, la más grande del archipiélago de Chagos.
Queríamos cubrir un juicio histórico que se está llevando a cabo sobre el trato que reciben los tamiles de Sri Lanka, las primeras personas que solicitaron asilo en la isla, que llevan tres años varados allí.
Se han librado complejas batallas legales sobre su destino y pronto se dictará una sentencia que determinará si fueron detenidos ilegalmente.
Hasta este momento, solo podíamos cubrir la historia de forma remota.
Diego García, que se encuentra a unos 1,600 km de la masa terrestre más cercana, figura en las listas de las islas más remotas del mundo.
No hay vuelos comerciales y llegar allí por mar no es más fácil: los permisos para embarcaciones solo se conceden para las islas exteriores del archipiélago y para permitir un paso seguro por el océano Índico.
Para entrar en la isla se necesita un permiso, que solo se concede a personas con conexiones con las instalaciones militares o la autoridad británica que gestiona el territorio.
Históricamente, los periodistas han tenido prohibido el acceso.
Los abogados del gobierno de Reino Unido presentaron una demanda para intentar impedir que la BBC asistiera a la audiencia, e incluso cuando se concedió el permiso tras un fallo de la Corte Suprema del territorio, Estados Unidos se opuso posteriormente, diciendo que no proporcionaría comida, transporte, ni alojamiento a todos aquellos que intentaran llegar a la isla para el caso, incluido el juez y los abogados.
Las notas intercambiadas entre los dos gobiernos este verano, a las que tuvo acceso la BBC, sugerían que ambos estaban sumamente preocupados por admitir a cualquier medio de comunicación en Diego García.
“Como se ha comentado anteriormente, Estados Unidos está de acuerdo con la posición del gobierno de Su Majestad de que sería preferible que los miembros de la prensa observaran la audiencia virtualmente desde Londres, para minimizar los riesgos para la seguridad de las instalaciones”, decía una nota enviada por el gobierno estadounidense a los funcionarios británicos.
Cuando finalmente me concedieron el permiso para pasar cinco días en la isla, vino con estrictas restricciones.
Estas no sólo se referían a la información sobre el tribunal, sino también a mis movimientos en la isla e incluso a la prohibición de informar sobre las restricciones reales.
Los funcionarios británicos y estadounidenses rechazaron las solicitudes de cambios menores en el permiso.
El personal de la empresa de seguridad G4S fue trasladado en avión al territorio para proteger a la BBC y a los abogados que habían viajado para la audiencia.
Pero a pesar de las limitaciones, aún pude observar detalles esclarecedores, todo lo cual ayudó a pintar una imagen de uno de los lugares más restringidos del mundo.
Al acercarse en avión, se pueden ver cocoteros y una espesa vegetación en este atolón de 44 km2 con forma de huella, con la vegetación salpicada de estructuras militares blancas.
Diego García es una de las 60 islas que conforman el archipiélago de Chagos o Territorio Británico del Océano Índico (Biot), la última colonia establecida por Reino Unido al separarla de Mauricio en 1965.
Está ubicada aproximadamente a mitad de camino entre África Oriental e Indonesia.
Al llegar a la pista junto a un avión militar gris, un cartel en un hangar te da la bienvenida: “Diego García. Huella de libertad”, sobre imágenes de las banderas de Estados Unidos y Reino Unido.
Esta es la primera de muchas referencias a la libertad en las señales de la isla, un guiño a la base militar de Reino Unido y Estados Unidos que ha estado allí desde principios de los años 70.
Los acuerdos firmados en 1966 arrendaron la isla a Estados Unidos por 50 años inicialmente, con una posible extensión por otros 20 años. El acuerdo fue renovado y su vencimiento está previsto para 2036.
A medida que atravieso los controles de seguridad del aeropuerto y más allá, las influencias de Estados Unidos y Reino Unido compiten por predominar.
En la terminal, hay una puerta decorada con un estampado de la bandera británica y paredes con fotos de importantes figuras británicas, incluido Winston Churchill.
En la propia isla, veo coches de policía británicos y una discoteca llamada Brit Club con el logo de un bulldog. Pasamos por carreteras llamadas Avenida Britannia y Calle Churchill.
Pero los coches circulan por la derecha, como en Estados Unidos. Nos llevan en un autobús amarillo brillante que recuerda a un autobús escolar estadounidense.
El dólar estadounidense es la moneda aceptada y los enchufes eléctricos son estadounidenses.
La comida que nos ofrecen para los cinco días incluye “tater tots” (un popular plato de patatas fritas estadounidense) y galletas también estadounidenses.
Aunque el territorio está administrado desde Londres, la mayor parte del personal y los recursos están bajo el control de Estados Unidos.
En el intento de la BBC de acceder a la isla, los funcionarios de Reino Unido remitieron las preguntas al personal estadounidense.
Cuando Estados Unidos impidió que se celebrara la audiencia judicial sobre Diego García este verano, un alto funcionario del ministerio de Defensa dijo que Reino Unido “no tenía la capacidad de conceder el acceso”.
“La evaluación de seguridad de Estados Unidos es clasificada… [ellos] han demostrado que tienen controles estrictos establecidos”, escribió en un correo electrónico a un colega del ministerio de Asuntos Exteriores.
El comisionado en funciones de Biot ha dicho que no le es posible “obligar a las autoridades estadounidenses” a conceder acceso a ninguna parte de la instalación militar construida por Estados Unidos según los términos del acuerdo entre el Reino Unido y Estados Unidos, a pesar de ser un territorio británico.
En los últimos años, el territorio ha costado al Reino Unido decenas de millones de libras, la mayor parte de las cuales se clasifican como “costos de los migrantes”.
En julio, la BBC obtuvo una comunicación entre funcionarios del ministerio de Asuntos Exteriores en relación con los tamiles de Sri Lanka, en la que se advierte que “los costos están aumentando y la última previsión es que ascenderán a 50 millones de libras (US$65,5 millones) al año”.
El ambiente en la isla es relajado. Las tropas y los contratistas pasan a mi lado en bicicleta y veo a gente jugando tenis y haciendo windsurf bajo el sol de la tarde.
En un cine se anuncian proyecciones de Alien y Borderlands, y hay incluso un boliche y un museo con una tienda de regalos, aunque no me permitieron entrar.
Pasamos por un local de comida rápida llamado Jake’s Place y un pintoresco terreno junto al mar con un cartel que dice: “La antigua piscina y zona de picnic”. En la isla se venden camisetas y tazas con la marca de Diego García.
Pero también hay recordatorios constantes de la base confidencial que hay aquí. Se pueden oír ejercicios militares a primera hora de la mañana, y cerca de nuestro bloque de alojamiento hay un edificio vallado identificado como una armería.
En todo momento, los oficiales militares estadounidenses y británicos vigilan de cerca los movimientos de la corte.
La isla posee una belleza natural sorprendente, desde una vegetación exuberante hasta playas de arena blanca prístina, y también es el hogar del artrópodo terrestre más grande del mundo: el cangrejo de los cocoteros.
El personal militar advierte sobre los peligros de los tiburones en las aguas circundantes.
El sitio web de Biot presume de tener la “mayor biodiversidad marina de Reino Unido y sus territorios de ultramar, así como algunos de los mares más limpios y los sistemas de arrecifes más sanos del mundo”.
Pero también hay pistas que apuntan a su pasado brutal.
Cuando Reino Unido tomó el control de las Islas Chagos (Diego García es la más meridional) de la antigua colonia británica Mauricio, intentó desalojar rápidamente a su población de más de 1.000 personas para dejar paso a la base militar.
Personas esclavizadas fueron traídas a las Islas Chagos desde Madagascar y Mozambique para trabajar en las plantaciones de coco bajo el dominio francés y británico.
En los siglos siguientes, desarrollaron su propia lengua, música y cultura.
Al este de la isla veo una antigua plantación, donde los edificios están en mal estado.
En la casa del administrador de la plantación hay un cartel que dice: “Peligro, estructura insegura. No entrar. Por orden del representante británico”.
Un cangrejo enorme trepa por la puerta de una casa de huéspedes abandonada.
En una iglesia situada en la plantación, un cartel en francés debajo del crucifijo dice: “Oremos por nuestros hermanos y hermanas chagosianos”.
Los burros salvajes todavía deambulan por la zona. David Vine, autor de Island of Shame: The Secret History of the US Military Base on Diego Garcia (Isla de la Vergüenza: La historia secreta de la base militar de EE.UU. en Diego García), los describe como un “resto fantasmal de la sociedad que había estado allí durante casi 200 años”.
Un memorando del ministerio de Asuntos Exteriores de 1966 afirmaba que el objetivo de su plan “era conseguir algunas rocas que seguirán siendo nuestras; no habrá población indígena excepto las gaviotas”.
Un diplomático británico respondió que las islas eran el hogar de “algunos Tarzanes u Hombres Viernes cuyos orígenes son oscuros y que, con suerte, desearán ir a Mauricio”.
Otro documento del gobierno afirmaba que las islas fueron elegidas “no sólo por su ubicación estratégica, sino también porque, a todos los efectos prácticos, no tenían población permanente”.
“Los estadounidenses, en particular, concedieron gran importancia a esta libertad de maniobra, divorciada de las consideraciones normales que se aplican a un territorio dependiente poblado”, decía.
Vine señala que los planes surgieron en un momento en que el “movimiento de descolonización se estaba desarrollando y acelerando” y EE.UU. estaba preocupado por perder el acceso a bases militares en todo el mundo.
Diego García fue una de las muchas islas que se consideraron, afirma, pero se convirtió en la “principal candidata” debido a su población relativamente pequeña y su ubicación estratégica en medio del Océano Índico.
Para Reino Unido, afirma, era una oportunidad de mantener estrechos vínculos militares con EE.UU., incluso con sólo una “presencia británica simbólica” allí, pero también había una motivación financiera, agrega.
Estados Unidos aceptó un descuento de $14 millones de dólares en la compra por parte de Reino Unido de sus misiles nucleares Polaris como parte del acuerdo secreto sobre las islas.
En 1967, comenzó el desalojo de todos los residentes de las islas Chagos.
Los perros, incluidas las mascotas, fueron recogidos y eliminados. Los chagosianos han contado cómo fueron trasladados en grupo a barcos de carga y llevados a Mauricio o a las Seychelles.
Reino Unido concedió la ciudadanía a algunos chagosianos en 2002, y muchos de ellos vinieron a vivir a Reino Unido.
En un testimonio ante la Corte Internacional de Justicia años después, la chagosiana Liseby Elysé dijo que la gente del archipiélago había vivido una “vida feliz” en la que “no les faltaba nada” antes de las expulsiones.
“Un día el administrador nos dijo que teníamos que abandonar nuestra isla, dejar nuestras casas e irnos. Todas las personas estaban descontentas. Pero no teníamos elección. No nos dieron ninguna razón”, afirmó.
“A nadie le gustaría ser desarraigado de la isla en la que nació, ser desarraigado como animales”.
Los chagosianos han luchado durante años para regresar a la tierra.
Mauricio, que obtuvo su independencia de Reino Unido en 1968, mantiene que las islas son suyas y el tribunal más alto de las Naciones Unidas dictaminó, en una opinión consultiva, que la administración del territorio por parte de Reino Unido es “ilegal” y debe terminar.
Afirma que las islas Chagos deben ser entregadas a Mauricio para completar la “descolonización” de Reino Unido.
Clive Baldwin, asesor jurídico de Human Rights Watch, afirma que el “desplazamiento forzado de los chagosianos por parte de Reino Unido y Estados Unidos, su persecución por motivos de raza y la continua prevención de su regreso a su patria constituyen crímenes contra la humanidad”.
“Estos son los crímenes más graves de los que un Estado puede ser responsable. Es un crimen colonial continuo mientras impidan a los chagosianos regresar a casa”.
El gobierno del Reino Unido ha declarado anteriormente que no tiene “ninguna duda” sobre su reclamación de las islas, que han estado “bajo soberanía británica continua desde 1814”.
Sin embargo, en 2022, acordó iniciar negociaciones con Mauricio sobre el futuro del territorio, y el entonces ministro de Asuntos Exteriores, James Cleverly, dijo que quería “resolver todas las cuestiones pendientes”.
A principios de septiembre, el gobierno anunció que el jefe de gabinete del ex primer ministro Tony Blair, Jonathan Powell, que desempeñó un papel central en la negociación del acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte, había sido designado para negociar con Mauricio sobre las islas.
En un comunicado, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, David Lammy -que ha criticado a los gobiernos anteriores por haber “ignorado durante años las opiniones” de varios organismos de la ONU sobre las islas- dijo que Reino Unido estaba tratando de “llegar a un acuerdo que proteja los intereses del Reino Unido y los de nuestros socios”, al tiempo que subrayó la necesidad de proteger “el funcionamiento a largo plazo, seguro y eficaz de la base militar conjunta del Reino Unido y los Estados Unidos”.
Matthew Savill, director de ciencias militares del centro de estudios de defensa de Reino Unido, Rusi, afirma que Diego García es una base “enormemente importante”, “debido a su posición en el océano Índico y las instalaciones que tiene: puerto, almacenamiento y aeródromo”.
La instalación británica más cercana está a unos 3.400 km de distancia, y para Estados Unidos, a casi 4,800 km, explica, la isla también es un lugar importante para “capacidades de seguimiento y observación espacial”.
Los camiones cisterna que operaban desde Diego García abastecían de combustible a los bombarderos B-2 estadounidenses que volaban desde Estados Unidos para llevar a cabo los primeros ataques aéreos sobre Afganistán después de los ataques del 11 de septiembre.
Y, durante la posterior “guerra contra el terrorismo”, también se enviaron aviones directamente desde la propia isla a Afganistán e Irak.
La base también es uno “entre el número extremadamente limitado de lugares en todo el mundo disponibles para recargar submarinos” con armas como misiles Tomahawk, dice Savill, y Estados Unidos ha colocado allí una gran cantidad de equipos y provisiones para contingencias.
Walter Ladwig III, profesor titular de relaciones internacionales del King’s College de Londres, coincide en que la base cumple “muchas funciones importantes”, pero que “existe un nivel de secretismo que parece ir más allá de lo que vemos en otros lugares”.
“Ha habido un hiperenfoque en controlar y limitar el acceso, que… parece ir más allá de lo que sabemos públicamente sobre los activos, las capacidades y las unidades que están basadas allí”.
Durante mi estancia en la isla, debo llevar un pase rojo para visitantes y me vigilan de cerca en todo momento.
Mi alojamiento está vigilado las 24 horas del día y los hombres que están fuera toman nota de cuándo salgo y regreso, siempre bajo escolta.
A mediados de los años 80, el periodista británico Simon Winchester fingió que su barco había tenido problemas cerca de la isla.
Permaneció en la bahía durante unos dos días y logró pisar brevemente la orilla antes de que lo escoltaran y le dijeran: “Vete y no vuelvas”.
Me dice que recuerda que las autoridades británicas eran “increíblemente hostiles” y que la isla era “extraordinariamente hermosa”.
Más de dos décadas después, un periodista de la revista Time pasó unos 90 minutos en la isla cuando el avión presidencial estadounidense hizo escala allí para reabastecer combustible.
Durante mucho tiempo han circulado rumores sobre los usos de Diego García, incluido el de que se ha utilizado como un centro clandestino de la CIA, una instalación utilizada para albergar e interrogar a sospechosos de terrorismo.
El gobierno del Reino Unido confirmó en 2008 que vuelos de extradición que transportaban a sospechosos de terrorismo habían aterrizado en la isla en 2002, tras años de afirmar que no había sido así.
“Los detenidos no abandonaron el avión y el gobierno de Estados Unidos nos ha asegurado que ningún detenido estadounidense ha estado nunca detenido en Diego García. Las investigaciones de Estados Unidos no muestran ningún registro de ninguna otra extradición a través de Diego García o cualquier otro territorio de ultramar o a través del propio Reino Unido desde entonces”, dijo el entonces ministro de Asuntos Exteriores, David Miliband, al parlamento.
El mismo día, el ex director de la CIA, Michael Hayden, indicó que la información previamente “suministrada de buena fe” a Reino Unido sobre los vuelos de extradición –que afirmaba que nunca habían aterrizado allí– había “resultado ser errónea”.
“Ninguno de esos individuos formó parte del programa de interrogatorio de terroristas de alto valor de la CIA. Uno fue finalmente transferido a Guantánamo y el otro fue devuelto a su país de origen. Se trataba de operaciones de extradición, nada más”, indicó, al tiempo que negaba los informes de que la CIA tenía un centro de detención en Diego García.
Años después, Lawrence Wilkerson, jefe de gabinete del exsecretario de Estado norteamericano Colin Powell, dijo a Vice News que fuentes de inteligencia le habían dicho que Diego García había sido utilizado como un sitio “donde se alojaba temporalmente a personas y se las interrogaba de vez en cuando”.
No me permitieron acercarme a ninguna de las zonas militares confidenciales de Diego García.
Después de dejar mi alojamiento en la isla por última vez, recibí un correo electrónico en el que me agradecían por mi reciente estadía y me pedían comentarios.
“Queremos que cada huésped experimente nada menos que una experiencia acogedora y cómoda”, decía.
Antes de volar, sellaron mi pasaporte con el escudo de armas del territorio. Su lema dice: “In tutela nostra Limuria”, que significa “Limuria está a nuestro cargo”, una referencia a un mítico continente perdido en el océano Índico.
Un continente que no existe parece un símbolo adecuado para una isla cuyo estatus legal está en duda y que a pocos, desde que los chagosianos fueron expulsados, se les ha permitido ver.
(En el caso judicial sobre el trato a los tamiles de Sri Lanka en la isla, se espera que pronto se dicte sentencia y la BBC informará al respecto a su debido tiempo).
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