Psicoterapia: falta de datos afecta la eficacia de los tratamientos psicodélicos
La psicoterapia asistida por psicodélicos avanza como tratamiento prometedor, pero la falta de estándares en su aplicación obstaculiza eficacia y regulación
La psicoterapia asistida por psicodélicos (PAP) está generando expectativas como un posible cambio de paradigma en el tratamiento de trastornos mentales graves, particularmente para pacientes que no han encontrado alivio con terapias convencionales.
Sin embargo, un reciente estudio colaborativo entre la Fundación Champalimaud y el Centro Médico Universitario de Gröningen ha puesto de relieve deficiencias significativas en la forma en que se describe e implementa el componente psicoterapéutico de estos tratamientos.
Estas fallas, según los autores, no solo comprometen la seguridad y eficacia de las terapias, sino que también podrían retrasar su aceptación por parte de las agencias regulatorias.
Sustancias como la psilocibina, el MDMA, el LSD y la ayahuasca han mostrado resultados prometedores para tratar afecciones como la depresión, el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y la adicción. Estas sustancias, al inducir experiencias psicológicas intensas, se consideran catalizadores para un trabajo terapéutico más profundo.
A pesar de su potencial, el acceso a estos tratamientos sigue restringido a ensayos clínicos o programas limitados, ya que aún no cuentan con la aprobación de organismos como la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA). El reciente rechazo de la FDA para aprobar la terapia asistida por MDMA para el TEPT subraya la urgencia de abordar estas deficiencias.
El estudio, publicado en The Lancet Psychiatry, analizó 45 ensayos clínicos con 1.464 participantes para evaluar la calidad de las intervenciones psicológicas. Usando una versión adaptada de la lista de verificación TIDieR, diseñada para garantizar la reproducibilidad de los tratamientos, los investigadores identificaron inconsistencias.
Muchas descripciones omitían detalles esenciales sobre las sesiones de terapia, como la cantidad, el tipo de intervención, las calificaciones de los terapeutas y las técnicas empleadas. Estas lagunas dificultan la replicación de los estudios y la interpretación de sus resultados.
Carolina Seybert, autora principal del estudio, destacó que factores como la adherencia de los terapeutas a los protocolos son fundamentales, pero frecuentemente se subestiman debido al costo y tiempo que implica su supervisión.
Relación terapeuta-paciente
La calidad de la relación terapeuta-paciente es otro elemento clave que, aunque reconocido, no siempre se aborda con rigor suficiente en los estudios. Según Seybert, las investigaciones sobre MDMA presentan una mejor calidad de información porque suelen seguir manuales de tratamiento estandarizados, a diferencia de las investigaciones sobre psilocibina o ayahuasca, donde la diversidad de enfoques terapéuticos genera mayores discrepancias.
Albino Oliveira-Maia, coautor y director de la Unidad de Neuropsiquiatría de la Fundación Champalimaud, señaló que prestar más atención al componente psicoterapéutico podría transformar tanto la eficacia como la seguridad de estas terapias.
Oliveira-Maia enfatizó la importancia de desarrollar protocolos basados en evidencia para garantizar que estas intervenciones sean replicables en entornos clínicos reales y seguras para los pacientes. Aunque reconoció que los informes han mejorado en estudios recientes, subrayó que es necesario mantener esta tendencia para satisfacer las demandas de los reguladores.
Uno de los aspectos más críticos es la falta de consenso sobre cómo estructurar y documentar las sesiones psicoterapéuticas. Según los autores, estándares claros podrían no solo optimizar la investigación, sino también ayudar a los médicos y organismos reguladores a establecer requisitos de formación y competencias para los terapeutas. Esto, a su vez, facilitaría el diseño de tratamientos más efectivos y accesibles.
El estudio también propone que, para aprovechar plenamente el potencial de la PAP, es necesario un esfuerzo coordinado que eleve los estándares de investigación y práctica clínica. La implementación de directrices claras sobre las intervenciones psicológicas podría guiar a terapeutas y reguladores, asegurando que estos tratamientos se ofrezcan con la mayor calidad y replicabilidad posible.
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