Cómo identificar el síndrome de muerte súbita arrítmica en jóvenes

Un estudio revela señales que podrían anticipar el síndrome de muerte súbita arrítmica en jóvenes y ayudar a prevenir fallecimientos prematuros

Cómo identificar el síndrome de muerte súbita arrítmica en jóvenes

Reconocer las señales de alerta a tiempo podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte en jóvenes aparentemente sanos. Crédito: PeopleImages.com - Yuri A | Shutterstock

Un nuevo estudio presentado en el congreso ESC Preventive Cardiology 2025, organizado por la Sociedad Europea de Cardiología (ESC), pone en evidencia la necesidad de reconocer los signos tempranos del síndrome de muerte súbita arrítmica (SADS, por sus siglas en inglés), una causa aún poco explorada pero frecuente de muerte súbita cardíaca en personas jóvenes, incluidos atletas.

El estudio fue desarrollado por investigadores de la Academia Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, liderados por la doctora Matilda Frisk Torell.

A través de un análisis detallado de datos médicos de la cohorte SUDDY (acrónimo de Sudden Cardiac Death in the Young), los científicos identificaron patrones clínicos y antecedentes médicos que podrían permitir detectar a tiempo a los individuos con mayor riesgo de sufrir este tipo de muerte súbita.

El trabajo se centró en 903 casos de muerte súbita cardíaca registrados en Suecia entre los años 2000 y 2010, en jóvenes de entre 1 y 36 años. Por cada caso estudiado, se seleccionaron cinco controles de la población general.

Los investigadores revisaron certificados de defunción, autopsias, historias clínicas, electrocardiogramas, muestras biológicas y entrevistas con los familiares para construir un panorama integral de cada situación.

Uno de los hallazgos más relevantes fue que el SADS fue responsable del 22% de todas las muertes súbitas cardíacas analizadas. La mayoría de las víctimas eran hombres jóvenes, con una mediana de edad de 23 años al momento del fallecimiento.

De estos casos, el 33% había tenido contacto reciente con el sistema de salud —ya fuera a través de hospitalizaciones o consultas ambulatorias— en los seis meses previos al evento, una cifra considerablemente más alta que la observada en el grupo de control (24%).

Síntomas frecuentes

Los síntomas previos más frecuentemente registrados fueron palpitaciones, síncope (pérdida súbita del conocimiento), náuseas, vómitos y signos de infecciones recientes. Además, el 4,2% de las personas que fallecieron por SADS había sido hospitalizado anteriormente por síncope, mientras que un 3,5% había sido atendido por convulsiones, en comparación con menos del 1% en ambos casos dentro del grupo de control.

El análisis de electrocardiogramas reveló que el 18% de los pacientes con SADS tenía hallazgos anormales, siendo la preexcitación ventricular una activación eléctrica anticipada del corazón el patrón más común.

Por otro lado, un 11% tenía diagnóstico previo de arritmias cardíacas. Estas cifras, aunque puedan parecer bajas, adquieren relevancia clínica al observarse en personas jóvenes que no habían sido identificadas como población en riesgo.

Llamativamente, un número importante de los fallecidos (17%) tenía antecedentes psiquiátricos, y el 11% estaba en tratamiento con psicofármacos. Los autores subrayan la necesidad de continuar investigando la posible conexión entre estos factores y el desarrollo del SADS, así como el papel potencial de infecciones o trastornos gastrointestinales como desencadenantes del episodio cardíaco en individuos predispuestos.

La doctora Frisk Torell insiste en que muchos de los casos podrían haberse identificado previamente si se hubiera prestado atención a los síntomas descritos. En este sentido, el estudio destaca la importancia de implementar programas de evaluación cardíaca preventiva, especialmente en deportistas jóvenes. Sin embargo, lamenta que el nivel actual de cribado (screening) sea bajo y poco sistemático en varios países.

La investigación abre una ventana de esperanza para reducir la incidencia del SADS mediante una mayor vigilancia médica, atención a los antecedentes clínicos y mejor educación tanto en el entorno médico como entre la población general. Reconocer las señales de alerta a tiempo podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte en jóvenes aparentemente sanos.

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