La ceguera facial: qué es y cómo afecta a 1 de cada 50 personas
Personas con prosopagnosia enfrentan aislamiento y desafíos sociales diarios por no reconocer rostros; piden mayor comprensión y apoyo social

Este estudio pone de manifiesto que la prosopagnosia, lejos de ser una rareza sin impacto, es una condición que afecta profundamente la autoestima. Crédito: fizkes | Shutterstock
Un nuevo estudio revela el impacto que tiene la prosopagnosia, también conocida como ceguera facial, en la vida cotidiana de quienes la padecen. Esta condición, caracterizada por una dificultad persistente para reconocer rostros, afecta a una de cada 50 personas, aunque su visibilidad en el discurso público sigue siendo muy limitada.
A pesar de que los afectados pueden tener una visión perfecta, un coeficiente intelectual normal y una buena memoria, su habilidad para identificar incluso a familiares o amigos cercanos puede estar gravemente comprometida.

La investigación, desarrollada por un equipo de científicos entre los que se encuentra un colega del Dartmouth College en Estados Unidos, se centró en las experiencias de 29 adultos diagnosticados con ceguera facial.
Los testimonios recogidos ofrecen una visión cruda de los retos que enfrentan, diez de los participantes aseguraron que no pueden reconocer de manera confiable a sus propios familiares más cercanos, mientras que doce confesaron que, si se encuentran con sus amigos, no los identifican con facilidad. Aún más revelador fue descubrir que muchos sienten vergüenza o incomodidad social al admitir esta dificultad.
Una de las historias más impactantes del estudio fue la de una mujer que no reconoció a su esposo, con quien lleva más de tres décadas casada, cuando él llegó al aeropuerto sin previo aviso. Otro participante expresó su frustración con el entorno laboral, tras una semana de ausencia, le costaba identificar a sus compañeros, especialmente cuando todos vestían uniforme.
Afecciones en la vida diaria
El estudio destaca que incluso quienes tienen una forma “leve” de prosopagnosia sufren consecuencias significativas en su vida diaria. Esto sugiere que el diagnóstico de esta condición debería ir más allá de las pruebas de laboratorio y considerar seriamente las experiencias personales.
Muchos de los participantes han intentado desarrollar estrategias para sobrellevar su dificultad, como tomar notas detalladas, crear hojas de cálculo con características físicas de sus conocidos o relacionar nombres con rasgos distintivos. Sin embargo, estos métodos suelen ser mentalmente agotadores y no siempre efectivos, sobre todo en contextos laborales o sociales dinámicos.
Algunos entrevistados han desarrollado técnicas inusuales, como reconocer a las personas por el olor o identificar a sus compañeros observándolos desde atrás. Sin embargo, estas soluciones, aunque creativas, no siempre logran compensar la ansiedad social que experimentan.
Dos tercios de los participantes afirmaron que solo pueden reconocer menos de diez rostros familiares, una cifra que contrasta notablemente con las 5.000 caras que se estima una persona promedio puede recordar.

La incomprensión social agrava la situación. Muchos prosopagnósicos expresaron su temor a ser percibidos como groseros, desinteresados o incluso “tontos” cuando no reconocen a alguien.
Esta percepción errónea ha llevado a varios a evitar encuentros sociales o reducir intencionalmente sus círculos de conocidos, lo que a largo plazo puede derivar en aislamiento y habilidades sociales poco desarrolladas.
Este estudio pone de manifiesto que la prosopagnosia, lejos de ser una rareza sin impacto, es una condición que afecta profundamente la autoestima, las relaciones sociales y el desempeño profesional de quienes la padecen. La empatía, la adaptación de entornos y la divulgación del trastorno son claves para reducir el estigma y construir un entorno más inclusivo.
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