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¿Qué son las Tierras Raras con las que China está presionando a Estados Unidos?

Las Tierras raras son un elemento imprescidible en la industria tecnológica ya que son utilizadas en buena parte de los dispositivos actuales

China cuenta con uno de los mayores yacimientos de tierras raras del mundo

China cuenta con uno de los mayores yacimientos de tierras raras del mundo Crédito: Shutterstock

Las tierras raras son un conjunto de 17 elementos químicos con nombres poco conocidos como itrio, lantano, cerio, neodimio o disprosio, pero con un rol protagónico en la vida moderna. Se encuentran en casi todo lo que usamos a diario: teléfonos inteligentes, pantallas LED, autos eléctricos, discos duros, turbinas eólicas y hasta en armas de alta tecnología.

A pesar de lo que sugiere su nombre, estos elementos no son realmente escasos en la corteza terrestre. Lo que los hace “raros” es su dificultad para encontrarlos en concentraciones lo suficientemente altas como para que su extracción sea rentable. Además, su procesamiento implica un alto impacto ambiental y requiere tecnología avanzada, algo que no todos los países están dispuestos —o pueden permitirse— asumir.

Ahí es donde entra China. El país asiático no solo posee vastas reservas, sino que también ha desarrollado toda una infraestructura para procesarlas y exportarlas, lo que le ha permitido controlar cerca del 90% del mercado global. Y cuando un solo país domina un recurso tan crítico, las decisiones que tome repercuten en todo el planeta.

Restricciones de exportación de China: un golpe a la industria automotriz

En abril de 2025, China decidió endurecer las condiciones para exportar tierras raras, especialmente aquellas utilizadas en la fabricación de imanes permanentes. Esta medida forma parte de un escenario de crecientes tensiones geopolíticas con Estados Unidos, en el que Beijing busca usar su poder sobre estas materias primas como palanca estratégica.

El resultado ya se está haciendo notar. La industria automotriz ha sido la primera en sentir el golpe. Los imanes hechos con neodimio y disprosio son piezas clave en los motores eléctricos de vehículos híbridos y eléctricos. Sin ellos, las líneas de ensamblaje no pueden seguir funcionando.

Ford, por ejemplo, se vio obligada a suspender temporalmente la producción del SUV Explorer en su planta de Chicago por falta de suministros. Otras grandes automotrices como General Motors y Stellantis también han recibido advertencias de posibles interrupciones si la situación se prolonga.

China ha emitido algunas licencias de exportación a proveedores que trabajan con estas empresas, pero dichas licencias tienen una validez de apenas seis meses y están sujetas a renovaciones que no están garantizadas. Es decir, la industria está operando con una gran incertidumbre.

Y no solo en EE.UU. En Europa, marcas como Mercedes-Benz están buscando alternativas y estrategias de mitigación, mientras que en India, fabricantes como Bajaj Auto ya han advertido que también podrían verse afectados si la cadena de suministro se rompe.

Impacto en la industria tecnológica de Estados Unidos

Más allá del sector automotriz, el control chino sobre las tierras raras pone en jaque a toda la industria tecnológica estadounidense. Estos elementos no solo son clave en motores eléctricos, sino también en chips, pantallas, componentes ópticos y sistemas de defensa nacional. Sin acceso constante a ellos, muchos productos simplemente no se pueden fabricar.

Estados Unidos ha sido consciente de esta dependencia desde hace años, pero los avances para solucionarla han sido lentos. Hay proyectos en marcha en lugares como California, Texas y también en Australia y Canadá, pero aún están lejos de cubrir la demanda global. Procesar tierras raras no es tan simple como abrir una mina: se necesita una cadena industrial entera, inversiones millonarias y años de desarrollo.

Además, aunque algunos países están dispuestos a invertir en esta área, el mayor obstáculo sigue siendo el proceso de refinamiento. Hoy, incluso cuando Estados Unidos extrae tierras raras dentro de su territorio, muchas veces tiene que enviarlas a China para su procesamiento. Sí, así de dependientes estamos.

Para las compañías tecnológicas, esto significa más costes, más incertidumbre y más obstáculos para innovar y competir en un mercado global cada vez más exigente. Desde gigantes como Apple y Qualcomm hasta startups que desarrollan nuevos dispositivos o soluciones energéticas, todos se enfrentan a una realidad incómoda: su futuro depende de un recurso que está, en gran parte, fuera de su control.

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