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Tiene 17 años y creó un dron en una impresora 3D que sorprendió al Departamento de Defensa

El modelo de dron desarrollado por Cooper Taylor es capaz de aterrizar de forma vertical y tiene un costo de producción sumamente bajo

Lo novedoso del proyecto es la capacidad de fabricar los drones a un muy bajo costo

Lo novedoso del proyecto es la capacidad de fabricar los drones a un muy bajo costo Crédito: Shutterstock

Con solo 17 años, Cooper Taylor está dejando boquiabierta a la comunidad tecnológica gracias a su ambicioso proyecto: un super dron VTOL impreso en 3D, que puede construirse casi en su totalidad con una impresora casera. Lo más sorprendente es que este artefacto ha llamado la atención del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que le ha aprobado $23,000 dólares en subvenciones.

Cooper, estudiante de secundaria en Greenwich Country Day School, Connecticut, empezó el desarrollo motivado por la frustración de su hermana: el dron que ella tenía solo podía volar unos 30 minutos antes de quedarse sin batería. Intrigado, Cooper decidió combinar lo mejor de dos mundos: la flexibilidad de vuelo vertical estilo helicóptero y la eficiencia en trayecto horizontal de una aeronave fija. Sin contar con laboratorios ni grandes recursos, Cooper convirtió el sótano de su casa en un pequeño centro de I+D, donde experimentó con impresoras 3D, soldadores, placas electrónicas y pruebas de vuelo.

Innovación con rotor inclinado y componentes 3D

El diseño reinventado de Cooper incluye un mecanismo de rotor inclinable: los motores hacen las funciones tanto de despegue vertical como de vuelo horizontal, sin necesidad de motores adicionales, lo que recorta tanto costes como peso y consumo energético. Este sistema, conocido como tilt-rotor, solo se ve en drones muy avanzados o en vehículos como el V-22 Osprey, lo cual lo hace aún más sorprendente en un diseño estudiantil.

Además, cada una de las piezas del dron—desde el chasis hasta las hélices—es modular y puede imprimirse con una impresora 3D doméstica. El resultado: un dron que cuesta una quinta parte del precio de equivalentes comerciales (que suelen rondar varios miles de dólares). Cooper afirma que cualquiera con acceso a una impresora 3D y conocimientos básicos de ensamblaje podría construir su propio modelo.

Hasta la fecha, Cooper ha fabricado seis prototipos, imprimiendo, programando y soldando todos los componentes él mismo. Los primeros tres fracasaron de forma espectacular, incluyendo uno que se estrelló tras elevarse unos 15 metros. Pero persistió, aprendiendo a codificar, a usar foros online e incluso tomando cursos en línea. El cuarto prototipo finalmente voló y aterrizó con éxito, validando su concepto. El sexto prototipo pesa 2,7 kg, tiene una envergadura de más de 1,2 metros, y vuela hasta 15 minutos, aunque con futuras mejoras podría alcanzar una autonomía de 105 minutos a velocidad de crucero.

Reconocimiento del Departamento de Defensa y futuro prometedor

El impacto de este proyecto ha sido tan grande que Cooper se ha llevado $23,000 dólares en becas: $8,000 USD del Junior Science and Humanities Symposium (JSHS), financiado por el Departamento de Defensa, y $15,000 USD de la Marina de EE.UU. después de presentar su trabajo en la Feria de Ciencia e Ingeniería Regeneron ISEF. La comunidad científica y militar ha tomado nota, y no es para menos: su dron es eficiente, barato, modular y replicable.

Un mentor de Cooper, David Handelman, del Johns Hopkins Applied Physics Lab, ha destacado su dedicación, curiosidad y nivel de ingeniería: “Trabaja al nivel que normalmente veo en estudiantes universitarios”. Por su parte, Winnie Boyle, directora de competencias de la National Science Teaching Association, afirmó que “tener gente en carreras STEM es una cuestión de seguridad nacional”.

Este reconocimiento institucional es una prueba de que el Gobierno de EE.UU. apuesta por el talento joven con potencial militar y civil. Después de los primeros seis prototipos, Cooper ya trabaja en el séptimo, con la meta de hacerlo más liviano, portátil y capaz de ser desmontado para que quepa en una mochila. También planea incorporar sistemas de navegación autónomos para vuelos más largos y precisos.

Este verano participará en un programa del Reliable Autonomous Systems Lab del MIT, lo que le abrirá puertas para trabajar en algoritmos de vuelo autónomo y tecnologías de vanguardia. Su intención no es solo comercial: también sueña con aplicar su dron en zonas de desastre, agricultura inteligente y vigilancia ambiental, donde los drones tradicionales no llegan o son demasiado caros.

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