window._taboola = window._taboola || []; var taboola_id = 'mycodeimpremedia-laopinion'; _taboola.push({article:'auto'}); !function (e, f, u, i) { if (!document.getElementById(i)){ e.async = 1; e.src = u; e.id = i; f.parentNode.insertBefore(e, f); } }(document.createElement('script'), document.getElementsByTagName('script')[0], '//cdn.taboola.com/libtrc/'+ taboola_id +'/loader.js', 'tb_loader_script'); if(window.performance && typeof window.performance.mark == 'function') {window.performance.mark('tbl_ic');}

‘Por favor, no vengas. Estas gentes ya me agarraron’

Fueron las palabras de un inmigrante a su esposa, momentos antes de ser detenido por los agentes migratorios

Famillia dividida por las redadas.

Famillia dividida por las redadas. Crédito: Isaac Ceja | Impremedia

La última vez que Margarita Hernández vio a su esposo Abel, le dio sus alimentos que se llevaría al trabajo, tenía un aguacate, un cuernito, carne y tortillas que le gustaban mucho, pero que nunca probó.
 
Ese día cuando Abel subió a su camioneta para ir a su trabajo, dos agentes federales lo interceptaron afuera de su casa y le hicieron unas preguntas.
 
Inmediatamente Abel le habló por teléfono a su esposa y le advirtió de lo que estaba ocurriendo. 
 
“Ma, no vengas”, dijo Abel a su esposa. “Por favor, no vengas. Estas gentes ya me agarraron”.
 
“¿Quiénes gentes?”, preguntó Margarita. 
 
“La migración”, dijo Abel. “Nada más no salgas”.
 
El viernes por la mañana, Abel estaba listo para ir a trabajar de jardinero, como lo ha hecho por más de 20 años. Pero ese día, cuando fue detenido por oficiales federales que estaban en el área de Stanton, la situación cambió para él y para toda su familia, sus seis hijas, un hijo y su esposa. 
 
Cuatro de sus hijas corrieron hacia al carro cuando ICE se estaba llevando a Abel; una de ellas, Rebeca, estaba cerca del vehículo de los agentes para tratar de ver a su padre por última vez, pero los agentes le dijeron que despegara el área y la intentaron empujar.
 
La joven latina imaginó lo peor y pensó que tal vez ese día sería la última vez que podía ver a su padre, no supo qué hacer y al igual que el resto de su familia, quedó en un baño de lágrimas.
 
“Sé que mi papá es muy fuerte y tiene una mentalidad muy positiva”, dijo Rebeca. “Sé que cuando esté ahí, detenido, hará reír a los demás y les inspirará pensamientos positivos para seguir adelante. Sé que será la luz en la oscuridad que todos necesitan”.

Abel Hernández ha vivido por más de 20 años en los EEUU.
Crédito: Familia Hernández | Cortesía

De acuerdo con Wendy, la hija mayor que ya no vive con ellos, llegó lo más rápido posible para ver a su padre y a los más de 12 vehículos que habían llegado por él. Era una combinación de vehículos de ICE y el departamento de policía. 
 
Después de 4 días de intentar buscarlo en el sistema de ICE con su número de registro, Wendy compartió que aún su padre no ha sido procesado en el sistema migratorio a pesar de haber sido detenido en Santa Ana y transferido a Texas. 
 
Cuando le dijeron a la familia que su padre posiblemente estaba en el centro de detención de Santa Ana, inmediatamente fueron, pero un trabajador les compartió que Abel sería transferido en poco tiempo. Wendy hizo algunas preguntas, pero una trabajadora le dijo a toda la familia, en un tono amenazador, que se fueran porque también eran inmigrantes, algo que no es cierto.
 
Días después Abel fue transferido a Texas, donde le permiten hablar cinco minutos con su familia, situación que aprovecha para compartirles en la precaria situación en la que tienen a los migrantes.
 
Les ha dicho que actualmente los inmigrantes duermen en carpas y sin camas, bajo una temperatura de hasta 108 grados Fahrenheit, con poca comida, agua y pocos baños.
 
“Les están violando sus derechos humanos básicos”, dijo Wendy. “Sin comida y poca agua. Estoy seguro de que mi papá no le cuenta todo a mi mamá porque no quiere herirla más de lo que ya está, pero ningún ser humano merece pasar por esto”.
 
Abel era el único sostén económico de la familia, pero también el que los levantaba anímicamente, ya que todos lo reconocen como una persona que siempre andaba alegre y tenía un gran sentido del humor.
 
 
Rocío, la hija más pequeña, dijo que quisiera que su padre haga muchas amistades por si tiene que regresar a su pueblo en Oaxaca, por lo menos tendrá amigos con quien se podrá divertir.
 
Cuando Abel no estaba trabajando de jardinero,  trabajaba como DJ los fines de semana con su sistema para fiestas. 
 
Cuentan sus hijas que en varias ocasiones, Abel llegaba hasta las 4 de la mañana y le decía a su esposa que a sus clientes les encantaba el ambiente que él generaba con su música, es por eso que no les gustaba decirles que no iba tocar más. Por ahora sus bocinas permanecen cerca a la puerta de entrada sin ser utilizadas. 
 
La familia destacó que a su padre le encantaba trabajar y cuando estaba en casa no se sentía bien sin hacer nada. Ahora que está dentro de un centro de detención, están seguros que no la está pasando bien pues siempre le gustaba estar haciendo algo.
 
 Eduardo, su hijo, y su esposa Margarita temen salir de su hogar debido a lo que pasó con Abel.
 
“No tienes hambre porque siempre estás preocupado y además te falta el sueño”, dijo Eduardo. “Siento que, aunque duermo bien, me despierto cansado y a lo largo del día me siento lento y perezoso”.
 
Más que nada, la familia pide que procesen a Abel para que el mexicano no tenga que lidiar con las condiciones actuales en el centro de detención.
 
En el peor de los casos, Margarita y tres de sus hijas que son menores de edad piensan mudarse a Oaxaca para estar con Abel si es deportado.
 
Cada vez que cena Margarita piensa en su esposo que tanto amaba las comidas que ella hacía. Ahora que no está en casa, trata de imaginar que aún está trabajando, de día de jardinero y por las noches de DJ.
 
Para apoyar
Un amigo de la familia creó una campaña de GoFundMe donde busca apoyo para el costo de los abogados para Abel: Help Eduardo’s Dad Stay with His Family

En esta nota

Inmigracion legal Redadas
Contenido Patrocinado