Impacto de aranceles de Trump: estos autos subirán de precio
Mientras algunas marcas locales como Tesla apenas sienten el golpe, otras podrían elevar sus precios hasta $12,000 dólares

Fabricación del Volvo EX30. Crédito: Volvo. Crédito: Cortesía
La industria automotriz en Estados Unidos enfrenta uno de sus mayores desafíos en años. La decisión del presidente Donald Trump de aplicar un arancel del 25% a vehículos y autopartes importadas no solo redefine las relaciones comerciales, sino que también sacude los precios en el mercado interno.
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A pesar de algunas excepciones previstas por el tratado USMCA, el efecto será amplio y, en muchos casos, difícil de sortear.
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El nuevo escenario no discrimina entre marcas consolidadas o emergentes. Aquellas compañías que dependen de componentes fabricados fuera de EE.UU. tendrán que asumir mayores costos, los cuales inevitablemente serán trasladados al consumidor. Esto ocurre incluso cuando el vehículo en cuestión haya sido ensamblado dentro del país.
Consultores del Anderson Economic Group estiman que los precios podrían aumentar entre $2,000 y $5,000 dólares por unidad.
Todo depende de la importación
En el caso de SUV o vehículos eléctricos importados desde Canadá, México o Asia, el incremento podría alcanzar hasta $12,000 dólares. La amplitud del impacto dependerá del origen de los componentes y del lugar de ensamblaje.
Tesla, una de las grandes beneficiadas por su cadena de producción nacional, reporta un contenido doméstico de hasta 87%.
Sus plantas en Fremont, California, y Austin, Texas, le permiten enfrentar el nuevo escenario con mayor tranquilidad. La marca estima un aumento cercano al 3% en el precio de sus modelos, una diferencia sustancial respecto a fabricantes asiáticos.
Buick, que depende de una producción más global, calcula un encarecimiento promedio del 22% en sus unidades. Hyundai y Kia, con operaciones parcialmente basadas en Corea del Sur y China, prevén una subida de entre 21% y 22%.
Para muchas marcas, la diversificación geográfica que antes representaba una fortaleza, ahora se ha convertido en un obstáculo comercial.

Los grandes impactos de esta medida
El efecto colateral alcanza también a vehículos ensamblados dentro del país. Modelos como el Toyota RAV4 o el Honda CR-V, fabricados en plantas de América del Norte, igualmente incorporan piezas importadas que los hacen susceptibles al arancel. Según Cox Automotive, esto podría traducirse en aumentos de entre $3,000 y $6,000 dólares.
Toyota ya anunció una subida de $270 dólares por unidad desde julio, como informó Reuters. Mitsubishi, por su parte, elevará los precios en un 2,1%, tanto por los nuevos aranceles como por la presión inflacionaria acumulada.
Ford también alertó a sus distribuidores sobre posibles aumentos, dado que muchas de sus unidades provienen de plantas en México y Canadá, o dependen de autopartes extranjeras.
Los sobrecostos proyectados para el primer año son preocupantes: más de $30,000 millones de dólares que recaerán directamente sobre los consumidores, con diferencias que podrían oscilar entre $2,500 y $20,000 dólares por vehículo, dependiendo del segmento y la marca. Un escenario que amenaza con frenar la recuperación del sector.

A pesar de ello, el Gobierno federal ha implementado mecanismos de alivio. Entre ellos, destaca una reducción del arancel del 25% al 2,5% para modelos que tengan un alto porcentaje de piezas fabricadas en Estados Unidos.
También se exime de la tarifa a los autos que cumplan con al menos un 85% de origen nacional. Sin embargo, los expertos señalan que estas excepciones, aunque útiles, no neutralizan del todo los efectos económicos.
¿Y ahora, qué sigue?
El impacto de esta política no se limita a los precios. También obliga a las automotrices a rediseñar sus cadenas de suministro.
Algunas empresas han comenzado a evaluar un aumento en la producción local, mientras otras buscan proveedores estadounidenses para evitar penalizaciones. No obstante, se trata de procesos que requieren inversiones considerables y tiempo de implementación.
La reacción de las marcas ha sido dispar. Aquellas con infraestructura consolidada en Estados Unidos podrían sacar provecho de la situación si logran mantener sus precios estables.

Es el caso de Tesla, Jeep y ciertos modelos de Honda y Ford. Por el contrario, firmas con estructuras internacionales complejas tendrán que replantear su estrategia comercial y logística para sobrevivir.
El impacto también se extenderá al mercado de autos usados. Al subir el costo de los vehículos nuevos, se espera una mayor demanda por autos de segunda mano, lo que presionará sus precios al alza. Ya se observan incrementos en subastas regionales y concesionarios independientes.
Pese al debate, la administración Trump sostiene que la medida es necesaria. Según voceros de la Casa Blanca, se trata de una estrategia de largo plazo para “reconstruir la capacidad industrial nacional” y reducir la dependencia de mercados extranjeros, especialmente asiáticos. Añaden que el arancel es solo una parte de un plan más amplio que incluye incentivos fiscales y subsidios a fabricantes locales.
A mediano plazo, algunas marcas están considerando nuevas plantas en EE.UU. o la expansión de las existentes para eludir el impacto arancelario. No obstante, estas soluciones estructurales tomarán años en consolidarse. Mientras tanto, el mercado deberá ajustarse a un entorno más costoso y competitivo.
La medida también influye en la competencia internacional. Mientras marcas como Tesla pueden afianzarse, otros fabricantes buscan acuerdos comerciales que les permitan mantener precios competitivos sin sacrificar calidad.
Todo apunta a una transformación del mapa automotriz norteamericano, con ganadores y perdedores según su grado de adaptación.
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