El trauma de las redadas de ICE a través de los ojos de los lavacarros
Los negocios de lavados de autos han sido otro de los blancos favoritos de los operativos de migración
Los lavacarros entre los más afectados por las redadas (Wayne Huang for CLEAN Carwash Worker Center.) Crédito: Wayne Huang for CLEAN Carwash Worker Center. | Cortesía
A Jesús aún le dan ganas de llorar cuando recuerda que escapó a una redada de migración en el lavado de autos donde laboraba en el área de San Pedro, California.
“Fue una cosa terrible, una experiencia muy triste que nunca me había pasado en la vida”, dice este inmigrante mexicano, quien durante 25 años se ha ganado la vida como lavacarros.
Defensores de los trabajadores de los lavados de carros estiman que desde junio, más de 80 de estos negocios en Los Ángeles han sido blanco de los agresivos y crueles operativos de migración ejecutados por agentes enmascarados que llegan en autos nuevos sin identificación.
En San Pedro, al menos dos redadas se han perpetrado en los lavados de carros, Madano y Lucky Seven, entre finales de septiembre y principios de octubre.
Jesús, prefiere no dar su nombre completo, al narrar la pesadilla que vivió.
“Yo andaba arriba de un carro, limpiandolo, cuando identifiqué a la Migra. Como trabajamos en grupos de dos, le dije a mi compañero, ponte listo. No sé que vas a hacer tú, pero cada uno haga su estrategia”.
En unos cuantos segundos, Jesús descendió del vehículo que limpiaba y alcanzó a ver a los agentes federales bloqueando las dos puertas de acceso al lavado de autos.
“Vi a mi compañero que salió corriendo, y los agentes se fueron detrás de él. Aproveché el descuido para escapar, caminé cubriéndome con la misma camioneta que acababa de limpiar, hasta que encontré un lugar seguro y me encerré”.
Lleno de pánico dice que esos momentos no podía apartar de su mente a su hija de 13 años y a su esposa.
“¿Qué va a hacer de ellas si dependen de mí?”, decía mientras lloraba angustiado en su escondite, y le daba vueltas y vueltas a la misma pregunta.
Una hora y media después, sus compañeros que escaparon de la redada, lo ayudaron a salir de su refugio.
Semanas después, Jesús siente que el trauma lo persigue.
“Veo carros nuevos y pienso que son los enmascarados”.
Pero eso no es todo, dice que no ha podido comer bien.
“La comida me sabe amarga. Sufro de dolores de cabeza, me duele el estómago y hasta los pies”.
Al lavado de carros, no ha regresado ni piensa volver.
“Voy a buscar trabajo en un lugar más seguro, en donde esté menos expuesto. En el lavado de carros es bien fácil que lo agarren a uno. En un parpadeo, los agentes te caen encima y no hay para dónde hacerse”.
Tras la redada en su centro de trabajo, Jesús dice que el sueño americano se terminó para él. Al nerviosismo constante, se suma que ha perdido la seguridad en sí mismo.
“Salgo a la calle con miedo; donde quiera que vaya ando con temor. Mi compañero que se llevaron detenido es papá de dos niños chiquitos. No quiero ni pensar como estuviera yo en su lugar, encerrado”.
El lavacarros de 57 años dice que la redada de San Pedro fue planeada.
“Fue el 4 de agosto, una semana antes, dos güeros y dos muchachas llegaron con tres carros nuevos rentados, solo lavaron uno por fuera. Una de las mujeres traía un radio, y se puso a revisar cómo estaba el negocio por atrás. Los otros se quedaron en la entrada, mirando todo. Ese día fueron a planear para caernos el sábado”.
Al terminar la jornada, ese día, Jesús se fue a su casa bien asustado, con el presentimiento de que algo iba a suceder, y que debían tener cuidado.
“Yo les decía a mis compañeros, no ando trabajando a gusto, necesito estar cuidando a qué horas van a llegar; y llegaron días después”.
Jesús dice que los inmigrantes están viviendo una temporada muy dura.
Cientos de detenidos
Andrea González, organizadora del CLEAN Carwash Worker Center dice que ya son casi 300 trabajadores de lavado de carros, entre ellos 15 mujeres, detenidos por los agentes federales de inmigración en los condados de Los Ángeles, Orange y la región del Inland-Empire.
“La mayoría han sido deportados, como 40 están peleando sus casos y unos cuatro han podido salir con fianza”.
Frente a esta crisis, afirma que lo más importante es que los trabajadores y los dueños de los lavados de carro conozcan sus derechos.
“Aunque los lavados de carros son considerados negocios privados, los trabajadores están a la intemperie; por lo tanto, los propietarios deben tener un plan o protocolo establecido frente a los agentes federales que entran con tal fuerza que ponen a los lavacarros en estado de pánico”.
Señala que si no traen una orden de registro, los agentes de migración no deben entrar ni preguntar si los trabajadores tienen un permiso para laborar.
“Hemos visto que cuando la comunidad y los dueños saben qué hacer y les preguntan a los agentes, ‘qué hacen aquí’, ha habido una respuesta positiva”.
Andrea dice que como organización han tenido entrenamientos no solo para los trabajadores sino para los gerentes de los lavados de carro en los que pueden hacer sus preguntas.
“Tenemos entrenamiento también para la comunidad para que conozcan más de la industria, y a los grupos de respuesta rápida”.
Dice que quieren que la comunidad reporte cuando observen algo sospechoso.
“Hemos creado un nivel de apoyo en la comunidad, y después de una redada, nos reunimos para compartir lo que ha pasado y aprender para estar mejor protegidos”.
Andrea revela que han estado ayudando a crear cuentas en el sitio GoFundMe para recaudar fondos para los lavacarros detenidos y sus familias.
“Estamos creando alianzas con los bancos de comida, con organizaciones que apoyan con la renta e invitando a la Comisión del Trabajo (Labor Commission) para que los trabajadores de los lavados de carro conozcan sus derechos”.
Dice que como organización tienen una capacidad muy limitada para proveerles asistencia legal, pero han conseguido abogados que los asisten probono (que no cobran) o low bono (a bajo costo).
“Son muy limitados los abogados probono o low bono, pero los hay. También hemos ofrecido clínicas legales para que los lavacarros puedan hablar y consultar con un abogado, desarrollar un plan de acción familiar, y las acciones a tomar en caso de ser detenidos”.
La realidad, confía Andrea, es que los lavacarros tengan o no documentos, están trabajando con temor y mirando hacia afuera todo el tiempo para ver si no se aparecen los agentes federales de migración.
“Las redadas quedan fuera de nuestro control, pero queremos que se preparen y conozcan sus derechos, para que si son detenidos, se sientan cómodos con su reacción”.
Para preguntas sobre los derechos de los trabajadores de los lavados de autos o conocer cuándo habrá un entrenamiento escribe a: info@cleancarwash.org; o buscar en Instagram y Facebook.
Lavacarros deportado
A José lo arrestaron en el Madrona Carwash de la ciudad de Torrance en el condado de Los Ángeles el 29 de agosto; al día siguiente, el 30 de agosto ya lo habían deportado a México.
“Honestamente antes de la redada estaba tranquilo. Nunca piensas que te va a tocar a ti”, dice.
En ese operativo se llevaron detenidos a nueve lavacarros.
“Yo estaba esperando para secar un carro, cuando llegaron como seis o siete agentes de migración en unos 11 vehículos más sus refuerzos. Yo dije ‘esto ya valió’. No opuse resistencia. Seguí los consejos de no correr. El oficial me dijo te volteas o te volteo (para ponerme las esposas). Me volteé”.
Dice que eso si les mostró la tarjeta roja con sus derechos, y se negó a hablar.
Pero cuando al tomarle una foto, insistían en confundirlo con un Jesús Benjamín, no le quedó otra opción más que decir que él era José Raúl.
Tras ser detenido dice que le presentaron sus opciones.
“Solo tenía dos, pelear por quedarme, y esperar detenido mínimo tres meses para ir a ver al juez; y la segunda, firmar mi salida voluntaria, con la esperanza de regresar en un futuro con un permiso de trabajo”.
Pero él tenía claro una cosa, no quería estar encerrado meses.
“Yo había pensado, si me llegan a agarrar, no voy a pelear”.
Entrevistado vía Zoom desde Zapopan, México, José dice que a veces le entra la nostalgia, pero también el agradecimiento con la organización Clean Car Wash y todo su equipo.
“Cuando comenzaron las redadas en junio, hubo días en que no trabajamos, y cerraban el car wash, entonces Clean Car Wash nos ayudaba con despensas y algo para pagar renta”.
José de 55 años, había llegado a California en 1991, y desde entonces trabajaba en el lavado de carros Madrona.
“Voy a esperar dos años para ver si puedo volver a Estados Unidos cuando mi hija solicite mi residencia, y si me dicen que no, tal vez ya no regrese”.