Inmigrantes agradecidos de que no fueron deportados
Familias vencen el miedo a ICE y acuden a la Misión de Los Ángeles a celebrar el Día de Acción de Gracias
Almanzor Ramos, su hijo Pedro y su esposa Basilia López disfrutan de un plato de comida. Crédito: Jorge Macías | Impremedia
Un plato de pavo aderezado con puré de papa, sopa de macarrón, salsa de arándanos y judías verdes hicieron olvidar las penas de la vida a Abraham Soto, quien estuvo a punto de ser una víctima más de las crueles redadas de inmigración.
El pasado 6 de agosto, Soto, de 63 años, originario de Retalhuleu, Guatemala y su nieto Erickson Elian Pérez acudieron a una tienda Home Depot en el área de las calles Union y Westlake para comprar material de construcción.
“Ni a mí ni a mi nieto nos atraparon, pero a Elian lo corretearon y él saltó una barda y cayó al vacío 10 pies”, contó Abraham. “Mi nieto se partió el tobillo en dos y los médicos tuvieron que ponerle platino y nueve tornillos”.
Ese día, al menos 30 agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) llegaron a la zona del Home Depot.
“Íbamos por un poco de material y los agentes salieron por todos lados”, recordó Abraham. “Cuando Sali de la tienda ya no vi por ninguna parte a mi nieto”.

Erickson Elian Pérez se había estrellado en el piso de cemento. Afortunadamente y a causa de la grave fractura, los agentes de ICE lo dejaron de perseguir cuando se dieron cuenta de que estaba herido.
“Ya no fueron por él”, narró Abraham, quien informó que a su familiar ya le quitaron el yeso y se encuentra haciendo ejercicios; aunque aún no puede caminar bien.
Abraham Soto y su esposa Aura Dueñas de Soto, se encontraban entre aproximadamente otras 2,500 personas que hicieron fila desde la madrugada del miércoles para recibir un almuerzo en el Día de Acción de Gracias que anualmente organiza la Misión de Los Ángeles.
Desde 1936
Desde su fundación en 1936, la Misión de Los Ángeles ha ofrecido comidas de Acción de Gracias, primero como comedor social durante la época de la Depresión y ha continuado con esta tradición, sirviendo comidas especiales a los más necesitados de la sociedad angelina.
“Este año fue muy difícil. Mucha gente está sufriendo. No tiene comida”, declaró la alcaldesa Karen Bass, quien, después de servir casi un centenar de platillos a los comensales, derramó algunas lágrimas.

“Nunca tenemos que olvidar a la gente que tiene hambre todos los días”, explicó.
Mucha gente también sufría y expresaba temor por las redadas migratorias que todavía continúan en la ciudad y el condado de Los Ángeles y continúan resquebrajando a las familias.
“Es algo que sigue pasando y ojalá que [las personas] tengan fe de que todo, en uno de estos días, va a regresar a la normalidad”, dijo Bass.
Verónica Bernáldez, quien transporta comida a los centros de atención para personas sin hogar, dio a conocer que tres miembros de su Iglesia de las Américas fueron arrestados por inmigración en los pasados meses.
“Hasta donde sé, todavía no los han deportado”, dijo. “Los tienen en [el centro de detención de ICE] Adelanto, pero la verdad es que sus familiares están muy estresados y tristes”.
La señora Bernáldez comentó a La Opinión que no está de acuerdo con la manera en que las personas están siendo maltratadas por agentes de ICE en todo el país.

Manifestó que la manera de evitar ser humillado y ser deportado sería “que todas las personas que vengan a Estados Unidos, vengan preparadas académicamente y hablen inglés, pero entre los inmigrantes hay de todo, unos son bien trabajadores y otros vienen nada más por venir”.
El Día de Acción de Gracias en la Misión de Los Ángeles es más que una comida, según lo define el chef Erik Grant.
“Es una celebración de calidez, conexión y cariño, con mucha salsa, helado para todos y un toque de alegría”, dijo Grant, cuyo equipo de trabajo cocinó 1,600 kilos de pavo.
Además del platillo fuerte, los cocineros prepararon 270 kilos de macarrones, 350 litros de queso, 225 kilos de repollos.
Dar de comer a quien tiene hambre
Denis Oleesky, director ejecutivo interino de la Misión de Los Ángeles, dijo sentirse alegre por alimentar a miles de personas, “pero también duele ver el nivel de dolor que hay aquí [entre la gente]”.
“Veo el dolor y el sufrimiento de la gente que conozco que ha estado viviendo en la calle. Es difícil imaginar dónde estarán estas personas mañana, cuando nadie les dé comida. Eso es lo que pienso”.
Cuestionado sobre las familias latinas que acudieron por un plato de comida en el Día de Acción de Gracias y que han sido víctimas directas o indirectas de ver que algún familiar ha sido deportado, dijo: “Mi corazón está con todas las familias que tienen familiares desaparecidos, y solo quiero que sepan que seguiremos luchando hasta que sus familiares regresen”.
Oleesky comentó que, es feliz con cada día que trabaja en la Misión de Los Ángeles, aunque para las personas que acudieron para recibir un plato de comida, “este podría ser el peor día de su vida, [por saber que no tienen nada], pero un simple un simple saludo, un simple reconocimiento y un trato digno pueden significar muchísimo. Podría significar que hoy detengamos un suicidio o que los mantengamos alejados de lugares peligrosos. Así que, hagamos lo que hagamos para ayudar a estas personas, estamos aquí para hacerlo, y lo hacemos cada segundo del año”.
El directivo enfatizó que las personas que viven en el área de Skid Row, y, en particular quienes reciben servicios y ayuda de la Misión de Los Ángeles, “son las personas más fantásticas del planeta y las más agradecidas del mundo”.
Reconoció que entre las personas de la enorme fila había quienes estaban nerviosas por miedo a ser deportadas, a pesar de vivir legalmente en Estados Unidos.
‘Es triste. Da miedo pensar que las personas más marginadas tengan que preocuparse por algo más que, además de: ¿dónde voy a comer? ¿Dónde voy a dormir? ¿Cómo voy a hacer esto mañana? Es solo una cosa más en la que pensar, y es realmente lamentable”, explica. “En la Misión de Los Ángeles nos dedicamos al servicio”, subrayó Oleesky.
“Así que no hacemos preguntas. Si alguien tiene hambre, lo alimentamos. Si alguien necesita un lugar donde dormir, le damos una almohada. Solo estamos aquí, literalmente, para servir a cualquier persona de cualquier forma, raza, religión o ciudadanía. Para mí, lo importante es que cuidemos de estas personas”.
Precisamente, quienes no se preocuparon más por la falta de alimento en el Dia de Acción de Gracias fueron Julio Gómez, un veracruzano de 49 años quien está desempleado y su pareja, Verónica Delgado, originaria de Guadalajara.
“Deje de trabajar por miedo a las redadas. Se llevaron a dos de mis amigos en un Home Depot de las calles Western y Sunset”, dijo el inmigrante. “No quisiera que me deporten. Tengo miedo y por estar pensando y pensando no puedo dormir”.
“Es demasiado triste lo que está pasando con las redadas”, agregó Verónica. “Venimos de nuestros países con el sueño de superarnos porque está difícil la situación allá, pero ahorita estamos viviendo peor aquí”.
Agrega que en México son personas de bajos recursos, pero no reciben tantos golpes, tanta humillación.
“Aquí venimos y hasta nos tratan como si fuéramos peor que unos criminales”, enfatiza. “Pienso que a las personas que salen de la cárcel les dan más oportunidad que a nosotros que estamos trabajando decente y honradamente”.