Desconfíe de las modas y tendencias de bienestar pregonadas por influencers sin evidencia científica
Mientras tanto, profesionales de la salud luchan por contrarrestar narrativas virales con explicaciones científicas
Presentador haciendo un podcast. Crédito: Hryshchyshen Serhii | Shutterstock
En la última década, las redes sociales han transformado radicalmente la manera en que millones de personas acceden a información sobre salud y bienestar. Instagram, TikTok y YouTube se han convertido en plataformas donde cualquier persona con carisma y una buena estrategia de contenido puede posicionarse como “gurú del bienestar”, acumulando seguidores que confían ciegamente en sus recomendaciones.
Este fenómeno ha dado origen a una industria multimillonaria donde los límites entre el consejo genuino y el marketing encubierto se difuminan peligrosamente, mientras los algoritmos amplifican mensajes que priorizan el engagement sobre la veracidad científica.
El problema se agrava cuando estas figuras mediáticas, carentes de formación médica o nutricional formal, promueven desde dietas restrictivas hasta suplementos milagrosos, pasando por rutinas de ejercicio extremas o prácticas pseudocientíficas que prometen resultados inmediatos. Lo que para algunos puede parecer inofensivo contenido aspiracional, para otros se convierte en una fuente de desinformación que puede tener consecuencias reales sobre su salud física y mental.
Mientras tanto, profesionales de la salud luchan por contrarrestar narrativas virales con explicaciones científicas que, aunque rigurosas, raramente alcanzan el mismo nivel de difusión que un video de treinta segundos con música pegadiza.
Peligrosa industria del bienestar sin respaldo
Cada mañana, millones de usuarios abren sus aplicaciones de redes sociales y se encuentran con un bombardeo constante de promesas tentadoras: “Desintoxica tu cuerpo en 7 días”, “El secreto que los médicos no quieren que sepas”, “Pierde 10 kilos sin dietas ni ejercicio”. Detrás de estos mensajes suelen estar influencers del bienestar, personas que han construido imperios digitales ofreciendo soluciones rápidas a problemas complejos de salud, frecuentemente sin contar con la formación profesional necesaria para respaldar sus afirmaciones.
El modelo de negocio es simple, pero efectivo: crear contenido visualmente atractivo que apele a las inseguridades y aspiraciones de la audiencia, cultivar una imagen de autenticidad y cercanía que genera confianza, y finalmente monetizar esa influencia a través de productos propios, códigos de descuento o colaboraciones pagadas con marcas. El problema radica en que esta lógica comercial no siempre se alinea con el bienestar real de quienes siguen estos consejos.
Cuando la desinformación pone en riesgo la salud
Las consecuencias de seguir tendencias de bienestar sin fundamento científico pueden ir desde lo trivial hasta lo potencialmente peligroso. Nutricionistas y médicos reportan un aumento preocupante de pacientes que llegan a consulta después de haber seguido dietas restrictivas promovidas en redes sociales, presentando deficiencias nutricionales, trastornos alimenticios o problemas metabólicos. Otros casos incluyen personas que abandonan tratamientos médicos convencionales en favor de terapias alternativas prometidas por figuras influyentes, con resultados que pueden ser devastadores.
Un ejemplo reciente involucra la tendencia de consumir suplementos de “desintoxicación” que supuestamente eliminan toxinas del cuerpo, un concepto que carece de respaldo científico sólido dado que nuestros riñones e hígado ya realizan esta función naturalmente. Sin embargo, estos productos se venden masivamente gracias al respaldo de personalidades digitales que reciben comisiones por cada venta generada a través de sus enlaces de afiliados.
El negocio detrás del bienestar
Lo que muchos consumidores no perciben es que gran parte del contenido de bienestar en redes sociales es, esencialmente, publicidad disfrazada. Los influencers reciben compensaciones económicas significativas por promocionar productos, desde tés adelgazantes hasta dispositivos de ejercicio, suplementos vitamínicos o aplicaciones de meditación. Esta relación comercial no siempre se declara de manera transparente, y aun cuando se hace, la línea entre recomendación personal y contenido patrocinado resulta difusa para muchos seguidores.
Las marcas han descubierto que invertir en marketing de influencers resulta más rentable y efectivo que la publicidad tradicional, especialmente cuando se dirigen a audiencias jóvenes. El retorno de inversión es considerable: un solo video viral puede generar millones en ventas, mientras que el influencer construye su marca personal como experto en bienestar, aunque su única credencial sea su popularidad en internet.
Responsabilidad de las plataformas y usuarios
Las redes sociales enfrentan críticas crecientes por su papel en la difusión de información de salud no verificada. Aunque plataformas como Instagram y TikTok han implementado políticas para etiquetar o eliminar contenido médico peligrosamente engañoso, la aplicación de estas normas resulta inconsistente. Los algoritmos continúan priorizando contenido que genera interacción, independientemente de su veracidad, lo que perpetúa el problema.
Para los usuarios, desarrollar pensamiento crítico se vuelve esencial. Antes de adoptar cualquier consejo de bienestar encontrado en redes sociales, vale la pena preguntarse: ¿Esta persona tiene credenciales profesionales verificables en el campo de la salud? ¿Está promoviendo un producto del cual recibe beneficios económicos? ¿Sus afirmaciones están respaldadas por estudios científicos revisados por pares? ¿Promete resultados que suenan demasiado buenos para ser verdad?
Papel de los profesionales de la salud
Médicos, nutricionistas y otros profesionales de la salud han comenzado a ocupar espacios en redes sociales precisamente para contrarrestar la desinformación. Estos profesionales cualificados comparten contenido educativo basado en evidencia, aunque enfrentan el desafío de hacer la ciencia tan atractiva y comprensible como las promesas simplistas de los influencers sin formación.
La comunicación científica efectiva en la era digital requiere un equilibrio: mantener el rigor académico mientras se presenta la información de manera accesible y engaging. Algunos profesionales lo están logrando, construyendo audiencias considerables que valoran el consejo fundamentado sobre las soluciones mágicas.
Consumo consciente de contenido
La solución no pasa por rechazar completamente las redes sociales como fuente de información sobre salud, sino por desarrollar habilidades para discernir entre contenido confiable y marketing disfrazado de consejo. Esto implica verificar las credenciales de quien comparte la información, buscar segundas opiniones de fuentes profesionales, y mantener una dosis saludable de escepticismo ante promesas extraordinarias.
Las tendencias de bienestar virales continuarán surgiendo mientras exista una audiencia receptiva y plataformas que las amplifiquen. Sin embargo, armados con pensamiento crítico y acceso a información científica confiable, los usuarios pueden tomar decisiones más informadas sobre su salud, protegiendo su bienestar físico y económico de quienes buscan beneficiarse de sus vulnerabilidades. En última instancia, la mejor tendencia de bienestar es aquella respaldada por décadas de investigación científica rigurosa, no por unos cuantos videos virales.
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