En hora buena, Hillary Clinton
Más de 84 millones de personas se apostaron al frente de su aparato de televisión para ver y analizar el debate entre Hillary Clinton y Donald Trump.
Fue un evento anticipado –como un Super Bowl de fútbol americano—, un evento de titanes, un enfrentamiento entre la estrella de los programas virtuales de la televisión y la más potentada política de todos los tiempos.
Al final, el enfrentamiento resultó ser un gran fiasco. La riña política duró apenas 15 o 20 minutos después de dar su inicio. Los demás minutos fueron una matanza sin sentido.
La estrella de los programas virtuales de televisión sintió el peso y la presión de la realidad de la sociedad, de sus problemas económicos, sociales y políticos. Al final, desfalleció en frente de las cámaras de televisión.
Así es, Donald Trump se desmoronó en el primer momento en que la más potentada política de todos los tiempos empezó a quebrantarle el alma con un manejo de información raras veces visto en un debate presidencial.
El furor de la indagación fue tan devastador que el pobre Trump consumió rápidamente todo el vaso de agua que le pusieron sobre el atril. Su tez pálida se tornó en un rojo entomatado que hizo confundir con el color rojizo de su cabello. Sus labios se pusieron más delgados y filosos.
El pavor a su contrincante le hizo respirar con más profundidad al punto que se sintieron los gemidos de su respiración. Trump respiraba con tosquedad e incomodidad.
Después del debate, todos comentaron cómo Hillary Clinton había dominado a su rival. No solo le hizo perder los controles, sino que le hizo reconocer que es un sexista irreformable.
El racismo de Trump nuevamente desconcertó a una gran parte del pueblo norteamericano. Se jactó por haber presionado al Presidente Barack Obama y haberle hecho mostrar públicamente su certificado de nacimiento.
Asimismo, Trump hizo notar que no tiene idea de las políticas internacionales; su admiración por líderes autoritarios y abusivos sigue siendo una parte dominante de su personalidad.
Por si fuera poco, el empresario del copete rojizo reconoció que no había pagado impuestos al Estado a pesar de los millones de dólares que cosecha en el mundo de los negocios.
Esta vez fue una mujer quien lo desenmascaró y lo presentó como el más ignorante de todos los políticos de nuestra historia.
Trump ha quedado malherido después del debate del lunes. Sus aliados moderados empiezan a abandonarlo poco a poco. Todo parece indicar que muy pronto, pero muy pronto, tendremos a una mujer inteligente en la presidencia de la República. Que sea en buena hora.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com