Indocumentados y deprimidos
Recomiendan no aislarse en ellos mismos y confiar sus dudas y preocupaciones a amigos y familiares
SACRAMENTO.— Presa de la desesperación y de su libertad por estar indocumentada en el país, Yanelli Hernández intentó el año pasado, quitarse la vida cuando estaba detenida en una cárcel del estado de Ohio.
“Me sentía muy desesperada, no podía hablar con nadie, ver a mi familia. Estar en la cárcel por ser indocumentada era lo más horrible que me había pasado en mi vida. Así que tomé una navaja de un rastrillo y me corté las venas”, cuenta Yanelli vía telefónica desde Maravatío, México.
La joven de 22 años sobrevivió el intento de suicidio y para evitar que volviera a atentar contra su vida, la mantuvieron hasta el último día de su estancia en la cárcel, con pastillas para combatir la depresión.
Después de un total de diez meses de encarcelamiento, fue deportada hace un mes. Yanelli Hernández había vivido en el país casi diez años.Fue traída por sus padres siendo niña. “La Policía me reportó a Migración cuando me arrestaron por manejar bajo los efectos del alcohol y no tener licencia de manejo. En realidad sólo me había tomado una cerveza”, dice.
Yanelli Hernández es uno de los muchos jóvenes indocumentados en el país que sufren problemas emocionales y psicológicos debido a su estatus migratorio.
En respuesta a su deportación, el pasado 30 de enero, la Alianza Nacional de Jóvenes Inmigrantes lanzó el portal en Internet, undocuhealth.org como un recurso para atender los problemas de salud mental que vienen de la mano con ser joven y estar indocumentado.
Para marzo, abrirán una línea telefónica de emergencia las 24 horas del día para que los muchachos indocumentados puedan llamar en busca de ayuda.
“En uno u otro nivel, la depresión nos pasa a todos”, asegura Marco Saavedra quien es parte de la Alianza Nacional de Jóvenes Inmigrantes y trabaja en la preparación de la línea de emergencia.
“Queremos entrenar a diez jóvenes indocumentados para dar ayuda psicológica”, precisa.
Criado en Nueva York y graduado en sociología, explica que en el país hay dos millones de jóvenes indocumentados y un tercio califican para el Dream Act como está escrito ahora. “En algún grado, muchos de ellos podría ser víctimas de problemas emocionales”, estima.
El tema de la depresión y los problemas emocionales que sufren los jóvenes indocumentados en la nación saltó al debate público a raíz de que el pasado mes de noviembre, Joaquín Luna, de 18 años, se suicidó en Texas aparentemente angustiado por su situación migratoria.
Sus amigos reportaron a los medios de comunicación que estaba deprimido porque no se había aprobado el Dream Act, la iniciativa que habría permitido legalizar a jóvenes que cursan en las universidades.
Los muchachos comienzan a angustiarse a medida que se acerca la graduación de la preparatoria.
Laura Sánchez de 18 años a quien sus padres trajeron de México a San Francisco a los 11 años, ha empezado a sentirse triste. En junio se graduará de la secundaria y quisiera estudiar Computación.
“De repente pienso mucho y me preocupo por el costo de la universidad y porque mi mamá ya me dijo que no me va a poder ayudar”, comenta. “Yo que más quisiera pero no se puede”, señala María García, su madre.
Confiesa que ha visto a su hija muy desesperada por la falta de dinero para ir a la universidad. “A veces está de mal humor, dice que siente sola, en otras ocasiones la veo llorando. Hasta a mi me deprime”, afirma la madre que trabaja como conserje y tiene tres hijos más.
Por el momento no hay nada formal en el país que ayude a los jóvenes a lidiar con los problemas emocionales que sobrevienen con su estatus de indocumentados.
José Arreola vino de Durango, México a los 4 años y a pesar de ser indocumentado se graduó de Ciencias Políticas, Historia y Estudios Étnicos por la Universidad de Santa Clara.
Se convirtió en gerente de alcance de la organización no lucrativa Educators for Fair Consideration con sede en San Francisco que ayuda con becas y asesoría legal a los inmigrantes indocumentados.
“Los problemas emocionales y la depresión se dan desde de la prepa. ¿Cuándo te empiezas a preguntar a dónde vas ir? ¿Cómo vas a pagar la universidad? Y uno se cuestiona por qué sigo adelante?”, explica José Arreola.
“Creo que a veces es un milagro que podamos terminar la universidad. Pero luego no podemos trabajar. La mayoría de los trabajos piden un seguro social”, indica.
José dice que no pueden hablar con nadie del estatus migratorio. “Una parte de nuestras vidas permanece en secreto. Así que hablar de nuestras emociones y retos no es algo normal y menos ir con un consejero. !Además cuesta! y no tenemos dinero”, exclama.
Si alguien conoce a profundidad los sufrimientos de los indocumentados, es el doctor Sergio García-Gaxiola, experto en salud mental de los inmigrantes por el Centro Médico de la Universidad de California en Davis.
“Para muchos jóvenes es una tragedia no poder avanzar en su educación por la falta de documentos. Muchos se dan cuenta hasta que salen de la secundaria y esto les genera ansiedad y depresión”, explica.
“Viven con una tremenda incertidumbre de que sus vidas pueden cambiar para siempre, si son deportados. No tienen control sobre las cosas a pesar de que han trabajado muy duro”, ahonda.
Así que muchos jóvenes enfrentan la realidad de no tener papeles con depresión y eso complica las cosas pues algunos sienten que se les acaba el mundo y pueden recurrir a medidas extremas como lo hizo Yanelly Hernández.
“La depresión”, destaca el experto, “ no permite ver las cosas con claridad y darse cuenta de que existen alternativas”.
“Mi mensaje para los jóvenes indocumentados es que por más extrema que sea la situación siempre hay alternativas viables dentro de la ley. Les recomiendo que no se aíslen y confíen sus dudas y preocupaciones a amigos y familiares porque alguno de ellos puede ayudarlos a que se les abra el mundo”, concluye.