“La Indiana Jones de la comida mexicana”: Diana Kennedy, la británica que se volvió una autoridad en la cocina de México
Diana Kennedy vivió en México durante décadas, donde viajó a lo largo y ancho del país explorando la variedad y complejidad de su cocina para compartirla con el resto del mundo.
Diana Kennedy, una escritora en temas culinarios británica que se convirtió en una reconocida autoridad en la auténtica cocina de México, atravesando ese país a lo largo y ancho en busca de recetas, murió este julio a la edad de 99 años.
Nació en 1923, en el condado de Essex, al este de Londres, donde estuvo expuesta a lo que ella llamó “buena comida, comida completa”.
Pero no fue por esa comida de su país natal por la que se volvió famosa, fue por la cocina de su patria adoptada: México.
Recibió muchos premios y honores por su investigación, recopilación, divulgación y preservación de la cocina mexicana, entre los que se destaca la Orden Mexicana del Águila Azteca, la más alta distinción que se les otorga a los extranjeros en México.
En Reino Unido también fue reconocida con la orden MBE (Miembro del Imperio Británico), que le fue entregada por le príncipe Carlos.
Críticos, gastrónomos y otros chefs la han descrito como “la guardiana de los chiles”, “la salvadora de la cocina mexicana” y “la Indiana Jones de la comida”.
Intrépida y aventurera
La entonces Diana Southwood viajó por primera vez a México en sus 30 para acompañar a Paul Kennedy, quien era corresponsal del diario The New York Times para México y Centro América.
Se habían conocido en Haití en 1956, adonde Diana había viajado por puro capricho desde Canadá para vivir allí.
Paul Kennedy se encontraba en Haití para cubrir las protestas antigubernamentales de esa época. Ambos se enamoraron y poco después se comprometieron y ella decidió seguirlo a Ciudad de México donde estaba basado.
Después de su boda, la pareja vivió los siguientes nueve años en la capital mexicana, donde Diana desarrolló una fascinación por la cocina tradicional de México, lo que la llevó a atravesar varias veces el país a lo largo y ancho, investigando los platos regionales.
Intrépida y aventurera a la par de su esposo, Diana Kennedy viajó por tierra miles de kilómetros hasta las aldeas más remotas –montada en burro, si era necesario- para recopilar recetas, mientras Paul reportaba sobre los golpes y levantamientos en Centro América.
“He tenido una vida muy curiosa, realmente nadie me ha dicho ‘haz esto o lo otro”, alguien sugiere algo y yo emprendo el camino”, fue como describió su amor por la aventura en el documental sobre su vida Diana Kennedy: Nothing Fancy (Diana Kennedy: nada elegante).
“Le preguntaba a quien fuera en los mercados de dónde venía, lo que su familia comía, y siempre me daban una receta”, relató de cómo pudo recopila su vasta colección de recetas regionales.
En sus libros de cocina acostumbraba a reconocer con nombre propio a los que le habían enseñado a preparar los platos.
Y aunque se convirtió en una cocinera suprema y una experta mundial en comida mexicana, insistía en que “definitivamente no era una ama de casa tradicional”.
“Nunca quise tener hijos. No me hubiera gustado criar una versión pequeña de mí, ¿te la podrías imaginar?”, le dijo a la directora del documental Elizabeth Carroll en uno de sus típicos agudos comentarios al margen.
Después de nueve años en México, y con Paul Kennedy enfermo de cáncer, la pareja se mudó a Estados Unidos, donde Paul -a quien ella describió como “el gran amor de mi vida”- murió en 1967.
Pero continuó viajando a México con regularidad y empezó a dar clases de cocina mexicana en Nueva York.
Casa de adobe
En 1972, publicó su primero de varios libros. Titulado “Las cocinas de México”, pronto se convirtió en el tomo de referencia de culinaria mexicana y responsable de cambiar la percepción de los estadounidenses más allá de la llamada cocina Tex-Mex.
A finales de los 70, la atracción de México se volvió tan irresistible, que empezó a construir una casa tradicional en adobe en el estado de Michoacán, al occidente de Ciudad de México.
Después de residenciarse allí, empezó a cultivar muchos de sus propios ingredientes y preparando los platos mexicanos tradicionales desde cero, hasta moliendo su propio maíz.
En su libro “Mi México”, de 1998, explicó sus motivos: “Quería tener una casa hecha de materiales locales que abordara el asunto de los recursos de la región y que estuviera en sintonía con las restricción bajo las cuales muchos de mis vecinos tenían que vivir y que habían sobrevivido durante muchos años”.
Continuó viajando por todo el país hasta entrada en sus años 90, conduciendo un camión viejo y maldiciendo en jerga mexicana mientras lidiaba las carreteras destapadas en su búsqueda de otra receta más.
Sus amistades la describieron como divertida pero feroz, inflexible y brillante.
Por lo general, los libros de Kennedy apelaban igualmente a los cocineros de casa como a los chefs profesionales.
El chef y filántropo español José Andrés, que en el pasado la describió como “una Indiana Jones de la comida, tratando de encontrar ese diamante en algún lugar en las montañas de México”, escribió en Twitter que sus libros habían abierto “una ventana al alma de México“.
El Ministerio de Cultura de México también rindió tributo a la escritora y gastrónoma en una serie de mensajes en Twitter en los que la elogió por dedicar su vida a “descubrir, recopilar y preservar la riqueza de la cocina mexicana”.
Su legado seguirá vivo en el Centro Diana Kennedy, una institución educativa que creó en su casa en Michoacán que contiene su biblioteca de más de 750 libros y donde también se ofrecen cursos de cocina mexicana y prácticas sustentables.
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