Breves de espectáculos
El cantante colombiano Juanes lamentó ayer la muerte de cuatro rehenes pertenecientes a la Fuerza Pública, secuestrados por las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
“Lamentando profundamente la muerte de José Libio Martínez y compañeros eliminados por las FARC después de 13 años de secuestro”, escribió ayer el artista en su cuenta en la red social Twitter.
Las FARC dieron muerte la víspera a cuatro rehenes que tenían 13 y 14 años en cautiverio, acción que también fue condenada en las últimas horas por El Vaticano, Naciones Unidas y varios gobiernos.
Según la edición digital del diario El Tiempo, una insurgente relató que el enfrentamiento con el Ejército se hizo a 60 metros del campamento donde estaban los rehenes custodiados por unos 50 miembros de la FARC.
El sargento de la Policía, Luis Alberto Erazo, quien estaba en el grupo, logró escapar en medio de los combates con el Ejército y después de permanecer varias horas escondido cerca del campamento fue encontrado por las autoridades.
Caricaturas y algunas piezas artesanales son parte de la exposición en honor a Mario Moreno Cantinflas, la cual fue inaugurada el sábado con la presencia de su hijo Mario Moreno Ivanova, en el Museo del Juguete Antiguo de México.
Esta exposición temporal denominada Cantinflas: 100 años se suma a las actividades realizadas durante este año para honrar al ídolo mexicano, quien dejó un importante legado que ahora también puede ser apreciado en este museo que cuenta con un acervo de más de 40 mil piezas.
Mario Moreno Ivanova, hijo del actor, reconoció que estas muestras de cariño hacia su padre le llenan de felicidad y le constatan que su trabajo trasciende pese al tiempo.
“Hay todo tipo de figuras, caricaturas, ceniceros así como otras piezas artesanales”, señaló Ivanova, quien señaló que estos artículos son propiedad de Museo del Juguete.
Mario Vargas Llosa y Herta Müller tienen en común algo más que haber ganado el Premio Nobel: ambos leían de adolescentes para “soportar la vida” que llevaban entonces, y los dos han escrito páginas memorables sobre “la humillación y asfixia” que supone vivir bajo una dictadura.
Müller y Vargas Llosa protagonizaron ayer el encuentro quizá más esperado de la 25ª edición de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Unas dos mil personas (más de la mitad, de pie o sentadas en el suelo) abarrotaron el salón Juan Rulfo y escucharon absortos el diálogo que mantuvieron los dos escritores, conducidos por el periodista español Juan Cruz.
Desde el principio quedó claro que son dos autores de caracteres muy distintos. El novelista peruano se mueve como pez en el agua en actos como el de ayer, pero a la autora rumana, perteneciente a la minoría germanoparlante de su país, no le gusta “estar en público” y preferiría que fueran sus libros los que hablaran por ella.
Herta Müller proviene de una familia de campesinos y en su casa, dijo, “no había libros”.
Cuando cuidaba las vacas en el campo sentía “una soledad gigantesca”, que aún hoy la acecha al contemplar un paisaje amplio.
Vargas Llosa aprendió a leer a los cinco años, y esa fue “la mejor cosa” que le ha pasado en la vida.
A los once, todo cambió cuando sus padres “se juntaron de nuevo” y descubrió en la figura paterna “el autoritarismo, el miedo y la soledad”.
A partir de entonces, “la lectura se convirtió en un refugio” para él y le devolvía “la dignidad” que perdía ante su padre. Y cuando comenzó a escribir, la literatura “fue una gran defensa contra los percances de la vida”.